Debilidad del Daesh

Javier Fernández Arribas

Después del daño causado por los atentados de Bruselas contra el aeropuerto y el metro y, sobre todo, después de los zarpazos terroristas en París el 13N, era muy complicado explicar que se trataba de una demostración de debilidad sobre el terreno en Siria e Irak. Cuando lo argumentabas en los programas especiales de radio y televisión, las caras de incredulidad fueron mayúsculas entre compañeros de tertulia y entre oyentes y espectadores. La realidad respalda los argumentos tras la toma de la histórica y estratégica ciudad de Palmira por el Ejército sirio que ha expulsado a los terroristas del Daesh a posiciones más defensivas porque el siguiente objetivo es Raqqa, la supuesta capital del pretendido Califato de los terroristas del Daesh. En Irak, las cosas no le van mejor a los bárbaros delincuentes y narcotraficantes que ven cómo el Ejército iraquí y los kurdos avanzan para recuperar la ciudad de Mosul. El Daesh ha perdido el control  del 40% del territorio de Irak y del 20% de Siria que subyugaba desde el verano de 2014. Van a vender cara su derrota pero va teniendo fecha de caducidad su terrible dictadura de crímenes inenarrables y extorsión fiscal a los ciudadanos bajo su régimen del terror. Las finanzas del Daesh no atraviesan por su mejor momento y mantener la fidelidad de los mercenarios locales y extranjeros se ha convertido en un reto cada día. Esta necesidad de autoafirmación de fuerza y disciplina es una de los elementos que origina su estrategia internacional de guerra global terrorista para intentar someter a todos los musulmanes bajo su estrategia de control del dinero y del poder, que poco tiene que ver con el islam y las ideologías. Esta debilidad no significa que no puedan asestar nuevos golpes en Europa o en otros países musulmanes, que son las principales víctimas de este terroristas que intentan extender su influencia gracias a la violencia. Es el caso de Libia que la comunidad internacional, incluida la árabe, debe neutralizar cuanto antes. En Europa, buscan crear xenofobia, división, miedo, odio y violencia para conseguir sus objetivos reales en países ricos en petróleo y gas, como son las zonas donde se asentaron en Siria e irak, de donde hay que erradicarlos. Evitar la radicalización de los jóvenes es vital para la estabilidad europea, así como la plena colaboración de los servicios de inteligencia y la resistencia ciudadana para que los terroristas no consigan su objetivo de amargarnos la vida.