Marruecos y la inmigración

Ramón Moreno Castilla

Pie de foto: Los inmigrantes también tienen derecho a una vida digna como los refugiados. 

Si algún país africano ha sufrido los efectos de la inmigración subsahariana ese ha sido, sin duda, Marruecos; que ya mucho antes de la avalancha de refugiados que ahora inunda Europa recibió en su suelo a decenas de miles de refugiados de diversos países de África Occidental, a los ha ido integrando y ayudando, mientras Europa miraba para otro lado. El país magrebí aguantaba solo el  pesado carro de la inmigración; que no tuvo eco mediático como ahora cuando ha explotado la hoya a presión y toda esa marea humana ha utilizado otras vías para llegar a Europa, con las estremecedoras tragedias humanas que día a día vemos en la televisión. Y fue la imagen desgarradora de un niño ahogado en una playa que hizo remover las conciencias de los ciudadanos europeos que demuestran estar por encima de sus propios gobiernos. Porque el caso es que Europa solo se ha ocupado de la crisis cuando los refugiados ya estaban en territorio europeo; y ahora esa Europa habla de crisis migratoria, no de crisis de refugiados.

La llegada de miles de personas a la UE procedentes de Siria, devastada por la guerra (que en su día fue un país acogedor, con refugiados palestinos, kurdos, iraquíes, libaneses etc.) está ocasionando enormes divisiones políticas; cuyo resultado podría ser una reacción en contra de los inmigrantes y en contra de la propia UE, porque hay mucho en juego. El ingreso de inmigrantes no es tan grande en términos absolutos. Caso 340.000 fueron detectados en las fronteras de la UE en los primeros siete meses del año de acuerdo con Frontex; y el total tendría que aumentar quince veces para llegar a solo el uno por ciento de la población de la UE.

Pero ocurre que la inmigración se distribuye de manera muy desigual. Gracia, el punto de entrada de la mayoría de los inmigrantes ilegales de Siria y Afganistán, tiene 11 millones de ciudadanos y sus propios problemas económicos. Y Alemania podría recibir este año 800.000 buscadores de asilo, el equivalente al 1 por ciento de su población. Las tensiones se intensificarán a medida que crezca el número de inmigrantes. Las últimas cifras de Frontex son tres veces superiores que para el mismo periodo del año pasado. Y el número potencial es mucho mayor todavía. Hay 4 millones de refugiados en países vecinos de Siria, algunos de los cuales ya se están moviendo ante el empeoramiento de sus condiciones de vida.

La inmigración y su impacto económico ha desafiado a la UE la última década. Después que el bloque se expandió al este en 2004, los trabajadores del centro y este de Europa pudieron moverse libremente entre los países. Algunos en Europa Occidental veían esto como una nueva amenaza a la seguridad laboral y el crecimiento salarial. La sensibilidad sobre los nuevos inmigrantes es todavía más grandes después de la crisis financiera y de deuda de la zona euro, que deprimieron la actividad económica, incrementaron el desempleo y requirieron reducciones presupuestarias.

Los países que llevan la mayor parte de la carga se enfrentan a las cuotas. Esto resquebraja la unidad europea y ha llevado a la reflexión sobre los valores y los principios fundadores. Por ejemplo, la política de fronteras abiertas de Schengen aplicada a lo largo de la mayor parte de la UE se ha puesto en entredicho. El debate sobre el pluralismo de la UE también ha quedado más frágil debido a la radicalización de algunos inmigrantes de segunda y tercera generación.

La población del bloque, cada vez más vieja, se podría beneficiar ciertamente con una mayor cantidad de jóvenes. Las personas con 65 años o más representan el 28 % de la población hacia el 2060, comparado con el 18 % de 2013, de acuerdo con la Comisión Europea. Y los de 80 o más serán casi tan numerosos como de 14 años o menos. Aparte, la OCDE halló que el impacto fiscal de la inmigración tiende a ser pequeño en la mayoría de los países, especialmente si los anfitriones hacen un buen trabajo en la integración de los recién llegados al mercado laboral. Ya lo ha recordado el presidente de la patronal alemana: “Invertir en refugiados es invertir en el futuro de Alemania”. Sin embargo, este tipo de análisis de costo-beneficio podría resultar engañoso si los inmigrantes son demasiado jóvenes o no tienen suficiente formación. Convertir a este tipo de inmigrantes en miembros productivos de la fuerza laboral tiende a presentar costes iniciales para los países de acogida. Y es evidente, que muchos de esos Estados no están en una posición ideal para asumir esos costes en este momento.

Los partidos antiinmigración, como el Frente Nacional de Francia o el Partido de la Independencia británico podrían beneficiarse. También podría haber una reacción negativa contra la visión de la UE, de fronteras abiertas y responsabilidades compartidas. Los riesgos son particularmente altos en el Reino Unido, que celebrará un referéndum para ver si sigue en la UE. La inmigración ocupa un lugar prioritario en la lista de las preocupaciones de los votantes mientras el gobierno se aleja aún más de su meta de reducir el ingreso neto a menos de 100.000 por año. Un aumento de la sensación anti-inmigración produce el riesgo de traducirse en más apoyo público para salir de la UE.

Pero tomar una linea dura sobre loa aceptación de más solicitantes de asilo plantea sus propios riesgos ya que el primer ministro David Cameron se apoya en Alemania, Francia e Italia para acomodar sus esfuerzos para renegociar la relación de Gran Bretaña con la UE antes de la votación. Con la particularidad, de que la inmigración podría hacer que otros temas sean más difíciles de resolver. Las discusiones sobre cómo abordar la inmigración no tiene una consecuencia obvia o inmediata sobre otros temas como Grecia y el euro, en los que los inversores han focalizado sus decisiones. Pero no hay espacio para la complacencia. Los argumentos aireados sobre la inmigración corren riesgo de incidir en otras áreas. Esto dificultará forjar los lazos financieros y económicos más fuertes que se necesitan para evitar crisis futuras.

En este contexto, resultan especialmente aleccionadoras las palabras del presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker en su reciente intervención: “El invierno se acerca”... “Falta Europa en esta Unión y unión en esta Europa”... Si bien es verdad, que Alemania está liderando la respuesta a la inmigración (¿por motivos electorales?), y en el seno de la Unión se ha determinado tres criterios a la hora de recibir refugiados: población, PIB y tasa de desempleo, que estará  en última instancia condicionada por la voluntad política de los diferentes países.

Pero lo que está padeciendo ahora Europa ya lo ha padecido Marruecos, que no solo es el bastíón contra el avance del fundamentalismo islámico, sino un baluarte para frenar los flujos migratorios que se siguen sucediendo procedente de diferentes países africanos; sin contar los refugiados de los conflictos olvidados de Sudan del Sur y la República Centroafricana, entre otros. Marruecos ha acogido en su territorio refugiados de Senegal, Costa de Marfil, Nigeria, Guinea, Congo, Malí y Mauritania. ¿Que pasaría, primero en España  y luego en el resto de Europa, si Marruecos no hubiera hecho enormes esfuerzos para contener y controlar a esa inmensa marea humana?

Marruecos, que también ha sido y es, un país emisor de emigrantes, y que tiene una importante colonia de nacionales en diversos países europeos; ha sido, sin embargo, receptivo con el problema de la inmigración irregular, y ha implementado políticas de integración en diversos ámbitos para dar respuesta a ese grave problema. Y cuando este país decidió regularizar la situación de los inmigrantes que entraron clandestinamente en Marruecos, no lo hizo solo para suscitar la simpatía y los favores de la opinión pública internacional, sino para intentar paliar un grave problema que ha ido a más y que será difícil de erradicar, si no se actúa con políticas de cooperación efectivas en los   países de origen.

Y en este sentido, Marruecos ha sido un abanderado. La política de cooperación Sur-Sur impulsada por el Rey Mohamed VI, va encaminada, precisamente, a implementar políticas bilaterales de cooperación con los países hermanos de África que posibiliten un desarrollo sostenible, seguridad y el bienestar de la población. Recuérdese los numerosos viajes que el Monarca marroquí ha realizado por todo el continente africano, suscribiendo numerosos tratados y acuerdos de cooperación en diversos sectores de la economía. No es menos importante y novedosa, la “diplomacia religiosa” que ha impulsado el Soberano por todos los países de la zona, exportado un Islam moderno y moderado, como es el rito malekita de la variante suní, que se profesa en Marruecos, y que contribuirá a minimizar los riegos de radicalismo religiosos en los países africanos.

Respecto a Canarias, aquí se sigue siendo más solidario con las causas ajenas que con la propia; sin tener en cuenta que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Parece que de la cuota de inmigrantes que le ha asignado la UE a España  (unos 16.221) al Archipiélago canario le tocará su parte de la “solidaridad española” -como no podía ser menos- ; y el sumiso y complaciente Gobierno autonómico ya está dispuesto a acoger a 600 inmigrantes “o más”, sin percatarse de que esa pobre gente donde quiere ir es a Europa, no quedarse por aquí abajo, en otro territorio africano.

Y esta solidaridad mal entendida, pese a los estragos que está causando en esta tierra la devastadora libre circulación de personas impuesta por la UE -cuando hay territorios dentro de la misma UE exentos de esta política, como las Islas del Canal, la Isla de Man, las Islas Feroe (Dinamarca) y los PTU (Países y Territorios de Ultramar)-; de la enorme cantidad de extranjeros que hay en Canarias (que no tiene competencias en materia de extranjería), lo que supone una sobrecarga para un territorio frágil y fragmentado, y una insoportable densidad demográfica, como pocas en el  mundo; de la delicada situación económica etc. etc. Con el agravante de que el pueblo canario sigue sin preguntarse por qué Canarias sigue teniendo sistemáticamente la tasa de paro más alta de España, el PIB per capita más bajo de la media del país y por qué cuando la economía española cae, la canaria cae mucho más. ¿No son esos parámetros absolutamente coloniales?

¿Son estas las condiciones idóneas para acoger a nadie cuando, además, una parte importante del pueblo canario sigue subsistiendo en condiciones precarias e inhumanas?