Más Europa

Javier Fernández Arribas

La Unión Europea se creó para evitar que se pudiera producir una Tercera Guerra Mundial. Después de ser el origen de dos contiendas mundiales con millones de muertos y una destrucción desoladora en buena parte del territorio europeo, varios políticos con altura de miras lucharon denodadamente por construir los intereses imprescindibles entre franceses y alemanes más otros vecinos, en principio, para que no fuera posible una nueva guerra con una serie de acuerdos económicos y comerciales sobre el carbón y el acero, que llegó a alcanzar una política agrícola común como principal elemento de coordinación. Se superaron odios, venganzas, muerte y destrucción por la firma convicción de que un nuevo enfrentamiento podría ser el último por la posible utilización de armas nucleares. Con el paso del tiempo y más países, el proceso ganó en ambición y proyección hacia una Unión que abarcara también aspectos políticos y sociales. Europa superaba los viejos fantasmas del pasado, lograba colocar en lo imposible una confrontación bélica, a pesar de la grave crisis en los Balcanes, gracias también a otra organización político-militar como la OTAN, institución complementaria impulsada por los Estados Unidos que siempre han jugado un papel determinante en el presente y futuro de sus aliados europeos, más allá del Plan Marshall y las relaciones económicas y comerciales. Durante los últimos 30 años, los escollos que se han superado han sido múltiples y complicados pero siempre prevalecían los principios y valores de la unidad de una Europa solidaria, defensora de los Derechos Humanos y consciente de la necesidad de que los avances políticos tuvieran el respaldo y seguimiento de los ciudadanos. La cuestión clave siempre ha sido el recelo a la cesión de soberanía para quienes temían que perdían buena parte de su capacidad de decisión y actuación, en lugar de entender que se trataba de compartir para perseguir objetivos mejores para todos gracias a juntar esfuerzos, sacrificios, recursos y actitudes. Sin embargo, en los últimos 15 años ha prevalecido el egoísmo y el interés de cada país, una ampliación desmedida sin las condiciones mínimas imprescindibles para su viabilidad y una crisis económica y financiera que ha resquebrajado buena parte de la construcción europea que ahora se agrava por la crisis de los refugiados y por un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido. La solución ahora no es fácil pero está clara: Más Europa. Hacen falta dirigentes que estén a la altura de los acontecimientos para guiar a los europeos.