Salvar la cara
Javier Fernández Arribas
Los viejos europeos del lugar estamos acostumbrados a que las decisiones en la Unión Europea se tomen al borde del abismo, incluso cayendo pero siempre se encuentra la fórmula de parar los relojes para que los plazos no venzan y lanzar una soga salvadora como si de una película de Indiana Jones se tratara. Por tanto, lo que está ocurriendo con Grecia no pilla por sorpresa a quienes tenemos la experiencia de que hay que tensar la cuerda para conseguir, al menos, salvar la cara y que todos ganen. Al final, los números van a cantar y veremos si el crecimiento exigido a Grecia en los próximos tres años es el que imponía la troika en las negociaciones o si lo mantiene pero se extienden los plazos para enjugar una deuda supermillonaria provocada por un exceso de liquidez en Alemania y en Francia hace diez años. Aquí todos tenemos responsabilidades, quienes prestaron a precio de saldo sin preocuparse de cómo se devolverían los miles de millones y los que se endeudaron sin pensar en había que devolverlo. Las implicaciones políticas de un grave problema económico son evidentes porque la Unión Europea, en este caso el Eurogrupo, países con el euro, no pueden permitir que Grecia sea un precedente de incumplimiento de las reglas mientras otros países como España o Portugal o Irlanda, e incluso Italia o Francia, por no hablar de las apreturas de la todopoderosa Alemania, han tenido que adoptar medidas y reformas muy duras para millones de sus ciudadanos. Si los griegos en Atenas no pagan el IBI de sus viviendas, ¿por qué lo tengo que pagar yo en Madrid? Por ejemplo. Por no hablar de las pensiones o la edad de jubilación o los sueldos de los funcionarios que, si no lo saben, han aumentado en los últimos años más de 350.000. Y nosotros con reducción de salarios, congelaciones, reformas y apretones de cinturón que cortan más que la respiración. Con toda nuestra solidaridad para los griegos que lo están pasando muy mal, como ocurre en España o Portugal o etc… el gobierno griego de Alexis Tsipras no puede ganar el pulso a Bruselas, ni al FMI, ni al BCE porque a partir de ahí otros países caerían, como fichas de dominó, en manos de los Podemos de turno. Y el caos de los ayuntamientos sería una broma con lo que ocurriría con el Gobierno de España.