Opinión

El Ejército controlará la transición política

photo_camera El general Ahmed Gaid Salah, durante un desfile militar en Argel. AFP/ANIS BELGHOUL

El jefe del Estado Mayor argelino, Gaid Salah, ha insistido, en su última intervención, en que la única vía posible para restablecer la normalidad institucional en Argelia y superar la crisis política profunda que vive el país desde la dimisión del anterior presidente Abdelaziz Buteflika consiste en organizar en el más breve plazo posible unas elecciones presidenciales limpias y trasparentes. El general quiere que sean antes de diciembre. 

Desde la sociedad civil, que lleva más de cinco meses movilizada con gigantescos desfiles semanales, se ve con desconfianza el empecinamiento del jefe del Ejército para contemplar como única salida a la crisis el recurrir a las urnas sin condiciones. 

En la movilización popular conocida como ‘hirak’ no hay unanimidad. Pero lo cierto es que las posiciones más radicales son las que tienen más predicamento, vista la falta total de credibilidad de un sistema que durante medio siglo ha actuado sin control y en función exclusivamente de sus propios intereses. 

El Ejército opera la mayor purga conocida

Si hay algo en lo que la inmensa mayoría de argelinos coinciden es en apoyar las detenciones que esta llevando a cabo el Ejército en todo el país. Ex primeros ministros, ministros, altos representantes de la Administración, hombres de negocios, militares, gendarmes, oficiales de Aduanas, ex mandos de los servicios secretos, están siendo arrestados y deberán comparecer ante los tribunales, unos civiles y otros militares, acusados de corrupción, de desfalco, de malversación de caudales públicos y de alta traición. 

Las últimas noticias procedentes de Argel indican que la purga no ha finalizado y que muy probablemente las detenciones van a continuar. El alto tribunal militar ha condenado en el mes de agosto a seis oficiales de la Dirección General de la Seguridad y Protección Presidencial (DGSPP), que estaba al mando del general Benali Benali, a penas de 20 años de prisión por haber ayudado al multimillonario emiratí Cheij Ahmed Hassan Abdul Qaher al-Sheebani a abandonar Argel transportando millones de euros en efectivo y en joyas, en una veintena de “valijas diplomáticas”. Al-Sheebani mantenía desde hace muchos años una estrecha relación con el ex presidente Buteflika.

La cuestión que se dirime en Argel es la de saber si la purga actual tiene un límite, y en caso afirmativo, dónde terminaría. Un indicio lo da el paso a jubilación del coronel Abdalá Yebari, jefe de la DSI (Destacamento Especial de Intervención), una unidad de élite de la Gendarmería Nacional, especializada en la lucha antiterrorista, en la liberación de rehenes y en la protección de altas personalidades. El coronel Yebari, que ha dirigido personalmente la mayor parte de las detenciones operadas en las últimas semanas, ha sido inexplicablemente enviado a jubilación. ¿Se estaba acaso extralimitando en sus funciones? ¿Apuntaba a otras personalidades ‘intocables’? No existe explicación plausible para el alejamiento del jefe de la DSI. 

Seguramente donde las detenciones llevadas a cabo han sido más discretas, pero más sensibles y radicales, ha sido en el seno mismo de las Fuerzas Armadas. Algunas fuentes apuntan a que el número de altos oficiales encarcelados en la prisión militar de Blida por implicación en diferentes asuntos asciende a 120. 

A una parte de estos oficiales, coroneles y generales, se les acusa de estar implicados en el intento de destitución del general Ahmed Gaid Salah, el jefe del Estado Mayor del Ejército, siguiendo un plan definido y orquestado por el hermano del ex presidente, Said Buteflika, y el ex jefe de los servicios secretos argelinos, el general Mohamed Medien, ambos en prisión desde el 4 de mayo pasado. 

Uno de los oficiales detenidos es el comandante Tarek Amirat, agregado militar en la Embajada argelina en Francia, al que se acusa de traición por no haber informado a la jerarquía militar de sus reuniones en París. El comandante Amirat, que fue anteriormente agregado militar en Roma, participó en las conversaciones mantenidas por el servicio secreto francés (DGSE) con oficiales del servicio de espionaje argelino (DSS), que en ese momento dirigía el general Tartag. Amirat no informó de estos encuentros al Estado Mayor dirigido por el general Gaid Salah. Dichas reuniones mostraban claramente la implicación de Francia con un sector del alto mando argelino para mantener la continuidad del régimen de Buteflika. Desde Argel el asunto era seguido por Said Buteflika en persona. 

Igualmente el general Tartag, jefe de la DSS, mantuvo reuniones con oficiales de la DGSE francesa sin informar al mando del que dependía, es decir el Estado Mayor del Ejército. Bachir Tartag está también a le espera de juicio.

En lo que respecta al ex jefe de los servicios argelinos, el general ‘Tufik’ Medien, mantuvo reuniones con oficiales del servicio secreto francés, con el fin de recabar apoyo al clan presidencial de Buteflika. El plan consistía en retirarse a último momento Buteflika de la carrera presidencial, y dejar el camino al general Ali Guediri, que contaba con el apoyo del general ‘Tufik’.  

Si bien es cierto que otros muchos de los arrestados lo han sido por asuntos de corrupción. El escándalo estalló en el mes de julio y agosto en el seno de la Dirección Central de Seguridad del Ejército (DCSA), en el cual se vieron implicados 17 altos oficiales acusados de participar en una red de chantaje que ejercía presiones y amenazas contra hombres de negocios y altos funcionarios del Estado, a los que se exigía dinero a cambio de protección e “impunidad”. 

La gravedad de este último escándalo reside en el hecho que era precisamente la DCSA el organismo encargado de dirigir las investigaciones sobre las tramas de corrupción que afectaban al clan presidencial. 

Papel político del Ejército

Tradicionalmente en Argelia, desde la Independencia del país en 1962, el Ejército ha jugado un papel  político incuestionable. En tiempo del partido único FLN, entre 1962 y 1988, el Ejército disponía de una cuota de miembros en el Comité Central del partido, además de tener sus propios miembros en el Buró Político, amén de encargarse de controlar todos los organismos de información, espionaje y seguridad. En la década de los 90, en la que Argelia estuvo inmersa en una guerra sin cuartel entre el Ejército y la insurgencia radical yihadista, las Fuerzas Armadas mantuvieron un control férreo y explicable sobre el conjunto del aparato del Estado. 

Con la llegada al poder de Abdelaziz Buteflika, traído de su exilio forzoso y puesto en el sillón presidencial por los militares, el Ejército comenzó paulatinamente a tomar distancias del juego político, limitándose cada vez más a las tareas estrictamente castrenses. 

Sin embargo, durante los dos últimos mandatos de Buteflika, desde 2009 a 2018, el Ejército se ha visto empujado a asumir las riendas en el sistema político, principalmente para mantener la unidad del país, la cohesión territorial y la defensa de la soberanía que el alto nivel de corrupción hacía peligrar. 

Aunque el Ejército argelino es considerado como uno de los mejor pertrechados de África, en armamento moderno y en calificación de su oficialidad, el Estado Mayor ve con extrema preocupación el perdurar de la crisis actual. La tarea principal de las Fuerzas Armadas sigue siendo la protección de la soberanía, la defensa del territorio (con más de 6.000 kilómetros de fronteras con países, salvo Marruecos, sumergidos en la inestabilidad), y la lucha contra el terrorismo. Visto lo cual, el Estado Mayor dirigido por el general Gaid Salah no puede permitirse el lujo de abrir otro frente interno con las consecuencias socio-económicas de una posible suspensión de pagos el próximo año. El Ejército, dicen sus oficiales más lúcidos, debe cerrar esta crisis lo más rápido posible, para dedicarse a sus tareas castrenses. 

Y el general Gaid Salah, quiéranlo o no sus adversarios, representa este pensamiento del alto mando militar. Puede que no sea el más idóneo, ni el de más prestigio personal en las filas militares, pero es su jefe de Estado Mayor. Esto es algo que deberían entender los más lúcidos de los exponentes civiles del ‘hirak’ y de la oposición política.