El partido a partido de Von der Leyen

Carlos Miranda. Embajador de España/merca2

Ursula Von der Leyen, una conservadora moderada perteneciente a la Democracia Cristiana alemana, consiguió este martes pasado la confianza del Parlamento Europeo con 383 votos positivos frente a 327 contrarios y 22 abstenciones.

Un resultado apretado pero satisfactorio teniendo en cuenta que su designación por el Consejo Europeo, donde mandan, como es natural, los Estados miembros, había tenido sus complicaciones, siendo la germana fruto de un pacto de mínimos al haber caído antes otros dos pretendientes.

La política bien llevada conduce a entendimientos más que a imposiciones. Los candidatos cabeza de listas (spitzenkandidaten) seleccionados anteriormente por conservadores, los más votados, y socialdemócratas, no cumplían, en un caso, con suficiente experiencia de gestión (Manfred Weber) o producía, en el otro, demasiado rechazo (Frank Timmermans). La Unión requiere experiencia ejecutiva contrastada y tampoco conviene imponer el presidente de la Comisión a nadie.

La candidatura de Von der Leyen adolecía de cierta debilidad al estar molestos los socialdemócratas por el rechazo a Timmermans por parte de los países de Visegrado e Italia, un veto sectario de países hoy poco europeístas. Los socialdemócratas alemanes le pusieron también la proa a su compatriota por razones de política interior (no solo en España cuecen habas …) arrastrando a bastantes correligionarios suyos a pesar de que la portavoz socialista en el Parlamento, la española Iratxe García, hubiese acogido positivamente a Von der Leyen.

La próxima presidenta de la Comisión (a partir del 1 de noviembre) ha sabido, sin embargo, asegurarse la necesaria mayoría con un buen discurso de investidura y un programa en el que destacó su voluntad de mejorar el procedimiento de elección de su cargo para lograr un mejor entendimiento entre el Consejo y Parlamento.

Los compromisos de Von der Leyden

En su programa asumió otros compromisos importantes como el ecológico de que para 2050 Europa sea un “continente neutral” que no emitiría más sustancias contaminantes que las que pudiese absorber; la lucha por la igualdad de género; la necesidad de mostrar la cara humana de las Instituciones europeas; un interés mayor por las cuestiones sociales, entre ellas salario mínimo y prestaciones por desempleo; mejor dedicación a la inmigración y apoyo a los países socios en primera línea; o el imperativo de profundizar la integración de la Unión.

Von der Leyen se enfrenta ahora a la composición de la nueva Comisión donde ha reservado las dos principales vicepresidencias para Timmermans y una preferida de los liberales, Margarethe Vestager. Como José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, desea un gobierno paritario entre mujeres y hombres, empresa difícil ya que necesitará de la colaboración de los Estados miembros que son los que proponen candidatos a la Comisión.

Luego, tendrá el inacabable Brexit con sus consecuencias si el Reino Unido sale antes del 31 de octubre o del mantenimiento de la problemática si Londres consigue otra prórroga más (Von der Leyen está dispuesta a ello). Con el probable nuevo “Premier” británico, Boris Johnson, todo es posible.

Algunos afirman que tras el Brexit disminuirá su respaldo en el Parlamento al haberse beneficiado del voto de diputados británicos. Sin embargo, también habrá que deducir los votos británicos en su contra. En todo caso, el ajustado resultado de su confirmación le obligará a ganarse el apoyo del Legislativo europeo “partido a partido”, como dicen los deportistas cautos.

Se esperará de ella, naturalmente, que impulse la defensa europea. Habiendo sido la ministra teutona del ramo, conoce bien la materia, aunque en su país le critiquen por no haber conseguido que sus Fuerzas Armadas estén al nivel exigido por el potencial económico alemán y su peso internacional. No caerá en la trampa de debilitar la OTAN.

En el marco internacional tendrá que lidiar con líderes tan egocéntricos como Donald Trump, que quiere una Europa domesticada; Vladimir Putin, que desea una Europa débil y unos EEUU fuera del Viejo Continente; y Xi Jinping, interesado, por su competición mundial con Washington, en que americanos y europeos estén divididos.

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