Opinión

Los cuatro hombres clave en la situación política de Israel

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La segunda vuelta electoral en Israel deja incógnitas políticas abiertas que no ayudan a resolver los problemas de la zona del mundo en la que está enclavado el país. Hay además paralelismos muy evidentes entre la situación política israelí y la española: dos bloques ideológicos divididos que parten en dos al país, y un jefe de gobierno que apuesta por repetir los comicios para ver si la repetición le es más ventajosa. Netanyahu forzó la convocatoria de estas segundas elecciones antes de permitir en el Parlamento que cualquier otro candidato lograra lo que él no pudo hacer: articular a su alrededor una mayoría para formar gobierno. Entre Pedro Sánchez y el líder del Likud hay más cosas comunes de las que el primero cree.

El único aspecto en el que pueden no parecerse ambas situaciones es el aumento de la participación en dos puntos que se ha registrado en la repetición de las elecciones en Israel, cuando en España todos los sondeos apuntan a un aumento sustancial de la abstención. La causa confirmada es que el electorado árabe se ha movilizado mientras la participación judía apenas ha variado respecto a los resultados de abril. Hay en todo caso, y con los complicados resultados en la mano, vientos de cambio en el país más amenazado del mundo, que podría cambiar de rumbo si finalmente su primer ministro actual no pudiera repetir en el cargo. 

Los actores que van a jugar un papel clave en el futuro inminente de Israel son cuatro:

Reuvén Rivlin (Jerusalén, 1939), jefe del Estado de Israel 

El presidente israelí tiene ante sí, una vez conocidos los resultados, una decisión trascendental: encargar gobierno al más votado, el ex general Benny Gantz que ha ganado las elecciones por un par de escaños, o mirar hacia el bloque más votado (aunque sea difícil su conformación) que sería el encabezado por el Likud de Benjamin Netanyahu. “Rubi” es miembro del partido conservador, compañero de filas de este último, y la diferencia con él es que ganó las presidenciales aunque por un margen pequeño. Su elección decidirá a su vez el futuro de Natanyahu, el dirigente tan odiado y repudiado (por todo el planeta excluyendo a sus conciudadanos aunque en proporción menguante).

Rivlin tendrá en cuenta el reparto de votos en el Parlamento unicameral Kneset con 120 escaños, y tendrá una tercera opción: el gobierno de unidad, una gran coalición, última posibilidad que evitaría unas terceras elecciones, aunque parece difícil que Gantz acepte pactar con Netanyahu, a quien acusa constantemente de corrupción. 

Las promesas electorales de unos y otros tendrán su peso en la decisión. Todos han intentado ganarse el favor de los colonos de Cisjordania y Jerusalén Este, y el Likud ha prometido anexionar a Israel la parte más importante de la ciudad de Hebrón, una afrenta a los palestinos que el presidente deberá sopesar.

Benjamin Netanyahu (Tel Aviv, 1949), primer ministro

El halcón está en horas bajas. Un animal político como él, sin embargo, siempre encuentra recursos donde parece no haberlos. Ha logrado solo 56 diputados, aunque va a contar con los que sume de sus posibles socios en una coalición “de perdedores” que suma por muy poco mayoría, si incluimos a la llave de la gobernabilidad que será Nuestra Casa.

Hace menos de seis meses se sometió ya a un plebiscito con forma de elecciones legislativas, y ahora se presentaba por quinta vez para revalidar su puesto de primer ministro, aunque su derrota por dos escaños frente a su gran rival político de centro quedará para siempre en su historial.

Romper el bloqueo para “Bibi” sería poder revalidar la fórmula de gobierno con ultraortodoxos y extrema derecha, un panorama en el que el centro no cabría. Pero él mismo ya ha descartado esta posibilidad hoy mismo, en el homenaje a Simon Peres, al ofrecer a Gantz un gobierno de unidad. Y ha puesto inteligentemente como ejemplo el acuerdo Simon Peres-Isaac Shamir, por el cual el laborista y el conservador se alternaron en el cargo de primer ministro durante una legislatura. 

Ha cancelado su presencia en la Asamblea General de Naciones Unidas, un discurso anual que siempre ha utilizado para reafirmar la voluntad de Israel de defenderse de las agresiones y explicar su posición en el complicado tablero de Próximo Oriente.

Benjamin Gantz (Kfar Ahim, 1959), líder de Azul y Blanco

El ex general y político centrista ha ganado con 33 escaños frente a los 31 del líder conservador. Pero su posible pacto solo alcanza los 55, con su coalición y los partidos árabes junto a los laboristas, que han evitado su temida desaparición de la Cámara, ya que son el histórico partido de la izquierda israelí. Se da por tanto la paradoja de que ha ganado si nos atenemos a los datos de los partidos, pero ha perdido si comparamos los bloques ideológicos. Está por ver si aceptará la propuesta de última hora de Netanyahu. También está por ver si sus conocimientos de táctica militar son aplicables a la negociación política. 

Avigdor Lieberman (Moldavia, 1958), líder de Israel Nuestra Casa

El ultraconservador laico Avigdor Lieberman y su partido Israel Nuestra Casa tiene la llave de la gobernabilidad. Las encuestas le daban ocho escaños y las ha superado en uno, hasta nueve, que conforman el eje sobre el que se podría vertebrar una mayoría de un lado o del otro. Él quiere ser el hombre clave. Es un ex del Likud y su partido tiene una fuerte influencia rusa.