Opinión

Macedonia y la UE: la construcción de una identidad europea

photo_camera Macedonia Europa

Cualquier país que respete los valores de Unión Europea recogidos en el Tratado de la Unión Europea y se comprometa a su promoción y aplicación, puede pedir el ingreso en la Unión Europea, UE. Los criterios de acceso para países candidatos se rigen por el Compromiso de Copenhague, que recoge las condiciones políticas, económicas y sociales que todo candidato a entrar en la UE debe cumplir. Estabilidad, respeto a los derechos humanos, sistema democrático, capacidad económica y el compromiso de implementar las medidas necesarias para cumplir con las obligaciones de un miembro de la UE. 

A cambio la Unión Europea ofrece prosperidad, estabilidad y mayor peso específico en asuntos internacionales.

Así comienza la página de promoción de la UE para todos aquellos países que deseen ser miembros de tan selecto club. Pero a pesar de las declaraciones institucionales considerando a los Balcanes, más allá de Rumanía, Bulgaria, Croacia y Grecia, como parte inseparable de la Europa de la Unión Europea. A pesar de asumir los compromisos de cooperación y la agenda de trabajo surgida de la Cumbre de Sofía en mayo de 2018 lo cierto es, que la integración para Macedonia del norte, Albania y el resto de países de los denominados Balcanes occidentales se resiste. En dicha cumbre la UE desgrana en 17 puntos los criterios y compromisos de cooperación y reformas sociopolíticas que deben adoptar los países balcánicos que deseen optar por ser ciudadanos europeos de pleno derecho. Además se establece un programa de prioridades a implementar antes de solicitar la entrada en la UE. Dicho programa está compuesto de los siguientes puntos:

- Fortalecimiento del apoyo al Estado de Derecho y la buena gobernanza.
- Refuerzo del compromiso en materia de seguridad y migración.
- Apoyo al desarrollo socioeconómico, prestando especial atención a la juventud.
-Aumento de la conectividad.
-Agenda Digital para los Balcanes Occidentales.
-Apoyo a la reconciliación y a las relaciones de buena vecindad en los Balcanes Occidentales.

El 15 de octubre de este año el Consejo de Europa debatió sobre la ampliación de la UE y la integración de Albania y Macedonia del Norte. La presión de Francia, con el apoyo de Holanda y Dinamarca,  ha forzado un aplazamiento para la apertura de negociaciones para la adhesión hasta la cumbre de Zagreb de 2020. La percepción de los gobiernos de estos tres países es que es demasiado pronto para integrar a estados que, según su consideración no cumplen con los criterios de adhesión. Durante los últimos diez años los procesos de integración de los países encuadrados dentro de los Balcanes occidentales han sido utilizados de manera política por los diferentes miembros de la UE, como elementos de presión frente a sus antagonistas en la región, Turquía o Rusia o para la apertura de nuevos mercados o zonas de libre comercio. La crisis económica de la última década deja dudas en Bruselas sobre si nuevas incorporaciones resultarían un lastre demasiado pesado para una UE sumida en una profunda crisis interna debido al Brexit, las crisis migratorias, el ascenso de formaciones políticas de extrema derecha en los parlamentos de los países miembros o simplemente por que los socios con más peso en Bruselas no desean hacer frente a nuevos problemas similares a los que según su consideración, generan socios como Chipre o Grecia. Incluso de cara a una reforma interna de la UE.

Macedonia además de finalizar el conflicto con Grecia, ha logrado implementar la mayoría de medidas exigidas por la UE y parecía estar a punto de comenzar las conversaciones para la adhesión, incluyendo las medidas establecidas en el punto 9 de la Declaración de Sofia de 2018, donde se establece la supresión de barreras administrativas en las fronteras. Dando un paso mas allá, con motivo del debate para la integración de esta pasado mes de octubre, Albania, Serbia y Macedonia han ampliado este punto 9 firmando un acuerdo de libre circulación de bienes, mercancías y ciudadanos entre los tres candidatos balcánicos a formar parte de la UE. La negativa de la UE, impulsada por Francia ha supuesto un duro golpe para la sociedad macedonia, creando un gran rechazo en la sociedad macedonia, que suponía vería recompensados los esfuerzos por adecuarse a las exigencias de la UE de los últimos diez años, obligando al primer ministro Zoran Zaev a adelantar las elecciones al parlamento previstas para abril de 2020. El VMRO-DPMNE (Organización Revolucionaria Interna de Macedonia-Partido Democrático para la Unidad Nacional Macedonia) ha llegado a pedir la unión con Serbia como respuesta al rechazo de la UE.
Dentro de todo este complicado proceso, una puerta a la UE permanece abierta, puesto que el Parlamento Europeo ha rechazado la decisión del Consejo de Europa. Insta al mismo a que en la reunión del próximo mes de diciembre busque una solución satisfactoria a las demandas de Macedonia del Norte para iniciar antes de la cumbre de Zagreb conversaciones para la adhesión.

Macedonia del Norte, según la nueva denominación surgida del acuerdo de Prespa entre Grecia y Macedonia, establece relaciones por primera vez con la UE en 1995 y se convierte en país candidato a partir de diciembre de 2005. Se acoge a las resoluciones del Consejo de Europa de 2003 y 2006 en las que se examinan a los candidatos, se recoge la futura adhesión de Rumanía y Bulgaria en enero de 2007. El Consejo de Europa, tras la cumbre de Salónica reconoce los avances de Macedonia y las reformas destinadas al ingreso en la UE, pero no las juzga suficientes, insta al gobierno macedonio a seguir trabajando en la dirección marcada por la UE y a presentar su candidatura oficial en 2005. 

La moderna República de Macedonia del Norte es una sociedad multiétnica y multireligiosa compuesta, según datos del Ministerio de exteriores por un 70% de población ortodoxa y un 27% de musulmanes de tradición otomana, sobre una población de algo más de dos millones de habitantes. Étnicamente está compuesta por una mayoría de eslavos macedonios, con importantes minorías de gitanos, turcos, eslavos serbios y albaneses. Alrededor de un 65% de ciudadanos se consideran macedonios y un 35% de ciudadanos son de etnia gitana, de origen albanés, serbio o turco. La minoría albanesa es la mas importante del país por peso social y cultural. Tienen una amplia representación parlamentaria, con tres partidos albaneses con representación en la Asamblea y ocupando la presidencia el albanés Talat Xhaferi de la DUI (Unión Democrática por la Integración). La minoría albanesa tiene plenamente reconocidos y protegidos por ley sus derechos culturales y lingüísticos, siendo el albanés cooficial en el parlamento junto al macedonio y en aquellas localidades donde la población albanesa supere tasas del 20% de la población. Actualmente Macedonia del norte se encuentra inmersa en una serie de reformas económicas que buscan dinamizar y promocionar el sector de las exportaciones, y posicionar al país como un destino interesante a la hora de invertir tanto de cara a una futura integración en la UE, como al margen de la misma, buscando nuevos socios comerciales y acuerdos económicos centrados en las exportaciones y en el entorno regional. Bulgaria, Rumanía, Serbia y Grecia son sus principales socios comerciales en la región.  Otro de los apoyos más firmes con que cuenta Macedonia es Turquía que considera a su antigua provincia uno de los aliados estratégicos más importantes dentro de su expansión balcánica y es pieza clave en la política exterior turca.

Macedonia posee el estatus de socio de la OTAN, organización en la que se encuentra en proceso de adhesión, pero al igual que ocurre con la UE, su candidatura ha sido bloqueada sistemáticamente por Grecia. Mas fructífera es la cooperación con los EEUU y la ONU en materia de seguridad, formando parte entre 2003 y 2008 de la operación Iraqi Freedom, y de las operaciones de la ONU en Liberia y Líbano en 2006 y 2007 43. La crisis de los refugiados ha supuesto el último reto de Macedonia del Norte en cuestión de seguridad y cooperación. 

Las relaciones de seguridad con la UE y la OTAN han sido complicadas, de nuevo,  debido al conflicto con Grecia. Macedonia del norte ha buscado cumplir todas las condiciones del acuerdo de estabilización y asociación con la UE, incrementando la cooperación e incluso integrándose en maniobras militares de los grupos de combate de la UE y colaborando en las misiones EUFOR Althea en Bosnia Herzegovina y en la ISAF, Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, en Afganistán.

Dentro del complicado entramado territorial que son los Balcanes occidentales, la región en la que hoy se encuentra la República de Macedonia del Norte, fue pieza fundamental en el sistema de comunicaciones terrestres del Imperio otomano, ya que era el único territorio que conectaba las posesiones otomanas en Europa con Anatolia en todas direcciones. Hoy Macedonia es atravesada por la única carretera moderna dentro del su red viaria, financiada por la UE, que conecta Grecia con el corazón de la vieja Europa, el llamado eje Salónica-Belgrado. 

Durante las guerras de Yugoslavia de la década de los 90, Macedonia obtuvo su independencia de forma pacífica, refrendada rápidamente a nivel internacional por el reconocimiento de Bulgaria. El gobierno de Sofía envuelto en la transición de un sistema socialista a uno de economía de mercado no deseaba, pese a ciertas reclamaciones territoriales y culturales que mantenía sobre macedonia. Verse envuelto en el conflicto yugoslavo con un nuevo frente en su frontera sur, evitando las reclamaciones territoriales de Grecia en sus provincias del norte, y preservando infraestructuras vitales era algo imposible de asumir por el gobierno búlgaro. A pesar del rápido reconocimiento Bulgaria no renunció a la reclamación histórica de considerar búlgaros a los habitantes de Macedonia.  También Turquía desde 1991 reconoce el nombre y los símbolos nacionales, aprovechando para fortalecer su posición en la región, con un nuevo aliado frente a Grecia. 

Durante la guerra de Kosovo Macedonia sirvió como base de las tropas de la OTAN, facilitando la logística de la Alianza en la región, y acogiendo a gran número de refugiados kosovares en su territorio. Esta colaboración, si bien fue un importante paso adelante en el proceso de integración de la joven república en la comunidad internacional, sufrió un importante retroceso durante el conflicto de 2001 en el que la minoría albanesa y la UÇK se enfrentaron al ejército macedonio. La rápida progresión de la UÇK hacia Skopje, ocupando poblaciones a solo 15 km de la capital. La sombra de un nuevo conflicto en los Balcanes planeaba sobre Europa y la anexión a Kosovo y Albania de las provincias de mayoría albanesa se convirtió en la certeza de un nuevo desmembramiento territorial entre las antiguas repúblicas yugoslavas. Los enfrentamientos se vieron reflejados en estallidos sociales por todo el país. Episodios de pogromos anti albaneses en localidades como Prilep, Orhrid y Bitola. Estos pogromos hicieron temer un nuevo episodio de limpieza étnica en los Balcanes.

Los acuerdos de paz de Orhrid de agosto de 2001 pusieron fin al conflicto modificando la constitución y reformando aspectos clave para reformar la convivencia, resultando en una equiparación de derechos de las minorías albanesa, turca y gitana con la mayoría eslava, incluyendo el derecho a hablar sus lenguas y portar sus símbolos. Igualmente se incluyó una ley de amnistía, a la que entre otros se acogió Talat Xhaferi, presidente de la Asamblea, y comandante del NLA/UÇK (Ejército de liberación nacional). La elección de Xhaferi en 2017 como Presidente de la Asamblea motivó un nuevo enfrentamiento con el nacionalista paneslavista VMRO-DPMNE del presidente del gobierno Gjorge Ivanov, que ocupó la Asamblea en Skopje en un intento por detener su nombramiento, al que calificaban como golpe de estado. 

Macedonia ha visto lastrado su desarrollo desde la independencia en 1991 por el conflicto con Grecia y en las últimas dos décadas por los conflictos en Kosovo, y la sombra de la gran Albania, de la que paradójicamente no quieren oír hablar en Tirana. A nivel interno los enfrentamientos con la minoría albanesa se reprodujeron durante un breve periodo de tiempo en 2015, ataque desde Kosovo a Kumanovo, pero que han servido, como hemos visto para reforzar los argumentos paneslavistas del VMRO-DPMNE, y el conflicto social con la etnia gitana.

La construcción de la identidad de Macedonia como estado ha jugado un papel protagonista en el historial de fracasos en la relación entre la UE y Skopje. La cuestión por el nombre y los símbolos nacionales ha sido caballo de batalla entre Grecia y Macedonia desde 1995, vetando el país heleno todos los intentos de adhesión macedonios hasta que no se resolviese esta cuestión. Esta cuestión, a simple vista secundaria, ha supuesto un quebradero de cabeza en los intentos por estabilizar la región y un quiste en el costado de la UE.

Desde la independencia de Macedonia en 1991 Grecia se opone a la construcción nacional de Macedonia. Atenas rechaza el uso de la denominación Macedonia por parte de su vecino, acusándole de apropiación cultural de un nombre y unos símbolos que son parte de la identidad de Grecia, por lo que el gobierno griego decide no reconocer al nuevo país y su configuración como estado nación. Las reclamaciones territoriales sobre macedonia fueron constantes durante la primera mitad de la década de los 90, incluyendo un duro embargo comercial, que situó a ambos países al borde del enfrentamiento armado a lo largo de 1995. 

La construcción de una identidad nacional propia, independiente de Yugoslavia, basada en la historia del Reino de Macedonia, apropiándose de su simbología, no ha hecho más que enquistar y ahondar el conflicto con Grecia, como respuesta a los requerimientos de la UE de resolver el conflicto por el nombre del país como requisito previo a la adhesión. 
En este sentido, citando un trabajo del Instituto de ciencias sociales y humanidades de Skopje el objetivo del gobierno es:
“afirmar la identidad nacional percibida bajo ataque dada la privación del derecho de la República de Macedonia a hacer uso del nombre ‘Macedonia’ como identificación del Estado”

Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad macedonia, consecuencia del proceso de construcción de identidad nacional, y su deriva en el conflicto con Grecia, es el surgimiento de un movimiento nacionalista eslavo macedonio, que divide una sociedad étnicamente heterodoxa, llegando a producirse enfrentamientos entre la mayoría eslava y la minoría albanesa. Pese a que los diferentes gobiernos han implementado los acuerdos de Orhrid, aumentando la presencia pública y política de la minoría albanesa, y la adopción de sus símbolos nacionales y lengua en las provincias en que son mayoría, acciones como Skopje 2014 no hacen más que profundizar en estas diferencias y excluir a las minorías presentes en el país, provocando un recrudecimiento de los enfrentamientos entre albaneses y eslavo macedonios. En 2014 se acusó durante las elecciones al partido BESA (El Juramento) formado por albaneses, de ser la marca blanca del AKP turco en Macedonia. Estas acusaciones fueron formuladas por miembros del resto de partidos políticos que agrupan a la minoría albanesa en el parlamento de Skopje. 

El plan Skopje 2014 fue una iniciativa del gobierno nacionalista del VMRO-DPMNE impulsado por el primer ministro Nikola Gruevski. Con objeto de modernizar y dotar de nuevas infraestructuras modernas y transformar Skopje en una capital europea moderna, se diseña un plan arquitectónico para la ciudad basado en la exaltación del helenismo y el nacionalismo, en el que juega un papel fundamental la construcción de una identidad nacional basada en este concepto. En una exaltación del nacionalismo más rancio se puebla Skopje de estatuas de Filipo II y de su hijo Alejandro Magno, así como de la monumental Puerta de Macedonia. De inmediato el plan provocó las protestas de Grecia y Bulgaria, que de nuevo reclaman la subversión de su identidad cultural por parte de Macedonia y denuncian las acciones del gobierno de Gruevski como la demostración de la escasa voluntad de entendimiento entre Macedonia y Grecia por la controversia del nombre y los símbolos nacionales. Un nuevo desencuentro y un paso atrás. 

El final del conflicto con Grecia llega en junio de 2018 con el acuerdo entre ambos países sobre los símbolos nacionales de Macedonia y la denominación oficial del País, que pasa a denominarse República de Macedonia del Norte. Macedonia sanciona el acuerdo convocando una consulta en la que además se pregunta a los ciudadanos si están de acuerdo en al apertura de negociaciones para el ingreso en la UE y OTAN.  Finalmente, en enero de este año con la firma de los acuerdos de Prespa, posteriormente refrendados en el parlamento griego y sancionados por Naciones Unidas, Grecia y Macedonia llegaban a un acuerdo histórico y al final de un conflicto identitario que ha condicionado las relaciones de la UE en los Balcanes durante los últimos 30 años. Los acuerdos de Prespa, tuvieron un alto grado de rechazo entre parte de la sociedad griega, al menos el 50% de la población es contraria a la nueva denominación de su vecino, y consideran los acuerdos una cesión inadmisible ante Skopje. Así mismo en Macedonia, el partido del presidente del gobierno Gjorge Ivanov, el VMRO-DPMNE hizo un llamamiento a la población para boicotear los acuerdos. 

La postura francesa con apoyo de Holanda y Dinamarca no sorprende, y puede explicarse desde una perspectiva política de ámbito interno, condicionada por la fuerte oposición a la ampliación en la opinión pública de los países miembros de la UE. Según el Eurobarómetro de agosto de este año, un 45% de los ciudadanos de la UE se opone a una ampliación de la Unión. En Holanda el 65% de la población se opone a una ampliación, el 57% en Alemania y el 58% en Francia. En España solamente el 18% se opone a una ampliación. Francia está mas preocupada en este momento de gestionar el Brexit y de asentar las bases de un futuro liderazgo político en una UE sin Gran Bretaña que de gestionar una apertura hacia el este que a nivel político reforzaría la posición de la extrema derecha de Le Pen, sobre todo con respecto a países como Albania.  Holanda ya rechazó en referéndum en 2016 la creación de una zona de libre comercio con Ucrania,  hastiada por lo que la sociedad holandesa considera una expansión sin límite de la UE, estas posturas son la base programática del PVV (partido de la libertad) de Geert Wilders, euroescéptico de extrema derecha y segunda fuerza en la cámara de representantes en La Haya. 

Tras solucionar un conflicto enquistado durante 27 entre Grecia y Macedonia, el siguiente punto a tratar es un periodo de 14 años desde que en 2005 Macedonia presentase su candidatura. El gobierno del país balcánico ha expresado su malestar ante un nuevo fracaso en la integración del país en la UE, que juzgan asegurada desde la cumbre de Salónica de 2003, continuando con un proceso abierto en 2005 y en el que Skopje ha cumplido con todos los puntos marcados desde Bruselas en las sucesivas cumbres organizadas para debatir la integración de los países de los Balcanes occidentales. Por su parte la UE, encabezada por Francia argumenta que si bien Macedonia ha cumplido con los puntos exigidos, se resiste a implementar ciertas reformas fiscales que París considera imprescindibles para desbloquear una situación, que lleva a la UE a un estancamiento político y a priorizar los asuntos internos de cada estado miembro, apartando cuestiones, sin duda imprescindibles como la ampliación en los Balcanes. Una ampliación que supondría la tan ansiada estabilización política de la región, prevención de las crisis nacionales cíclicas, mejor gestión de los flujos migratorios, fortalecimiento político de la UE frente a terceros actores, como pueden ser Turquía, EEUU, China o Rusia y una mejor gestión de la seguridad europea, por encima de la OTAN. Es probable que no afrontar con premura esta ampliación suponga un tiro en el pie de la UE frente a los retos que supone una región que a lo largo de la historia se ha significado por la relevancia y las repercusiones que cualquier suceso político y social ocurrido en su seno ha tenido para el resto del continente.

Considerando a Macedonia como la mejor avanzada para progresar en el futuro hacia la plena integración de los Balcanes occidentales. Macedonia supone el reto de una sociedad multiétnica, reto que se antoja imprescindible para los países miembros de la UE, incapaces muchas veces de aceptar las múltiples facetas, étnicas y culturales que suponen las sociedades del siglo XXI. Citando a Bismarck,  si alguna vez hay otra guerra en Europa, será resultado de alguna maldita estupidez en los Balcanes. Previsión que una vez mas se cumplió hace solamente 25 años y que la integración sobre una sólida base social podría esta vez, convertir en solamente una frase mas para la historia. Pero que de propiciar un cambio político en Macedonia, fruto de este último desencuentro con la UE, una hipotética victoria de los nacionalistas del VMRO-DPMNE supondría el rechazo de los acuerdos de Prespa y una marcha atrás en la integración en la UE, además de propiciar la vuelta a la escena política del dimitido primer ministro Nikola Gruevski desde su refugio en Hungría. 

Algo que Macedonia no se puede permitir.