El primer ministro etíope ha logrado la paz en Eritrea y ha contribuido a la transición de Sudán

¿Quién es Abiy Ahmed, Premio Nobel de la Paz 2019?

AP/FRANCISCO SECO - Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, ha sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz de 2019, que, además, este año celebra su edición número 100. El dirigente africano se ha impuesto a la activista sueca Greta Thunberg, el líder brasileño Raoni Metuktire y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, entre otros candidatos, contra todo pronóstico, pues las apuesta otorgaban una clara ventaja a la joven Thunberg, por su lucha incansable contra la crisis climática.

Entonces, la pregunta que se plantea es qué ha sido tomado en consideración por el Comité Noruego del Nobel, que ha conseguido superar el impacto de la temática medioambiental, reinante en la agenda mediática internacional en los últimos tiempos. Según ha publicado la propia web de los Premios, Abiy Ahmed ha sido reconocido “por sus esfuerzos para lograr la paz y la cooperación internacional, y en particular, por su iniciativa decisiva para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea”. El comunicado también recoge que “el premio está destinado a reconocer a todas las partes interesadas que trabajan por la paz y la reconciliación en Etiopía y en las regiones de África oriental y nororiental”.

Cabe destacar, en este punto, que Abiy Ahmed (Beshasha, Etiopía, 1976), fue designado como el 15º primer ministro del país africano el 2 de abril de 2018, tras una extensa carrera dedicada a la política. Anteriormente -ordenado de más reciente a más antiguo-, desempeñó el cargo de tercer presidente del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope, de líder del Partido Demócrata, de ministro de Ciencia y Tecnología entre 2015 y 2016, y de director de la Agencia de Seguridad de la Red de Información entre 2008 y 2015.

En tan solo 18 meses en al frente del poder etíope, su labor orientada a la estabilización de la región, con numerosos conflictos abiertos, ha sido reseñable, sobre todo, en el marco de la guerra entre su país y el vecino Eritrea, que se ha prolongado durante 20 años (1998-2018) y que ha dejado un saldo de 70.000 víctimas mortales, entre soldados y civiles.

El conflicto entre las dos naciones estalló cuando las autoridades eritreas dieron la orden de ocupar diversas zonas fronterizas -algunas en disputa, otras no-, lo que incurrió en la violación del artículo 2, epígrafe 4, de la Carta de Naciones Unidas, que postula que “los miembros de la Organización […] se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado”. El 18 de junio del año 2000 se logró firmar un acuerdo de alto el fuego, que fue seguido de un nuevo entendimiento con la ratificación de un acuerdo de paz en el mes de diciembre de ese año en Argel. Esto también permitió el despliegue sobre el terreno de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU, la UNMEE, y la creación de la Comisión de Fronteras (EEBC, por sus siglas en inglés).

A pesar de estos acercamientos, “la relación entre Eritrea y Etiopía permaneció encerrada en un punto muerto durante dos décadas, marcado por escaramuzas esporádicas”, todo ello motivado por “la falta de cooperación de Etiopía, en contra de los acuerdos de Argel y la objeción particular a la transferencia de Badme [territorio fronterizo en disputa], así como la obstinación de Eritrea durante la etapa de demarcación [del territorio]”, como explica Geneva Academy. De hecho, como publicó The Economist, “la guerra fría entre Etiopía y la vecina Eritrea una vez pareció irresoluble”.

Por ello, no fue hasta la llegada a la gobernanza de Abiy Ahmed el año pasado cuando la distensión acogió un nuevo impulso en aras de una solución a la guerra de dos décadas. “El cambio político y generacional dentro del gobernante Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope anunciado por su ascenso había hecho posible un pensamiento tan fresco”, analizaron los expertos. 

Así, el recién nombrado primer ministro, que había jurado su cargo tan solo tres meses antes, declaró, por primera vez, que Etiopía iba a cumplir con sus compromisos firmados en el acuerdo de Argel y con el mandato estipulado de la EEBC. El 9 de julio de 2018, el primer ministro etíope y el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, firmaron la Declaración Conjunta de la Paz y la Amistad, un documento que ponía fin al estatus de punto muerto de “ni guerra ni paz” y que devolvía la estabilidad a la región, por medio del cese de hostilidades.

Junto con la restauración de la paz, los dos países acordaron el restablecimiento de las relaciones comerciales y diplomáticas, así como la planificación de proyectos conjuntos para el desarrollo y la reapertura de las fronteras. “Los vientos del cambio soplan en el Cuerno de África”, publicaban entonces los medios africanos. “El odio, la discriminación y la conspiración ya terminaron. Nuestro enfoque a partir de ahora debe ser desarrollar y crecer juntos… Ahora es el momento de compensar los tiempos perdidos”, declaraba el presidente eritreo con motivo del acuerdo de paz.

El presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, y el primer ministro etíope, Abiy Ahmed durante un concierto en el Salón del Milenio en Addis Abeba, Etiopía, el 15 de julio de 2018
La mediación en Sudán

Eritrea no ha sido el único foco de actuación de Abiy Ahmed en la región. Su papel en Sudán, tras el golpe de Estado que derrocó al ya expresidente Omar al-Bashir el 11 de abril de 2019, ha sido igualmente reconocido por la comunidad internacional.

Después de la destitución del mandatario, se abrió un periodo en Sudán caracterizado por la gobernanza del Consejo Militar de Transición, una institución liderada por el general Abdel Fattah al-Burhan que estuvo acusada de protagonizar varios episodios violentos contra los manifestantes que reclamaban una estructura de poder civil alejada de las reminiscencias del régimen de al-Bashir. La transición hacia una apertura -de naturaleza democrática- pareció enquistarse cuando las negociaciones entre el Consejo y los líderes de la oposición se suspendían constantemente por falta de acuerdo.

Fue entonces cuando entró en el escenario el primer ministro etíope, decidido a llevar a cabo una labor de mediación sin precedentes entre dos posturas en un principio radicalmente opuestas. El 7 de junio, Abiy Ahmed se desplazó hasta la capital sudanesa, Jartum, convirtiéndose en el primer mediador en la transición del país africano. Allí, se reunió por separado con al-Burhan y con los dirigentes opositores de las Fuerzas de la Declaración de la Libertad y el Cambio (DFCF, por sus siglas en inglés). Si bien no se consumó un acuerdo hasta el 17 de julio, más de un mes después, significó la primera fase del deshielo de las relaciones entre los generales y los civiles. 

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, se reúne con el jefe del Consejo Militar de Transición de Sudán, el teniente general Abdel Fattah Al-Burhan, en Jartum, Sudán, el 7 de junio de 2019

Cabe destacar, asimismo, que esta visita de Abiy Ahmed a Sudán en junio precedió a cualquier otro intento de mediación por parte de los vecinos regionales, incluyendo a la Unión Africana, institución que tiene su sede en la capital etíope, Addis Abeba y que, posteriormente, jugó un rol clave en el desbloqueo de la situación. Ejemplo de ello fue que el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki, junto con el primer ministro etíope y otros mandatorios regionales, estuvo presente en la ceremonia de la firma del acuerdo, que tuvo lugar el 18 de agosto en Jartum.

Otros escenarios en los que Abiy Ahmed ha ejercido labores de mediación en este primer año y medio de mandato han sido Sudán del Sur o Kenia, también con éxito. 
 

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