¿Cuál es el impacto real de las grandes plantaciones en países tropicales?

El lado oscuro de los monocultivos

photo_camera Atalayar - De izquierda a derecha, el editor Jesús Espino; las autoras Laura Villadiego, Nazaret Castro y Aurora Moreno; y la coordinadora de Amigos de la Tierra España Blanca Ruibal

A menudo, las grandes explotaciones agrícolas en las que se cultiva una sola especie, lo que técnicamente se conoce como monocultivos, son presentadas como una fuente de riqueza y prosperidad para las comunidades se desarrollan. Desde luego, estas actividades, por lo general, suelen provocar grandes aumentos en los flujos monetarios, así como creación de puestos de trabajo y el fortalecimiento de industrias paralelas, como el transporte y la fabricación de bienes de equipo.

No obstante, estos mismos monocultivos tienen una vertiente bastante menos halagüeña. Este es el espíritu del ensayo “Los monocultivos que conquistaron el mundo. Impactos socioambientales de la caña de azúcar, la soja y la palma aceitera”. Publicado por la editorial Akal, la obra elaborada tras dos años de investigación por Nazaret Castro, Aurora Moreno y Laura Villadiego, integrantes del colectivo periodístico Carro de Combate, ha sido presentada en el Espacio Ecooo de Madrid este miércoles, 16 de octubre.

Las autoras han estado acompañadas por el editor Jesús Espino y por Blanca Ruibal, coordinadora de la asociación Amigos de la Tierra España. Durante el acto de presentación, ambos han insistido en remarcar la pertinencia del libro. Como cabeza visible de la organización ecologista, Ruibal se ha felicitado de que el estudio plantee preguntas acerca del funcionamiento del sistema agroalimentario mundial. 

Aunque se ha felicitado de que la crisis climática haya entrado con fuerza en la agenda política en los últimos meses, ha lamentado que la mayor parte de la atención se dirija hacia la forma de producir y consumir energía, mientras que los alimentos apenas suscitan interés. “Sería maravilloso que hubiese más concienciación al respecto a todos los niveles, desde la población a la esfera política, y creo que este libro puede ser una contribución importante para eso”, ha sentenciado Ruibal.

En efecto, el libro escrito por Castro, Moreno y Villadiego abarca todas las fases de la cadena de producción, desde la adquisición de terrenos para establecer plantaciones en países tropicales hasta el consumo en los hogares, normalmente en territorios con unos mayores ingresos medios. Las autoras se centran en analizar tres casos: el azúcar, la soja y la palma. Han llevado a cabo el proyecto en Camerún, Indonesia, Colombia, Guatemala y Ecuador.

El Pantanal es el humedal más grande del planeta, ubicado en Brasil, Bolivia y Paraguay. Este ecosistema corre el riesgo de colapsar si las cabeceras de los ríos no están protegidas del avance de los monocultivos
Costes ecológicos

Según su investigación, estos grandes monocultivos suelen generar perjuicios de distinta índole. A nivel medioambiental, la quema de bosque tropical es una práctica habitual para generar tierra cultivable; esto trastorna gravemente los ecosistemas y empuja fuera de sus hábitats a especies animales autóctonas, como en el caso de los orangutanes en Indonesia. Además, los resultados del estudio apuntan a que existen grupos humanos indígenas que se han visto desposeídos de terrenos con un profundo valor espiritual.

“El impacto no debe ser medido únicamente en base al flujo monetario”, ha recordado Nazaret Castro, periodista afincada en Argentina que ha realizado el análisis sobre los cultivos de soja. Empleando un lenguaje más económico, ha señalado “pasivos ambientales” y “externalidades” derivadas de empleo de pesticidas: “En Argentina, llueven glifosatos; están también en el fondo de los ríos y propician el nacimiento de superbacterias”.

A lo largo de su reflexión, las autoras han introducido ciertas contradicciones que caracterizan a los monocultivos. Castro ha profundizado en la situación actual de desabastecimiento de su país de residencia, donde las plantaciones de soja ocupan ya tres quintas partes de la superficie cultivable: “Argentina tiene capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas; sin embargo, la soja se dedica a fabricar piensos o a la exportación”. Como consecuencia, esos recursos no llegan a una población empobrecida. 

Aurora Moreno, por su parte, se ha referido al caso de la palma, dominante en el sudeste asiático. Con frecuencia, el aceite de esta planta se presenta como un agrocombustible alternativo a combustibles fósiles como el petróleo o el carbón. Sin embargo, la sostenibilidad de las plantaciones es puesta en duda en el curso de la obra. En el caso del azúcar, una gran parte de la producción termina siendo un aditivo en productos alimentarios.

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Laura Villadiego ha ido más allá y ha puesto en duda la razón de ser misma de estas plantaciones. ¿Realmente están prestando un servicio útil? “Estamos produciendo combustibles y alimentos ultraprocesados en estos países que ni siquiera son buenas para nosotros. Todo esto, ¿para qué? Al final, no tiene sentido”, ha sentenciado.

El acto de presentación también ha discurrido por cauces más positivos. Las investigadoras, así como Blanca Ruibal, han dialogado sobre posibles alternativas a los modelos de producción, distribución y consumo que propone, en la actualidad, la industria agroalimentaria. Las ponentes han reclamado una fiscalización más efectiva del sistema de adquisición de tierras en los países productores, pues suele estar en manos de las propias empresas extractivas.

Asimismo, las autoras han sugerido medidas como la desincentivación de los plásticos, la promoción de los cultivos ecológicos y el fomento del consumo de proximidad como vías de actuación a nivel político para que el sector primario sea más sostenible, tanto a nivel medioambiental como a nivel económico. Han querido recordar que “no se trata de ser coherentes al cien por cien, sino de ir haciendo pequeñas modificaciones que aporten un granito de arena”.

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