El principal partido de la oposición y los antiguos rebeldes tuaregs se retiran del “dialogo nacional inclusivo” propuesto por el presidente Keïta

En peligro el proceso de paz en Malí

photo_camera REUTERS/EDUARDO MUÑOZ - El presidente de Malí Ibrahim Boubacar Keïta se encuentra en la Asamblea General de las Naciones Unidas y no ha podido estar presente en los diálogos de convivencia

Se complican los diálogos para restablecer la estabilidad en Malí. Malas noticias para un país ya de por sí institucionalmente débil. El “diálogo nacional inclusivo” impulsado por el presidente Ibrahim Boubacar Keïta no contará con el concurso ni del principal partido de la oposición -el Frente para la Salvaguarda de la Democracia (FSD)- ni de la Coordinación de los Movimientos en Azawad (CMA), que reúne a grupos responsables de actividades insurgentes previos a 2015.

Las conferencias para el diálogo se han iniciado en los últimos días del mes de septiembre en el Centro Internacional de Conferencias de Bamako. ¿Su objetivo? Sentar los términos de referencia que deben guiar la convivencia pacífica en el país en los próximos años. Sin embargo, dos actores que estaban llamados a representar un papel capital en la mesa de negociación se han borrado del proyecto nada más empezar; dos movimientos que, aunque no eran del todo imprevisibles, cuestionan notablemente la efectividad de la iniciativa presidencial. Las razones que han aducido los dos colectivos han sido distintas.

La oposición, con Soumaïla Cissé a la cabeza, ha señalado cuestiones tanto de forma como de fondo. El FSD ya había manifestado el pasado agosto que la idea del presidente no convencía mucho a su cúpula; un desencanto que se ha confirmado con el comienzo de las conversaciones. Cissé ha criticado anomalías en el diseño de las negociaciones que, desde su punto de vista, no permiten una representación equitativa de los distintos grupos parlamentarios. El líder de la oposición ha puesto en duda el carácter inclusivo de la convocatoria: “Nuestros representantes solo han podido tomar parte en tres grupos de trabajo anunciados en el pleno de apertura; un cuarto grupo ha sido constituido sin que hayan podido participar en él”. 

Además de esta presunta maniobra entre bambalinas, el FSD también arguye que los diálogos adolecen de ciertos problemas de fondo más graves. Según Cissé, el foro no aborda los temas de fondo que influyen en la crisis social, política y económica de Malí. En particular, ha hecho referencia al bloqueo de la aplicación de los compromisos de paz, a la reforma constitucional, y a la instauración de instituciones públicas más estables en la provincia de Kidal.

Esta región está situada en el nordeste del país y limita con Argelia y Níger. A lo largo de la última década, ha sido una de las zonas más calientes del país. Las fronteras son porosas. La mano del poder público, en la práctica, no llega a casi ningún sitio. Grupos de milicianos, yihadistas y relacionados con el crimen organizado han establecido allí bases y redes de operaciones. En 2012, los rebeldes tuareg se aprovecharon de estas circunstancias y declararon la secesión unilateral del norte de Malí -la región de Azawad-, que incluía todo Kidal. No obstante, las fuerzas insurgentes fueron rápidamente diezmadas por las tropas francesas desplegadas en el curso de la Operación Serval.

La zona de actuación de los rebeldes quedó reducida a la pequeña ciudad de Kidal, capital regional, y sus alrededores. Los tuaregs se agruparon en torno a la CMA. Antes, estaban dispersos en varias formaciones distintas, entre ellas el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad, el Alto Consejo para la Unidad de Azawad y el Movimiento Árabe del Azawad. Después de años hostigados por las fuerzas del orden, los tuaregs decidieron colaborar con el Gobierno de Malí para poner fin a las hostilidades.

En verano de 2015, ambas partes firmaron un tratado de paz en Argel. El documento contempla un reconocimiento de la diversidad cultural y social en los márgenes de la unidad nacional y el diálogo como instrumento de resolución de conflictos. Además, aboga por que las diferentes regiones y comunidades del país disfruten de mayor capacidad de toma de decisiones sin que haya grandes desequilibrios; esto es, abre la puerta a una cierta descentralización del poder de Bamako.

Sin embargo, durante la apertura de los diálogos, el presidente Keïta comentó: “Es importante para mí reafirmar el compromiso del Gobierno maliense con este acuerdo, sin perjuicio de que se puedan discutir algunas de sus disposiciones. Lo esencial es conservar su espíritu”. Estas declaraciones han sido interpretadas por los representantes de los tuaregs como un intento de revisar a posteriori el pacto, según ha confiado el portavoz de la CMA Moussa Ag Attaher en una entrevista a Jeune Afrique.

A pesar de la espantada del FSD y la CMA, sí están asistiendo a las conferencias 600 representantes de la Administración a todos los niveles, desde el primer ministro Boubou Cissé a alcaldes y concejales de otras zonas del país. La sociedad civil también está presente a través de organizaciones y asociaciones. El presidente Keïta no ha podido asistir a todas las conversaciones, pues ha viajado recientemente a Nueva York para participar en la sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas. 

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