Líbano: la sociedad civil ante la crisis
Ya nada funciona en el país de los cedros. Hoy en día los libaneses ya no viven, sobreviven. Desde hace varios meses, Líbano se ha hundido en una crisis financiera sin precedentes. Según las últimas estadísticas, el 45% de la población vive actualmente por debajo del umbral de pobreza, una situación que ya era anterior a la COVID-19.
El pasado octubre, el Estado quiso imponer un impuesto a las comunicaciones a través de WhatsApp que despertó la ira de la gente. Se organizó una gran movilización contra el gobierno y esa fue la última gota que colmó el vaso. Corrupción, incompetencia... la clase política libanesa nunca ha sido tan impopular y criticada. El colapso de la moneda libanesa ha llevado a una grave crisis sociopolítica. Mientras que el tipo de cambio de los bancos sigue siendo de 1.500 libras por un dólar, la realidad es que ese mismo dólar vale 9.000 libras. Para mantenerse en las cifras, la tasa de inflación que ha afectado a los productos alimenticios en los últimos meses se sitúa ahora en el 72%. Las fotografías de los libaneses tomadas delante de sus neveras vacías han dado la vuelta al mundo y han conmocionado a los ricos.
El FMI ha instado al Gobierno libanés a encontrar una salida a la crisis y acordar un plan de rescate, pero las fracturas políticas son profundas y van acompañadas de fragmentación social. Washington acusa a Hizbulá, un aliado de Teherán, y un peso pesado en la política libanesa de “desviar miles de millones de dólares que deberían haber ido a las arcas del gobierno”. Estas fueron las palabras de la embajadora americana en el Líbano, Dorothy Shea, a una cadena de televisión saudí. Declaraciones que han sido ampliamente criticadas y que dan una dimensión internacional a esta crisis con sus innumerables ramificaciones.
A nivel nacional, esto ha dado lugar a despidos masivos y salarios más bajos. La vida cotidiana de los libaneses va de una privación a otra. Los cortes de electricidad también le recuerdan a la gente los tristes años de la guerra. Los semáforos están apagados. No funciona nada en la hermosa Beirut que hizo soñar a todo Oriente Medio e incluso más allá.
El año 2020 es el año en que se celebra el centenario del país. Un aniversario muy triste. Líbano se enfrenta ahora a su destino. No solo le atormenta una crisis financiera, después de haber vivido una larga guerra fratricida (1975-1990), sino su misma existencia, de la que estamos hablando hoy. ¿Qué vale un país si su gente no puede comer y se suicida por hambre? Ali Al-Haq tenía 60 años cuando volvió su arma a la sien y se disparó a la vista de todos y en la calle. Lamentablemente, no se trata de un caso aislado y se produjeron varios suicidios.
Líbano se está asfixiando, ya nadie es capaz de dirigirlo. Por el momento la clase política se está desgarrando; Alain Bifani, director general del Ministerio de Finanzas y encargado de negociar con el FMI ha dejado su puesto. Las tiendas están cerrando en Beirut, Trípoli y muchas otras ciudades libanesas. La falta de liquidez está bloqueando todo el país y tomando a su gente como rehén.
Después de un respiro que duró la duración de la pandemia, se reanudan las manifestaciones y los levantamientos populares. Trípoli se ha convertido en el centro de la protesta. Aquí la gente dice que preferiría morir de coronavirus que de hambre. La delincuencia también ha alcanzado niveles récord debido al desempleo y a la gran desesperación de los habitantes.
En Líbano hablamos de una “élite bancaria” que está fuera de control. La salida de capitales ha sido denunciada hasta hace poco y el país está pasando de un escándalo financiero a otro. El FMI ha condicionado su ayuda a la introducción de controles de capital, pero tampoco es una conclusión previsible... El 13 de julio, el Fondo Monetario Internacional reiteró su petición y quiere respuestas claras: “Es muy importante que las autoridades se unan en torno al plan del gobierno. Por nuestra parte, estamos dispuestos a colaborar con las autoridades para mejorar el plan cuando sea necesario”, dijo Athanasios Arvanitis, director adjunto del FMI para Oriente Medio y Asia Central. Para que conste, el ministro de Finanzas Ghazi Wazni dijo que las conversaciones con el FMI se suspendieron. Este paquete de rescate parece estar bien comprometido y es difícil de implementar. Las diferentes facciones de la clase política se están dividiendo y las guerras de clanes no han terminado de cobrar víctimas.
Ante la incapacidad del Gobierno de encontrar una salida a la crisis, la sociedad civil se ha organizado. Las comidas y la atención médica son distribuidas por voluntarios y se han recaudado fondos para ayudar a las empresas en dificultades. A los libaneses no les falta imaginación y el trueque se ha convertido en una nueva forma de intercambiar bienes y mercancías. Se han creado páginas de Facebook para este propósito y otras para fomentar el comercio local. Esta opción se disparó considerablemente muy rápido.
Los libaneses están tratando por todos los medios de salir de esta mala situación, pero lo que es seguro es que también y, sobre todo, necesitan a su Gobierno, que por el momento es incapaz de resolver sus problemas.