¿A quién le importan los uigures?
En el mundo árabe-musulmán nos inundan las imágenes de los conflictos que asolan Oriente Medio. No pasa un día sin que las televisiones árabes -independientemente de su color político- emitan imágenes del conflicto palestino-israelí, de niños detenidos, de presos en huelga de hambre, de campesinos despojados de sus tierras...
Esta triste realidad se transmite a menudo en las redes sociales. Las imágenes se comparten a gran escala, se comentan y despiertan la indignación y la condena de todos.
El revuelo causado por la injusticia en Palestina está lejos de ser igualado cuando se trata de la desgracia de los musulmanes uigures en China. Esta minoría de habla turca sufre una terrible represión por parte del Gobierno central chino, sin que el mundo musulmán muestre la más mínima simpatía por ellos.
Esta falta de cobertura mediática, de imágenes, no es más que el reflejo de las políticas árabes hacia China.
Hoy el mundo entero sabe que un millón de uigures viven en centros de detención, que están sometidos a trabajos forzados, que sufren una política de asfixia cultural y de lavado de cerebro.
Oficialmente, China intenta desradicalizarlos y acusarlos de terroristas por pertenecer al islam. Las autoridades detienen indiscriminadamente a activistas y ciudadanos de a pie por motivos inverosímiles y sin un juicio justo.
Los uigures son mayoría en el noroeste de China. Esta región, conocida como Turkestán Oriental, fue rebautizada como "Nueva Frontera" de Xinjiang por el Partido Comunista Chino (PCC) en 1949. Desde las revueltas y los disturbios en la región en 2009, ha estado en el punto de mira de Pekín, que ha puesto en marcha una batería de 75 indicadores de extremismo religioso. Entre estos criterios, no beber alcohol o negarse a comer cerdo es un signo de radicalización religiosa y se castiga con la cárcel.
Las medidas de seguridad puestas en marcha por las autoridades chinas para controlar a cada ciudadano están a la altura de las sospechas que pesan sobre esta minoría étnica. Los sistemas de reconocimiento facial y los puestos de control son el día a día de los habitantes de Xinjiang.
Dentro de los campos de internamiento, a los presos se les prohíbe hablar su lengua materna, y las cámaras los vigilan constantemente en sus celdas, pasillos e incluso en los aseos. El día a día en estas cárceles que crecen como setas se reparte entre cursos de historia de China y declaraciones a la gloria de Xi Jinping. Todas las mañanas, el personal de la prisión inyecta a los presos productos que terminan por embotarlos. Las mujeres que sobrevivieron a estos campos denuncian las esterilizaciones forzadas.
Mientras que los medios de comunicación occidentales apenas empiezan a interesarse por estas minorías, la prensa árabe sigue haciendo oídos sordos a esta represión.
La noción de la Ummah musulmana incluye una supuesta solidaridad entre personas de la misma religión. Sin embargo, este concepto no parece funcionar frente a la poderosa China y ningún gobierno está en condiciones de pedir cuentas a Xi Jinping porque lo que está en juego es muy importante.
Qué pesan las vidas de estos uigures cuando sabemos que el 50% del petróleo que llega a China procede del Golfo, mientras que una parte importante de su gas lo suministran Irán y Qatar. Según Open Diplomacy, entre 2018 y 2020, China invirtió casi 200.000 millones de dólares en los países árabes, incluidos 77.000 millones en los países del Golfo.
También es China la que está construyendo los emplazamientos nucleares en Irán, cortando así de raíz a los mulás, a los que tampoco parece importarles la suerte de estos 12 millones de musulmanes. En el tablero de las transacciones de China, Irán tiene la parte del león. Pekín está intentando "firmar un acuerdo de gran alcance con Teherán". Las negociaciones, iniciadas en 2016, se han acelerado desde el verano de 2020. Este proyecto prevé inversiones colosales de 400.000 millones de dólares a lo largo de 25 años en sectores clave de la economía iraní: telecomunicaciones, puertos, ferrocarriles, a cambio de un petróleo más barato para China", añade Open Diplomacy.
En 2002, la creación del foro de cooperación chino-árabe completó el cuadro de una jugosa cooperación con varios países, entre ellos Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, sin olvidar a Qatar. Xinjiang está en el nuevo proyecto estructurador de la Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative -BRI) lanzado por Pekín en 2013 y necesita más que nunca a sus vecinos de Oriente Medio para conectar Europa con Asia.
En cuanto a la relación sino-saudí, está en su punto álgido. El fortalecimiento de las relaciones entre los dos países se ha confirmado constantemente, como lo demuestran las inversiones saudíes en las refinerías chinas y los ejercicios navales entre los dos aliados en 2019 en Yeda hablan de sus acuerdos de seguridad. Además, parece inminente la apertura de una fábrica china de drones en Arabia Saudí.
Aunque los uigures suelen acudir a Turquía para escapar del régimen autoritario de Xi Jinping, sus días parecen contados en los territorios de Erdogan. China ratificó un tratado de extradición con Turquía el 26 de diciembre, y los uigures saben que están en la línea de fuego, aunque Erdogan quiera tranquilizarlos. "Esto sólo se aplica a las personas que son culpables (de delitos). En el pasado, se ha solicitado la devolución a China de uigures en Turquía. Turquía no ha aplicado estas medidas", dijo el ministro de Asuntos Exteriores turco en enero. Sin embargo, para Pekín, los uigures son culpables de terrorismo y, por tanto, se les considera delincuentes. ¿Ankara estudiará la cuestión caso por caso? ¿Entregará a los uigures a China? La Ruta de la Seda nos lo dirá.