Mujeres afganas sin voz
Fue el adiós a todo lo conseguido; la vuelta a un pasado que no sólo las ignora, sino que las olvida, las castiga, las tortura... Es duro vivir lo que uno no espera vivir; regresar a una época de la vida que creías ya pasada; retroceder en lugar de avanzar. Pero no aprendemos, no queremos aprender.
Los derechos de las mujeres se van mermando a la misma vez que lo hace la dignidad. Todo vale en ese mundo de hombres extremistas que se abrazan a la llamada ley de la moral para dictar órdenes incomprensibles e inhumanas. Lo último que les han quitado ha sido la voz.
Escuchar a una mujer cantar o recitar versos en un acto público va en contra de la moral. Ese es el gran motivo que los talibanes esgrimieron hace unos meses para arrinconarlas más si cabe en un país, Afganistán, que en 3 años ha retrocedido décadas.
Vivimos tiempos convulsos en donde ya nada es seguro, donde todo puede cambiar, aunque no haya un sentido, donde los radicalismos crecen rápidamente, donde las aguas cristalinas de los ríos pueden desbordarse, cambiar de color o secarse. Lo inverosímil de pronto es real. Lo que ahora es o está, puede no ser o desaparecer en un instante.
No olviden las imágenes de los talibanes entrando en Kabul. El horror, el miedo… la gente huyendo, ese aeropuerto, la retirada de las tropas estadounidenses… Hace ya 3 largos años desde que empezó la rápida cuenta atrás. La población sufre las consecuencias. Nacer y ser mujer en este rincón del mundo equivale a ser nada.
Que no se oiga la voz de las mujeres afganas, pero que tampoco se las vea. Ya fueron obligadas a cubrirse bajo el velo integral. Nada de ropas pegadas, ni vestidos que puedan insinuar… Nada de maquillaje ni pinturas en esos rostros que también deben esconderse, quizá para que tampoco se vean las lágrimas que produce la frustración, la mirada de la tristeza y la indignación, el terror ante lo que se vuelve a vivir. Fuera también ese perfume que pudiera recordar a otras mujeres de otras tierras donde sí gozan de la libertad, de los derechos que cualquier persona debe tener. Leyes y más leyes que pueden llegar a matar en honor de la moral.
Afganistán es el país de las normas que coartan; no hay más derechos que los que no existen, imposiciones y obligaciones que borran los sentidos, que no dejan ver ni oír, ni sentir ni oler… ni vivir con dignidad.
Nacer mujer es una desgracia. Y qué triste es esta afirmación. Las niñas mayores de 12 años deben interrumpir sus estudios. Se les prohíbe la educación secundaria… y de la ilusión de ir a una Universidad, ni hablar. No les interesa mujeres cultas, formadas, educadas. La manipulación es más fácil cuando hay desconocimiento e ignorancia. Vuelve el analfabetismo con nombre femenino. ¡Cuántas ilusiones enterradas!
No callemos, no olvidemos, no dejemos que las voces de estas mujeres se enmudezcan para siempre. Cedamos las nuestras para alzar y gritar lo que ellas no pueden. Versos al aire para que fluyan, para que vuelen, aunque hayan cortado las alas de sus autoras, para que no muera la esperanza. Denunciemos y recordemos como han hecho la actriz Meryl Streep, que habló de esta situación ante la ONU en Nueva York o la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) que, con motivo del Día de la Mujeres Escritoras, leyó textos de autoras afganas recogidos en “El suicidio y el canto, obra traducida por Clara Janés”. Pequeño o grandes actos que suman y suman.
Si les han apagado la voz, que la nuestra sea la de ellas.