¡China en África! ¿Hay espacio para Europa?

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África vuelve a ser noticia y no es por la inestabilidad y pobreza de algunas de sus regiones, sino por este un territorio estratégico ante el que las grandes potencias como China y Europa intentan aproximarse para obtener beneficios y posicionarse en el reordenamiento mundial del que estamos siendo testigos.

Mucho ha ocurrido desde aquella portada publicada por el semanario inglés The Economist en el año 20001 donde se afirmaba a comienzos del nuevo milenio que existía más desastre que esperanza para el continente. Con el título The hopeless continent («El continente sin esperanza») se abría paso la corriente afropesimista que reflejaba que África siempre había sido y seguiría siendo un continente empobrecido y en retroceso por culpa de las guerras, el hambre, los desastres naturales y la corrupción que lo asolaban. Tras una década, en 2013, The Economist volvía a referirse al continente, pero esta vez lo hacía elaborando un informe especial sobre una África emergente titulado A hopeful continent («El continente esperanzador»)2. Esto iniciaba una nueva corriente, la afro optimista, fomentada por los medios de comunicación y apoyada por académicos y organizaciones internacionales que daba paso a un cambio de la imagen y de la retórica con la que desde Occidente se veía al continente africano3.

El «boom africano» de la última década pasa por una explosión de las manufacturas industriales y este fenómeno no es algo novedoso es la historia reciente. China ya realizó este proceso dentro de sus fronteras y en un cuarto de siglo se hizo con récords históricos. China, siendo más pobre que Kenia, Lesoto o Nigeria consiguió ser rival de Estados Unidos y obtuvo el título de «la fábrica mundial»4. Este gigante asiático, consciente del escenario inevitable de globalización en el que nos encontramos y compitiendo al nivel de grandes potencias ha reparado en el continente africano en su búsqueda de nuevos activos y fuentes de recursos que le permitan seguir creciendo al ritmo al que lo ha hecho hasta ahora.

Ante este avance rápido de China cabe preguntarse por el rol de Europa en este nuevo escenario africano: ¿Hay espacio para Europa en África? La influencia en África es multipolar pues son muchos los que quieren tomar partido en la nueva etapa de desarrollo y crecimiento del continente, Europa entre ellos. Ante un país como China con una creciente importancia y una presencia cada vez mayor a través de la financiación de proyectos de infraestructura, Europa ha de ser contemplado como tradicional socio europeo y como un actor que ha sido y es relevante en el continente. Por esto, resulta interesante analizar su rol en África, así como sus estrategias actuales dirigidas hacia una relación de igual a igual basada en inversión en energías renovables, digitalización, crecimiento sostenible, paz y gobernanza5.

El renacimiento africano: lugar de oportunidades

África está en proceso de renacer y no solo ha sido objeto de un cambio en la percepción por parte del resto del mundo, sino que ha protagonizado también una evolución real provocada por su crecimiento económico y en consecuencia un mayor desarrollo, un mejor clima político y una mejora en el marco institucional. África avanza y así lo refleja el estudio Doing Business del Banco Mundial que publicaba en 2018 las 10 economías que habían experimentado un mayor avance en sus marcos regulatorios y 5 de ellas eran africanas (Yibuti, Togo, Kenia, Ruanda y Costa de Marfil)6.

En el siglo XXI, África ha duplicado su producto interior bruto en un periodo de doce años y después de décadas de un crecimiento lento se podía observar en 2019 como el PIB de economías africanas, algunas del área del Sahel como Sudán del Sur, Etiopía, Níger o Senegal aumentaba; el continente registraba un crecimiento medio total del 4,6 % y seis de las diez economías que más crecerían según el FMI pertenecían al continente. Consecuencia de este auge ha sido la toma de conciencia por parte del resto del mundo del valor real del continente como mercado, fuente de recursos y oportunidad de inversión7. Ha sido con la COVID-19 cuando tras una caída del 2,1 % del PIB real en 2020, la economía africana al sur del Sahara ha sufrido su primera recesión en 25 años8.

Son muchas y diversas las nuevas fortalezas con las que África se presenta al mundo. Una de ellas es sin duda su población. Con un crecimiento demográfico exponencial, es una de las pocas regiones del mundo que ofrecen dividendo demográfico con un crecimiento porcentual del 496 % en la población en edad trabajadora9, además de ser africanos nueve de los diez países con mayor crecimiento demográfico.

Una de las mayores consecuencias de esta explosión demográfica es la cantidad de esta población en edad joven —en la mayoría de los países africanos los menores de 15 años suponen más del 40 % de la población total. Este dividendo demográfico positivo significa que los individuos que componen la fuerza laboral superan a aquellos que son dependientes (los menores de 15 y mayores de 60 años)10.

Además, esta dinámica demográfica ha resultado también en un proceso de urbanización masivo ya que la población en edad laboral busca oportunidades de desarrollo y futuro en las urbes generando desplazamientos. Esto ha hecho que la tasa de urbanización africana —más veloz que la de cualquier otra región— se haya incrementado constantemente a lo largo de las últimas tres décadas y que, para 2030, más de la mitad de la población africana habite en áreas urbanas11. Un mercado nuevo y de grandes dimensiones, con aumento de la demanda y que proporciona mano de obra, conforma una realidad atractiva e imposible de ignorar para las grandes potencias como China y Europa.

Otra de las más relevantes riquezas de África está en su suelo. Un subsuelo rico en minerales tanto tradicionales, como los platinoides o el diamante, como los más codiciados al ser requeridos para las nuevas tecnologías como el coltán, la sitúan también en el punto de mira de potencias extranjeras que necesitan asegurar sus recursos. Estos suelos contienen más de sesenta tipos de minerales y albergan un tercio de las reservas del mundo entre las que se encuentran por ejemplo un 80 % de las reservas coltán o un 60 % de las de cobalto12. Esto, sumado a que contiene también un 24 % de las tierras cultivables del mundo, hace que África haya entrado en el radar de empresas y administraciones al ofrecer claras oportunidades de negocio13.

Por último, otro de los factores de crecimiento africano es el gran número de fuentes energéticas que le hacen ser un elemento clave del nuevo mapa energético mundial. Estas son diversas y se encuentran repartidas en zonas concretas. Las energías fósiles tales como gas, petróleo o carbón, se encuentran en la zona norte, en el golfo de Guinea y en la zona de África austral respectivamente. Otros recursos con los que cuenta son cuencas hidrográficas en África central tales como la del Congo, yacimientos de uranio —necesarios para el funcionamiento de centrales nucleares— en países como Níger, y abundante luz solar en la zona más desértica del Sahara que la convierten en una de las zonas del planeta con mayor potencial fotovoltaico14. En el área de África Oriental, en países como Kenia, Etiopía o Tanzania existe un foco regional de energía geotérmica15. Además, existe también mucho potencial para el desarrollo de fuentes de energías renovables en zonas como el África subsahariana donde aproximadamente el 90 % del potencial renovable continua sin explotarse16.

La producción ascendente, el incremento de reservas probadas y un constante descubrimiento de yacimientos dotan a África de oportunidades y la posicionan en el punto de mira de potencias como China, quien ha aumentado considerablemente su consumo de petróleo y gas natural y ve en la región una garantía de abastecimiento17.

África y sus debilidades

Sin embargo, a pesar del crecimiento exponencial del continente, África sigue siendo escenario de desigualdades, tensiones y conflictos que presentan retos a su tan aclamado renacimiento y que son trabas para la seguridad y el desarrollo del continente. Zonas como la del Sahel se encuentran especialmente afectadas negativamente por algunas dificultades estructurales y coyunturales tales como un elevado crecimiento demográfico explosivo, un déficit de gobernanza o una escasez de infraestructuras que impiden la llegada de la estabilidad a esta zona y en consecuencia a muchas otras zonas del continente con las que conecta18.

Si bien podemos observar un progreso notable en algunos países, en 2015, el Banco Mundial mostraba como más del 50 % de la población pobre del mundo vive en África19 y, en 2020, confirmaba una crisis económica en el área al sur del Sahara causada por las repercusiones de la COVID-19 que podría hundir a 40 millones de personas en la pobreza extrema, lo cual arrasaría con, por lo menos, cinco años de avances en la lucha contra la pobreza20.

Otra de sus ventajas, la riqueza de sus suelos también es por otro lado una fuente de crisis y tensiones que azota a los países africanos al ser objeto de corrupción por parte de jefes de Estado y grandes empresas y motivo de conflictos políticos por el deseo de controlar estos bienes. También hay desigualdad en el ámbito energético ya que cerca de la mitad de la población no tiene acceso a la electricidad y quienes sí la tienen pagan de media casi el doble que en otras partes del mundo costándole esta escasez de energía a África entre el 2 y el 4 % del PIB al año21.

Este potencial energético africano supone también una amenaza en el plano de la lucha contra el cambio climático. Al basarse la actual combinación de producción energética en la combustión tanto de carbón, como del petróleo y la biomasa tradicional (madera, carbón vegetal y combustible de estiércol seco), se generan efectos perjudiciales importantes para la salud y el medio ambiente durante su proceso de generación22. Algunos de estos perjuicios se pueden observar ya en la zona del Magreb y el norte de África en forma de sequías, desertificación o tormentas que desencadenan hambrunas, guerras y migraciones allá donde tienen lugar al destruirse recursos y minar las esperanzas23.

África: ¡en el punto de mira de China!

China fue un ejemplo de transformación y crecimiento económico masivo desde las reformas de 1978. Pasando de producir un 2 % de la producción manufacturera a producir un 25 % en un periodo de 25 años, logró que 750 millones de personas salieran de la pobreza y que su PIB se multiplicase por treinta siendo protagonista de récords históricos. Uno de los factores que mayor peso tuvieron en el desencadenamiento de esta transformación fue la industrialización y el establecimiento de China como la «fábrica del mundo». Igual que China se sumó al tren del desarrollo y la industrialización al adoptar este rol, África, podría llegar a ser la próxima en adoptarlo y a raíz de esto hacer más fuertes sus instituciones y su economía mientras eleva la calidad de vida de su población24.

China ha producido más de lo que consumía y gracias a un tipo de cambio beneficioso para ellos han logrado destinar los excedentes de su producción a la exportación. A consecuencia de esto, han generado una tasa media anual de crecimiento de un 10 % en las últimas décadas. Pasó de ser un país agrícola, encerrado en sus fronteras y replegado sobre sí mismo a ser un Estado no solo completamente integrado en la economía mundial, sino una potencia económica solo por detrás de EE. UU.

El crecimiento explosivo en un periodo de tiempo reducido —25 años— fue posible al basarlo en un modelo de exportación e inversión. Prueba de ello es el modelo Made in China fundamentado en su rol como fábrica del mundo y sustentado con paquetes de estímulos estatales (como el de 586 000 millones de dólares lanzado en 200925 o la intervención del Gobierno posterior al «lunes negro» en 201526)27 que fue lo que hizo que, en ocasiones, se hablase del «milagro económico chino» al referirse a este cambio en el modelo económico. Este modelo se reflejaba en el PIB del país, donde se dedicaba normalmente más de un 40 % del PIB a la inversión y dentro de este porcentaje, la producción industrial representaba el 50 % mientras que los servicios no llegaban al 40 %28.

Sin embargo, el país ha reducido su ritmo de crecimiento paulatinamente en los últimos años y tras dejar atrás en 2010 las tasas de crecimiento de dos dígitos (10,64 %)29, el porcentaje fue disminuyendo año tras año hasta llegar a un 2,3 % en 2020. A pesar de que este dato le sitúa como uno de los pocos países que avanzó en el año de la pandemia de la COVID-19, es su resultado más bajo en casi medio siglo30. Estos datos en declive revelan que su modelo de crecimiento contenía deficiencias que planteaban trabas para llevar a cabo un crecimiento constante y sostenible31.

Una de estas deficiencias era la incapacidad china para absorber los excedentes productivos al tener un modelo económico caracterizado por un consumo muy bajo en relación con otros países (un 35 % del PIB) y una tasa de ahorro muy elevada. China ha producido más de lo que ha podido consumir y los excedentes han sido exportados reportándole beneficios32. Por ello, para que este modelo se mantenga en el tiempo es necesario un mercado exterior que absorba esta sobreproducción.

También es necesario un mercado exterior para proveer de materias primas a China y que así esta pueda continuar produciendo a los elevados niveles a los que lo hace.
Es aquí donde África con sus recursos naturales y su numerosa población se plantea como una solución para el país asiático. El comercio entre China y el mercado africano es innegable siendo el país asiático el destino de entre el 15 y el 16 % de las exportaciones del África subsahariana y el origen de entre el 14 y el 21 % de las importaciones de la región. Algunos de los productos que componen estas transacciones son el petróleo de Sudán y Angola, el uranio de Namibia y Níger y el cobalto y coltán de la República Democrática del Congo, entre otros, que China importa. Al mismo tiempo China también vende a países como Nigeria, Sudáfrica, Egipto o Angola, productos de equipamiento para el transporte y las comunicaciones, maquinaria y productos eléctricos o textiles33.

Es gracias a estas transacciones como China se ha posicionado como principal socio comercial de África tras desbancar a Estados Unidos en 2009, prueba de que ha visto en el continente una oportunidad para su desarrollo y posicionamiento estratégico34.

La reducción de velocidad del crecimiento chino ha propiciado la transformación actual del modelo tradicional. Esta transformación pasa por una apuesta por el consumo interno alejándose cada vez más del ahorro y la inversión. Un aumento de la clase media —un 27 % de la población en el 2000 frente a un 34 % en 201035—, una subida de salarios y un incremento de ingresos harán esto posible. Las consecuencias serán la reducción de la cantidad de mano de obra barata disponible y una mayor necesidad de materias primas para satisfacer la creciente y más sofisticada demanda interna china. De nuevo, China quiere mirar hacia África para obtener estos recursos tanto humanos como materiales, estimular su consumo interno y abrir nuevos mercados.

Asimetrías en la relación sinoafricana

Como se ha expuesto anteriormente, son muchos y diversos los retos a los que África aún tiene que hacer frente. Estos generan en el continente un escenario de inestabilidad y falta de esperanza que China ha aprovechado y visto como una oportunidad para invertir en la región en una de las premisas esenciales para acometer un proceso de desarrollo económico: infraestructuras. Como ya afirmó el presidente Xi Jinping «las infraestructuras inadecuadas son el mayor obstáculo para el desarrollo africano» y es que África ya ha superado a Asia como mercado de construcción para China quien posee aproximadamente el 40 % del mercado de infraestructuras del continente, a diferencia del 34 % que posee Europa y el 6,7 % de Estados Unidos36.

Estos proyectos presentados por China como un win-win y que en cierto modo ayudan a una África que los recibe de manera complaciente, generan una deuda que puede llegar a «atrapar» al continente al tener que pagarla un día, lo que hace del modelo chino de inversión un modelo poco sostenible en el largo plazo37 además de que se han explotado recursos sin potenciar economías locales.

Algunos ejemplos de esta llamada «trampa de la deuda» son el ferrocarril de Adís Abeba a Yibuti que terminó costando a Etiopía un cuarto de su presupuesto total en 2016, o el caso del ferrocarril keniano de Mombasa a Nairobi financiado al 80 % por China que ha superado cuatro veces el presupuesto y ha implicado un coste de más del 6 % del PIB del país38 39.

Esta percepción de asimetría en las relaciones se ha podido percibir por parte de líderes locales que critican la situación y fomentan de manera creciente un sentimiento anti chino en sus discursos. Un ejemplo son declaraciones como las de Lamido Sanusi, el entonces gobernador del Banco Central de Nigeria, quien escribió que «debemos ver a China como lo que es: un competidor». Y añadió que: «África debe reconocer que China — como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Brasil y el resto— está en África no por los intereses africanos, sino por los suyos»40.

Esta «trampa de la deuda» no es la única pega que se encuentra en las relaciones sino- africanas más recientes. Otras controversias que surgen desde diferentes ámbitos son el incumplimiento de las normas de seguridad y medioambiente, violaciones de leyes locales, las prácticas comerciales desleales y la explotación laboral sobre la población africana que China ha llevado a cabo a la par que sus negocios41. Esto pone en cuestión la diplomacia win-win, tal y como la define China y apoya el argumento de que las empresas del país en el continente son nuevos mecanismos de colonización y explotación sin transparencia.

En cualquier caso, pese a estas controversias, la presencia de China en África es de tal magnitud que pudiera pensarse que las «viejas» potencias, a las que además se las ataca de manera constante con el discurso sobre el pasado «colonialista», ya no tienen cabida en el continente. ¿Es esto cierto? ¿queda espacio para las viejas potencias en un continente en el que China ha tomado posiciones?

¿Hay espacio para Europa?

Europa y África son socios tradicionales y sus relaciones incluyen dimensiones políticas, económica y de desarrollo enmarcadas en el Acuerdo de Cotonú —firmado en el año 2000 y que sustituía a los Convenios de Lomé I a IV (1975 a 2000)— y en la Estrategia Conjunta África-UE adoptada en 200742. El Acuerdo de Cotonú, que es el marco general para las relaciones de la UE con los países de África, el Caribe y el Pacífico, tenía como objetivo la erradicación de la pobreza integrando en mayor medida a los países de esta región firmantes del acuerdo43. Esta integración y la consecuente relación con Europa ha estado propuesta siempre en términos de igualdad y ejemplo de ello es que, en el Acuerdo, se emplea el término «asociación», destacando así el compromiso y la responsabilidad mutuos, y se enfatizan el diálogo político, los derechos humanos, la democracia y la buena gobernanza44 .Este acuerdo, sin embargo, dejó de ser la hoja de ruta para las relaciones euroafricanas al expirar en 2020.

Otros instrumentos que se elaboran desde Europa con el objetivo de aumentar la seguridad, la gobernanza y el desarrollo en el continente son las estrategias regionales que se llevan a cabo para zonas como el Sahel (Estrategia de la UE para la Seguridad y el Desarrollo en el Sahel,2011), el Cuerno de África (Plan de Acción Regional para el Cuerno de África 2015-2020) y el golfo de Guinea (Estrategia sobre el Golfo de Guinea, 2014). Además, se celebran Cumbres UE-África donde se crean diálogos formales para concretar estas relaciones45. Estos marcos de cooperación y estrategias son la hoja de ruta que ha guiado un trabajo activo y coordinado con la Unión Africana (UA) para fomentar la paz, la seguridad y diálogos políticos sobre democracia y derechos humanos en el continente.

Las expiración del acuerdo previo y los momentos actuales con el aumento de los desafíos globales exigen una acción colectiva más coordinada y ambiciosa46. Ha sido en marzo de 2020 cuando se han concluido las negociaciones de la nueva estrategia para África, y la Comisión y el Servicio de Acción Exterior Europeo (SEAE) presentaron Towards a comprehensive Strategy with Africa un plan con el que se pretende definir la nueva estrategia en la 6ª Cumbre UE-Unión Africana (UA) prevista para octubre 2020 y pospuesta por la crisis de la COVID-19 para 202147.

Esta estrategia pretende ser un impulso en las relaciones maduras y amplias de la UE- África y las basará en intereses y valores compartidos que les permitan alcanzar objetivos comunes y enfrentarse a retos globales. Esta cooperación se basará en cinco ejes críticos: la transición ecológica y el acceso a la energía (en consonancia con el Acuerdo de París); la transformación digital; el crecimiento sostenible y el empleo; la paz y la gobernanza; la migración, la movilidad y la seguridad48 49.

Es precisamente en este último ámbito de la seguridad, uno de los más significativos de cualquier sociedad, donde podemos ver otro claro ejemplo del nivel alto de compromiso de la UE en África y la prueba de que sí que existe espacio para Europa en el continente. A través de las misiones que pueden ser tanto militares como civiles, que se despliegan enmarcadas en la Política Común de Seguridad y Defensa (PSCD), Europa no solo fomenta la paz en países extranjeros, sino que asegura también así la estabilidad de los países de la Unión50.

Actualmente, hay cinco misiones militares desplegadas tanto por tierra como por mar en el continente africano: EUNAVFOR MED IRINI u Operación Irini en Libia, EU NAVFOR Somalia, u Operación Atalanta en Somalia, y tres operaciones o misiones militares de formación (EUTM, por sus siglas en inglés) en las que mediante un nuevo modelo de operación menos intervencionista que los tradicionales se trata de mejorar la capacitación de las fuerzas de seguridad del país anfitrión. Estas últimas son EUTM-Mali (2013), EUTM-Somalia (2010) y EUTM-RCA (2016).

En cuanto a las misiones civiles: EUAM (European Mission Advisory Missions), EUCAP (European Union Capacity Building Missions) y EUBAM (European Union Border Assistance Mission), actualmente se llevan a cabo cinco en el continente y en ellas se afrontan los retos de seguridad desde una nueva perspectiva más allá de la militar incorporando a expertos civiles. Estas son: Misión de la UE para fomentar la capacidad de Sahel Níger (EUCAP-Sahel Niger), Misión de Asistencia Fronteriza en Libia (EUBAM- Libya), Misión de la UE para fomentar la capacidad de Malí (EUCAP-Mali), Misión de la UE para fomentar la capacidad de Somalia (EUCAP-Somalia) y, la más reciente, la Misión de Asesoramiento de la Unión Europea en la República Centroafricana (EUAM- RCA) de agosto de 202051 52.

El auge africano es algo positivo no solo para África, sino también para Europa al abrir la puerta a sinergias. Por ello, la UE pretende estrechar y reforzar los vínculos políticos, económicos y culturales más sólidos entre Europa y África y fomentar la cooperación. Ya se ha podido ver la semilla de estos esfuerzos de cooperación ante retos globales con la Unión Europea como mayor donante de COVAX53 además de poner en marcha su iniciativa Equipo Europa bajo la que ha impulsado la inversión en África y en los países vecinos de la UE, mediante la celebración de diez acuerdos de garantía financiera por valor de 990 millones de euros con instituciones financieras asociadas54.

Conclusión

Al mirar a África en el siglo XXI y en el momento actual se aprecia su auge gracias a sus muchas fortalezas como la abundancia de recursos energéticos, su rico subsuelo, su numerosa población o sus avances en términos de gobernanza. Sin embargo, lejos de ser esta la única realidad del continente, todavía se enfrenta a muchos retos y desafíos a los que tiene que hacer frente.

Falta de infraestructura, conflictos y tensiones por esos recursos valiosos que posee, corrupción y una población que necesita esperanza y trabajo, son algunos de estos retos.

En este contexto, África ha conseguido posicionarse como un lugar estratégico y ha entrado de este modo en el radar de nuevos actores entre los que se encuentra China. El Imperio del Centro, quien sostiene una narrativa que pretende reflejar su propio esquema de desarrollo décadas atrás, ve en África una oportunidad no solo de negocio, sino también geoestratégica que no quieren desaprovechar. Sus intenciones se ven materializadas en proyectos de infraestructura y financiación en numerosos países del continente en los que proporcionan trabajo y generan potenciales oportunidades de desarrollo. Sin embargo, a la vez que comercian con el continente y aumentan su presencia, atrapan a África en la llamada «trampa de la deuda».

Ante este nuevo actor que es China, Europa, socio tradicional africano, no se encuentra rezagado o desplazado. La UE ha tenido, tiene y debe seguir teniendo espacio en el continente por la gran interdependencia e intereses y retos comunes que existen para ambos. Lo que ocurre en África impacta a Europa y prueba de ello es que se lleven a cabo misiones militares y civiles en el continente para garantizar su paz, estabilidad y buena gobernanza. Sí que hay espacio para la «vieja» potencia europea y esta trabaja desarrollando nuevas estrategias, adaptadas a los tiempos y necesidades actuales, que en línea con los lazos de cooperación que les unen históricamente, continúen forjando la relación con el continente. Los nuevos retos como la transición verde, la digitalización o la generación de crecimiento sostenible y empleo dejan espacio y suponen un reto que Europa debe afrontar, como ha hecho con anterioridad con otros aspectos, para la creación de nuevas políticas y estrategias con las que seguir forjando las relaciones euroafricanas.

Aránzazu Lastres Velasco/ Doble Grado en Relaciones Internacionales y Comunicación Global /Universidad Pontificia Comillas.

Referencias:
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  18. SÁNCHEZ HERRÁEZ, Pedro. “Los “nuevos” actores en el Sahel”, Cuaderno de Estrategia 202: “El Sahel y G5, desafíos y oportunidades”, Madrid, Instituto de Estudios Estratégicos, 2019, pp. 187-189. Disponible en: http://www.ieee.es/publicaciones-new/cuadernos-de-estrategia/2020/Cuaderno_202.html
  19. “Resumen anual: El año 2019 en 14 gráficos”, Banco Mundial, diciembre 2019. Disponible en: https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2019/12/20/year-in-review-2019-in-charts
  20. “El Banco Mundial confirma una crisis económica en África al sur del Sahara y delinea políticas fundamentales necesarias para la recuperación”, Banco Mundial, octubre 2020. Disponible en: https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/10/08/world-bank-confirms-economic-
  21. SCHWERHOFF, Gregor & SY, Mouhamadou. “Donde brilla el Sol: las Las fuentes de energía renovable, en especial la solar, son ideales para satisfacer las necesidades de energía eléctrica de África”, Fondo Monetario Internacional: Finanzas y Desarrollo, marzo de 2020. Disponible en: https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/spa/2020/03/pdf/impulso-energia-solar-Africa-sy.pdf
  22. SCHWERHOFF, Gregor & SY, Mouhamadou. “Donde brilla el Sol: las Las fuentes de energía renovable, en especial la solar, son ideales para satisfacer las necesidades de energía eléctrica de África”, Fondo Monetario Internacional: Finanzas y Desarrollo, marzo de 2020. Disponible en: https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/spa/2020/03/pdf/impulso-energia-solar-Africa-sy.pdf
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  24. SÁNCHEZ HERRÁEZ, Pedro. “Los “nuevos” actores en el Sahel”, Cuaderno de Estrategia 202: “El Sahel y G5, desafíos y oportunidades”, Madrid, Instituto de Estudios Estratégicos, 2019, p. 196. Disponible en: http://www.ieee.es/publicaciones-new/cuadernos-de-estrategia/2020/Cuaderno_202.html
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  53. Acrónimo de Covid-19 Vaccines Global Access, alianza de actores públicos y privados que tiene como objetivo garantizar el acceso equitativo a las vacunas contra la COVID-19.
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