Ucrania y la producción de cereal: consecuencias de la guerra en la región MENA
La invasión rusa de Ucrania ya está teniendo importantes consecuencias para la economía mundial. El precio del gas se está disparando en Europa, los mercados se encuentran en una situación muy volátil, y se han interrumpido muchas cadenas de suministro. Aunque tendrá un impacto más inmediato sobre los mercados europeos, sus efectos no tardarán en notarse en países del Norte de África y Medio Oriente, que tendrán que lidiar con unas consecuencias que serán más catastróficas, debido a su mayor dependencia de las importaciones de Rusia y Ucrania.
La región este de Ucrania, y que lleva años bajo el punto de mira ruso, es también la zona más fértil, y donde se cultivan los cereales que alimentan a poblaciones enteras de África y Asia. Aunque entre las mayores exportaciones ucranianas están cereales como el maíz o la cebada, es su producción de trigo la que puede generar un mayor impacto negativo. En 2020, Ucrania produjo el 4% de la producción mundial de trigo, y Rusia el 10%. Juntos, producen casi la misma cantidad de trigo que la totalidad de la UE.
Entre los países que más dependen de la producción de trigo y otros cereales de Rusia y Ucrania está Egipto, el mayor importador mundial de trigo. Casi el 70% de su consumo proviene de estos países. El conflicto actual podría tener graves consecuencias para Egipto, un país en el que los precios de la comida llevan meses subiendo. También para Turquía, que importa casi el 75% del trigo de Rusia y Ucrania y que se encuentra sumida en una grave crisis económica, con una inflación de más del 48%. Además del trigo, entre los productos que más exporta Ucrania están el maíz y los aceites vegetales. Líbano, que está sufriendo una de sus más graves situaciones de depresión económica, también depende en gran medida de las exportaciones ucranianas.
El conflicto disminuirá la capacidad de producción tanto de Rusia como de Ucrania y generará disrupciones en las cadenas de suministro, que concluirán en una escasez global de cereales. A esto se suma un aumento de los precios de la energía, y por tanto de todos los productos básicos, causado por el impacto de las sanciones que la comunidad internacional está imponiendo contra el Kremlin. Aunque el problema se va a agravar, el Fondo Monetario Internacional ya informó de que entre abril de 2020 y diciembre de 2021, el precio del trigo subió un 80%. El gran problema es que los países que más dependen del trigo o el maíz que se produce en Europa son aquellos que menos capacidad de resiliencia tienen, y que por tanto tienen mayor riesgo de sufrir inseguridad alimentaria. Es el caso de Yemen o Libia, que importan el 22 y el 43% respectivamente de su consumo total de trigo de Ucrania.
La región de África del Norte y Medio Oriente lleva años sufriendo graves sequías, que sumado a la falta de desarrollo tecnológico, ha forzado a los gobiernos de los países que la conforman a depender de las importaciones de comida para alimentar a su población. Junto al aumento de la población y a la menor cantidad de terreno cultivable, es una zona que ya cuenta con un gran número de personas en situación de desnutrición.
En estos momentos en los que la población mundial no piensa en otra cosa que en la guerra, es fundamental que los gobiernos y las organizaciones internacionales se adelanten a las consecuencias que el conflicto pueda tener no solo en Rusia, Ucrania y los países circundantes, sino también en las personas que sufrirán las consecuencias a largo plazo. Se debe comenzar a redirigir las cadenas de suministro para asegurar que los países que más lo necesitan sigan teniendo acceso a los cereales a un precio razonable. Para ello será fundamental la actuación de países como Estados Unidos, Canadá, Australia o la propia Unión Europea, que deberán asegurar que no se rompa el suministro y que los precios de la energía, y por tanto de los alimentos, no continúen aumentando.
A día de hoy, los conflictos siguen siendo la principal causa del hambre en el mundo. Ante la invasión de Ucrania, la comunidad internacional se ha movilizado para mostrar su apoyo tanto al pueblo como al gobierno ucranianos. Debemos asegurar que este apoyo se materialice también en medidas tangibles que eviten que la guerra genere aún más consecuencias.