China y Rusia sellan sus lazos como contrapeso a Estados Unidos

Ha sido una ceremonia con aires imperiales, evocación del omnímodo poder zarista de Pedro el Grande, el mismo que tanto admira Vladimir Putin. El líder chino, Xi Jinping, disfrutó de un recibimiento con tal suntuosidad en el palacio del Kremlin, que hasta los soldados que abrieron las enormes puertas doradas que conducen a la sala de San Jorge tenían ensayada una contorsión de los músculos del cuello que no pasó desapercibida por nadie. Pompa y circunstancia autocrática. 

La visita de Jinping a Moscú es considerada estratégica y trascendental por el significado de todo lo que hay alrededor: roces críticos de ambas potencias con Estados Unidos y la mayor parte de los países miembros de la OTAN; uno de ellos está invadiendo Ucrania desde hace un año; ambos enfrentan diversos tipos de sanciones a nivel internacional; ambos son líderes ambiciosos que socavan los valores democráticos y los derechos humanos. Los dos buscan un nuevo orden mundial con mayor peso de sus decisiones políticas, económicas y militares. Por si fuera poco, los dos países tienen conflictos territoriales en sus respectivas zonas de influencia. 

Jinping ha llegado a Rusia, tras el anuncio del Tribunal Penal Internacional (TPI) de emitir una orden de aprehensión contra el dictador ruso, acusado por crímenes de guerra; propiamente, por deportar a niños ucranios a Rusia. 

Una demanda interpuesta, en su momento, por el mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, que llegó a denunciar en esta situación a un grupo de “200.000 niños” pero finalmente el Tribunal con sede en La Haya, Países Bajos, reconoció la sustracción de 16.000 niños ucranianos.

Este órgano internacional que funciona como una especie de “tribunal de tribunales” ha sido creado gracias al Tratado de Roma para “juzgar a las personas acusadas de cometer crímenes de guerra, de agresión y de lesa humanidad”. Su jurisdicción es internacional y al TPI están adheridos 123 países del mundo. 

Solo que ni Rusia, ni Estados Unidos o China forman parte de él (junto con otros países en los que figuran Israel, Corea del Norte, India, Irán, Armenia, Azerbaiyán y otros más) y es importante no confundirlo con la Corte Internacional de Justicia adherida a Naciones Unidas.
    
Hay quienes ven en este dictamen una victoria moral y una forma más de dejar en evidencia tanto a Jinping como a Putin porque el líder chino sigue poniéndose del lado del bloque de las autocracias y su aliado principal es, ahora, un dictador con una orden de aprehensión internacional. 

El encuentro de tres días en Moscú tuvo varios propósitos, uno muy relevante: discutir la propuesta de doce puntos de paz del dignatario chino sobre la invasión rusa a Ucrania. Una ocupación bélica que ya superó el año y en la que China nunca ha condenado la tropelía rusa, ni abiertamente, ni en las rondas de sesiones en el Consejo General de la ONU. 

Desde Pekín, voló un Jinping con aires negociadores tras una mediación histórica entre Arabia Saudí e Irán que ha pasado casi desapercibida en buena parte de los medios de comunicación occidentales. Aunque por la trascendencia de lo acontecido no pasó de largo para Washington que ve cómo su socio saudí es ya mero espejismo. 

El pasado 10 de marzo, un comunicado signado por los ministros de Exteriores de China, Irán y Arabia Saudí informó sobre “la reanudación de las relaciones diplomáticas y la reapertura de las Embajadas en Teherán y Riad, en un plazo de dos meses”.
    
Desde 2021, había rumores sobre que Pekín venía mediando entre ambos países archienemigos confrontados desde 1979 por el control de Medio Oriente y mientras los ojos internacionales se posan en Ucrania, finalmente ha sido posible el restablecimiento de relaciones.

Para Jinping supone un importantísimo éxito diplomático en una región como lo es Medio Oriente convertida en foco desestabilizador por largas décadas con múltiples confrontaciones entre los países regionales y agrias vecindades. 

A China le parece fundamental para su estrategia de la Nueva Ruta de la Seda que Medio Oriente sea una región estable y predecible. Desde la salida de las tropas de la OTAN de Afganistán, el 30 de agosto de 2021, mucho se ha movido en Medio Oriente, pero nadie esperaba que las pugnas históricas entre chiíes (Irán) y suníes (Arabia Saudí) pudieran dejarse a un lado porque sus intereses contrarios además retroalimentan las guerras de Siria y de Yemen. 

Una paz que no interesa todavía

Los doce puntos para la paz propuesta por China, tanto para Rusia como para Ucrania, son ambiguos a pesar de que hablan del respeto a la integridad territorial. 

Putin que ya tenía el documento en sus manos desde hacía varios días refirió ante el líder chino que “numerosos puntos del plan de paz pueden servir de base para un arreglo pacífico del conflicto” cuando Occidente y Kiev estén dispuestos.

El pliego chino incluye: 1) respeto a la soberanía de todos los países y a su integridad territorial; 2) abandono de la mentalidad de Guerra Fría; 3) respeto a las legítimas preocupaciones de seguridad de los países; 4) alto al fuego; 5) inicio de conversaciones de paz porque el diálogo y la negociación son la única salida viable para resolver la crisis; 6) resolución de la crisis humanitaria protegiendo la seguridad de los civiles y con corredores humanitarios para su evacuación; 7) apoyo al intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania y cese de ataques a instalaciones civiles; 8) protección de la seguridad de las centrales nucleares y fin de los ataques armados contra plantas nucleares; 9) reducción de los riesgos estratégicos con énfasis en que una guerra nuclear debe evitarse; 10) garantía de la exportación de cereales; 11) cese de las sanciones unilaterales por no solucionar los problemas e incluso crear otros nuevos y protección de la estabilidad de las cadenas industriales y de suministro; y, 12) apoyo a la reconstrucción de Ucrania tras la guerra.

El respeto a la soberanía y a la integridad territorial es ambiguo dado que no aclara si esto incluye que Rusia regrese a Ucrania los territorios invadidos como son Crimea desde 2014, la anexión del Donbás, Lugansk, Zaporiyia y Mariúpol recientemente y adheridas a la Constitución rusa como parte integral de la Federación de Rusia. 

Respecto al suministro de cereales, gracias a la mediación de Turquía con el presidente Recep Tayipp Erdogan, junto con la ONU, ha sido establecido un corredor para los cereales y otros alimentos producidos en Ucrania que no pueden tener salida al exterior; porque las tropas rusas controlan los puertos ucranios en el Azov y en el mar Negro.

Los permisos de extensión de estas exportaciones se acordaron cada 60 días, el pasado 19 de marzo vencieron los salvoconductos y Turquía junto con la ONU están mediando porque se extiendan cada 120 días. Ha sido un pacto clave para la exportación del trigo y otros cereales y es gracias a la inspección de turcos, ucranianos, personal de la ONU y rusos por lo que estos cargueros pueden salir de dichos puertos hacia el Bósforo.

¿Hay seriedad en estos puntos de propuesta para la paz? Putin los ha escuchado y Jinping se conforma con haberlos presentado a sabiendas de que nunca ha condenado abiertamente la invasión, ni la matanza, de civiles ucranianos. Jinping también ha ofrecido una conversación vía telefónica con Zelenski sin interesarse por visitarlo en persona como amerita la delicada tesitura de una guerra provocada por su principal socio.

Más cooperación y gas

Putin es toda intención y provocación, manifestada en sus gestos y acciones, toda su personalidad revela a un hombre de puño duro, mentalidad imperialista-zarista y de actuación leninista-estalinista: en los últimos meses, han fallecido en extrañas circunstancias catorce magnates rusos muchos ligados al  negocio energético.  Algunos han muerto incluso junto con sus familias. 

A Putin le va la magnificencia y calibra al milímetro sus gestos y revires. A la orden de aprehensión, por parte del TPI, la respuesta rusa ha sido toda escenografía: un Putin (más regordete) de visita sorpresa a Crimea y luego a Mariúpol se muestra conduciendo un coche en alguna parte de las carreteras ucranianas y luego conversando con vecinos de la destruida Mariúpol. 

Lo más curioso es que al día siguiente de esta visita sorpresa, apareció un Putin mucho más delgado, con la cara más descansada y menos redonda enfundado en un traje impecable, con su corbata roja, para dar la bienvenida en el Kremlin a  su  querido amigo Jinping.

Y mientras el líder chino eligió Rusia para su primera visita, tras ser reelecto presidente para un tercer mandato el pasado 10 de marzo, dedicándole a Putin tres días en busca de la paz, Putin se pone de perfil para ordenar un nuevo ataque con misiles a Kiev. 

"Tenemos muchas tareas y objetivos comunes. Los lazos que nos unen son cada vez más sólidos. Tanto es así que es simbólico que usted, querido amigo, eligiera a Rusia para su primera visita al extranjero en su nuevo mandato”, reiteró Putin mirándole a los ojos a un sonriente Jinping.

China no termina de hallar bien su lugar en el mundo, su cercanía con Rusia es un pacto inevitablemente estratégico: "Somos socios en la cooperación estratégica integral. Es este estatus el que determina que debe haber vínculos estrechos entre nuestros países".

Ambos se han palmeado la espalda, creen que el mundo está en contra de ellos y buscan en medio de esa animosidad unirse, Jinping inclusive ha deseado a Putin que el próximo año salga elegido (otra vez) porque su liderazgo es necesario para los rusos. 

A sus 70 años, Putin desde 2012 ha ocupado los puestos de presidente y también de primer ministro de la Federación de Rusia acumulando veinte años en el poder y en 2024 podría reelegirse por otros seis años más. 

Lo mismo que Jinping (un año menor que Putin) quien asumió todos los poderes de su país desde 2013 convertido en tótem del Partido Comunista de China, máximo líder militar y presidente de la nación. Su reelección en marzo pasado le permitirá gobernar hasta 2028 cuando tendrá 75 años. 

Para Estados Unidos, el plan de paz de Jinping es papel mojado y una forma de lavado de cara hacia el exterior, pero sin demasiado compromiso. El propio Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, criticó dicho encuentro: "Que el presidente Xi Jinping viaje a Rusia días después de que la Corte Penal Internacional emitiera una orden de arresto contra el presidente Putin sugiere que China no siente la responsabilidad de señalar al Kremlin por las atrocidades cometidas en Ucrania”.

Además de Ucrania, el enfoque fundamental de la reunión binacional Rusia-China orbitó en temas de comercio, cooperación, inversiones y en continuar alineados en diversas posturas en las que volvieron a subrayar con intensidad “el mundo multipolar”.

En palabras de Jinping: “Putin y yo expresamos serias preocupaciones sobre el constante fortalecimiento de los lazos militares y de seguridad de la OTAN con los países de Asia y el Pacífico. Ambos nos oponemos, a las fuerzas militares externas que socavan la paz y la estabilidad regionales”.

Durante su intervención, Putin destacó que cerca de dos tercios del comercio entre Rusia y China se lleva a cabo en rublos y en yuanes y dijo estar a favor de usar el yuan entre el intercambio comercial que tiene Rusia con países de Asia, África y América Latina.

Rusia lleva tiempo insistiendo en buscar un modelo monetario alternativo al dólar y pretende hacerlo impulsando al yuan. Para China, su acuerdo más fundamental pasa por obtener gas y petróleo ruso barato y en grandes cantidades.  China está dispuesta a financiar la construcción del gasoducto Power of Siberia 2, desde Mongolia hasta el territorio chino, para que ese gas y petróleo que no quieren los europeos se lo lleven los chinos.

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