Erdogan, ¿bajo los escombros políticos?
Para el presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, esta catástrofe es un balde de agua fría, con sus expectativas personales y electorales, porque a sus 68 años de edad volverá a presentarse a las elecciones presidenciales – el próximo 14 de mayo – y pretende ganar otra vez. Erdogan dirige los destinos de su nación desde marzo de 2003, inicialmente como primer ministro hasta agosto de 2014, y desde entonces, como presidente, y ahora quiere otro período.
En estos momentos, Turquía vive en estado de emergencia y al Ejecutivo le llueven críticas porque los afectados creen que no está gestionando rápidamente la ayuda que la gente demanda.
La economía turca había mostrado un sólido desempeño en medio de la pandemia: creció por encima del 5% el año pasado y, el FMI, pronosticó un crecimiento del 3,5% para 2023.
Este escenario no existe más después de la devastación que han dejado los dos terremotos con más de 6.500 edificios derrumbados, en datos preliminares. Hay otras cifras no oficiales de 11.000 edificios colapsados en total, en las provincias afectadas… el mandatario turco necesitará mucho dinero para la reconstrucción y atender las necesidades sociales de millones de personas damnificadas.
Además, la gente está verdaderamente irritada porque se ha visto abandonada a su suerte en las primeras 48 horas que son cruciales para salvar vidas. A ello se añade que el Gobierno, para impedir un caos informativo, decidió restringir el uso de las redes sociales como Twitter y la gente cree que en casos de una emergencia es una forma de comunicarse ágilmente con sus familiares y amigos.
Erdogan, visiblemente envejecido, pide “paciencia” a la población doliente expuesta al frío, la nieve, la lluvia y el inmenso dolor por perder a sus seres queridos y verse, además, sin casa… sin nada. Con un futuro totalmente incierto.
La oposición turca suma negligencias, para echárselas en cara al mandatario turco y al que acusa de corrupción, porque solo así se puede entender que los edificios derrumbasen como si fuesen de harina. Muchas de esas construcciones fueron construidas durante el régimen de Erdogan.
Turquía necesitará mucho tiempo y dinero para renacer de las cenizas. Tiempo para remover los miles de escombros y mucho dinero para reconstruir viviendas, hoteles y otras infraestructuras.
No descartemos créditos y ayudas externas no solo de la Unión Europea (UE), que siempre accede al chantaje turco a fin de evitar que les cuelen a los inmigrantes sirios y de otros países de Oriente Medio; también del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de otros organismos internacionales.
Esa economía que venía creciendo en medio de la tempestad de la pandemia y de la invasión de las tropas rusas a Ucrania, resentirá los efectos de los terremotos.
¿Qué pasará con la figura de Erdogan? Tendrá que demostrar que no terminará fagocitado por las calamidades derivadas de los terremotos; hasta el momento él se empeña en realizar las elecciones de mayo, quizá vea que entre más pronto sucedan menos agravios tendrán que reprocharle los damnificados que, vivirán día tras día, con el dolor de sus pérdidas personales.
El presidente turco llevaba un tiempo posicionándose en el tablero geopolítico como un actor regional importante: se ofreció para mediar entre Putin y Zelenski en busca de la paz; el año pasado, en la cumbre de la OTAN, de Madrid, Erdogan salió como el héroe del cónclave al sumarse a los demás líderes para aceptar el ingreso de Suecia y Finlandia en la Alianza. Y aunque no ha sucedido de facto, porque los Congresos tanto de Hungría como de Turquía se oponen a ratificar la adhesión de Suecia y Finlandia en la OTAN, la verdad es que Erdogan generó un golpe de efecto importante.
Veo el desastre de Turquía y de Siria y vuelvo a pensar en la corrupción y en la mala planeación urbana y de expansión demográfica. ¿Por qué se caen los edificios? Quizá la primera pregunta que debería hacerse es, ¿por qué se permiten edificaciones tan altas en zonas sísmicas que han sido pasto de otros desastres? Aquí entran los permisos, las licencias de construcción y esto enmarca a los ayuntamientos, las delegaciones gubernamentales y las oficinas de Gobierno.
Ningún edificio es construido si no tiene los permisos oficiales necesarios, y esos los expide el Gobierno ya sea en España, en México, en China, en Turquía, en Siria y en todo el mundo.
¿Por qué los funcionarios de las dependencias gubernamentales conceden permisos para levantar rascacielos o edificios superiores a las cuatro plantas en zonas marcadas por el movimiento de las placas tectónicas ubicados en fallas problemáticas? Lo sé, parece muy obvio. La mayor parte de estas licencias son concedidas porque hay corrupción de por medio, porque la famosa “mordida”, “moche” o porcentaje del 15 o 20% pagado por los promotores inmobiliarios para los funcionarios públicos son el pan nuestro de cada día.
Y mientras la corrupción persiste por encima de todas las razones de peso de porqué no deben levantarse grandes edificios en zonas sísmicas si no cumplen con los máximos estándares de protección ante este tipo de riesgos, entonces seguirá habiendo muertos, cientos y miles de muertos, por los terremotos.
Muchos de los edificios derrumbados fueron construidos durante los casi veinte años de Gobierno de Erdogan, y ahora están convertidos en harina, con un reguero de miles de muertos cuya cifra se acerca a los 50.000.
Si bien Erdogan no tiene la culpa de que sucedan terremotos, tiene responsabilidad en la corrupción de su país; es responsable por todas las licencias de construcción otorgadas por su Gobierno durante estos años, sin que su cumpla con un protocolo de edificación seguro que, en casos como estos, de eventuales circunstancias naturales, no hacen más que incrementar el número de personas muertas.
Los sismólogos llevaban años advirtiendo de un reacomodo de placas con consecuencias devastadoras. De hecho, hay pronósticos de un terremoto de mayor magnitud y desde Estados Unidos el Servicio Geológico monitorea y recopila información al respecto de los riesgos de las fallas tectónicas en diversas partes del mundo. En los últimos veinticinco años, la nación turca ha experimentado una serie de terremotos con una magnitud superior a los 7 grados en la escala de Richter, pero ninguno había dejado las escenas dantescas de estos días. Ya estaban advertidos… lo ignoraron.