Europa: un gran cuartel de guerra con sus bombas económicas

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La invasión rusa a Ucrania ya se siente en los bolsillos de la población mundial. La guerra se ha traslado también a los sectores estratégicos como los energéticos, los metales y los cereales amenazando la recuperación mundial tras dos años de pandemia.

La situación al interior de Ucrania es insostenible, hay una crisis humanitaria derivada de los intensos bombardeos rusos en varias ciudades: han pasado de atacar infraestructura militar y aeródromos hasta lanzar misiles de forma indiscriminada en multitud de barrios residenciales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia bombardeos a 18 hospitales, destrucción deliberada de ambulancias y cierre del paso por las tropas rusas al suministro de medicamentos, oxígeno y material médico. La maternidad de Mariúpol quedó destruida con niños recién nacidos bajo los escombros e incluso no han respetado el alto al fuego para permitir la evacuación de civiles, tras varias rondas de conversaciones en la frontera con Bielorrusia, con delegados ucranios y rusos. Tres intentos frustrados y malogrados, la Cruz Roja denuncia una situación “apocalíptica” porque los misiles están acabando todo. 

Tedros Adhanom, titular de la OMS, participó en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y trajo a colación que los ataques contra hospitales y personal médico están prohibidos en el derecho internacional humanitario. Las Convenciones de Ginebra consideran que el personal médico es “neutral” en un conflicto armado y que no respetar dicho marco de convenio pone a Rusia ante casos de crímenes de guerra.

No hay indicios de un alto al fuego. Al dictador Vladimir Putin no le están saliendo las cosas como él previó de forma premeditada y calculadora en una invasión que, por lo menos, lleva preparando más de un año. No contó con la valentía del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ni con la resistencia estoica y el arrojo del pueblo. Le están plantando cara las generaciones más jóvenes que han nacido y crecido en una Ucrania libre en los últimos treinta años; desafortunadamente son ellos los que están muriendo por defender a su patria. 

Los bombardeos son incesantes y la resistencia lucha contra el invasor hay ciudades arrasadas: en el norte, Járkov e Irpin a 30 kilómetros de la capital Kiev ha quedado devastada. 

Varias ciudades caen a merced de los misiles, la prioridad del Kremlin es apoderarse primero del corredor entre el mar de Azov y el mar Negro es allí donde más se ensaña bombardeando a mansalva. Hay un magnicidio, reporta Zelenski, mientras los líderes europeos hablan de un terrible sufrimiento y la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, condena las atrocidades de proporciones inimaginables.

La estrategia de guerra llevada a cabo pasa por aniquilar y expulsar a los habitantes de ciudades ubicadas a lo largo de la frontera del este y con salida a los mares. Son las zonas costeras las que están atrapadas en una saña indescriptible: la intención es dominar desde Lugansk, Donetsk, hasta Zaporiyia y Jersón con salida al Azov, esta última conecta con Crimea y Sebastopol. Luego extenderse desde Mykoláiv que también tiene el mar Negro para continuar por el bello puerto de Odesa y terminar desembocando en Moldavia.

El pretexto de la extensión de la OTAN hacia el este de Europa esgrimido por el Kremlin como una zona roja contra la seguridad rusa va cobrando significado: quiere el control de los recursos naturales de Ucrania bajo su feudo, quiere la salida al mar y tener bajo su dominio los puertos. 

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que desde el 24 de febrero han salido de Ucrania más de 2 millones de refugiados huyendo hacia Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumanía, Moldavia y otros a Rusia. La ACNUR estima que hasta 12 millones de ucranios requerirán urgentemente de ayuda humanitaria para sobrevivir.

La invasión a Ucrania está dejando un creciente saldo de fallecidos, todas son cifras preliminares porque no hay informadores en todos los pueblos ni ciudades atacadas; pero Europa Press habla de más 500 civiles asesinados por la artillería rusa y los heridos se cuentan por miles. El Pentágono afirma que han fallecido entre 2.000 y 4.000 soldados rusos.

Fuera de Ucrania empieza a sentirse la otra guerra: la económica que también dejará centenares de damnificados, víctimas de precios exorbitantes en muchos básicos.

Aquí en España, el presidente Pedro Sánchez, en una reunión con el Comité Federal del PSOE, declaró que vendrán tiempos duros derivados de esta guerra. “El chantaje energético que Putin está infligiendo a Europa, lleva un año preparando esta guerra, se traduce en un desestabilizador aumento de los precios”, dijo ante una audiencia preocupada por la situación.

Todo está por las nubes. La Bolsa de Metales de Londres suspendió la negociación del níquel tras alcanzar el precio de venta de 100.000 dólares la tonelada. La decisión, sin precedentes, se tomó el pasado martes 8 de marzo.

La onza de oro lleva una escalada imparable, convertido en un tradicional valor refugio en tiempos de turbulencia e incertidumbre se ha disparado a los 2.000 dólares por onza.
El precio del petróleo sube igualmente como un globo aerostático: el Brent está en los 127 dólares por barril y el West Texas por encima de los 117 dólares por barril.

  

En Europa, el precio en máximos históricos del gas ha creado un cuello de botella en su mercado eléctrico anclado a los movimientos de esta materia prima energética. En España, el país con mayores problemas eléctricos y en el que se paga el precio más alto ha llegado a lo inesperado: 541 euros por megavatio. Ahora mismo encender la luz o poner una parrilla eléctrica es un lujo. 

Otros ‘commodities’ como los cereales y los granos suben todos los días entre un 2 y un 3% lo hacen el trigo, la avena y la cebada. De acuerdo con la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (ACCOE) en lo que va de la invasión de Ucrania –inició en la madrugada del 23 al 24 de febrero– al jueves 10 de marzo, los precios mayoristas de los cereales subieron un 27%; el trigo blando un 22,5%, la cebada de malta un 27%; el maíz 25,24% y la cebada 23,59%.

En Europa, el precio de los alimentos va reetiquetándose afectando a muchos básicos como el pan, pero también jala hacia arriba al precio de la carne, las conservas, la cerveza y el arroz. El pienso que come el ganado viene de Ucrania y este país está luchando estoicamente contra la invasión rusa encima tiene destruidos caminos terrestres, líneas ferroviarias bombardeadas, aeródromos militares y comerciales inutilizados y la salida al mar en disputa.

Las materias primas atraviesan por un mal momento, son altamente sensibles a alteraciones entre oferta y demanda y primordialmente a los shocks externos sea una devastación natural, una sequía o sanciones económicas, una guerra comercial y una con bombas de verdad.

El escenario actual con metales, energéticos y materias primas básicas con valores completamente distorsionados no por una caída en la oferta o en la demanda derivada de cambios demográficos, estacionales, de hábitos, de impacto natural; sino por la introducción de una serie de variables exógenas: como una invasión bélica y una serie de sanciones económicas y financieras contra el agresor ruso, están rescatando el escenario prebélico que desató la Segunda Guerra Mundial. 

España, adelanta el mandatario Sánchez, está preparando el Plan Nacional de Respuesta a la Guerra que ahora busca consensuar con los agentes económicos y sociales.

El crecimiento está en riesgo, no solo de España, sino de la mayor parte de los países gravemente afectados por los daños colaterales de una invasión que se ha convertido en una guerra devastadora en el traspatio europeo.

Y en una nación despreciada por largos años por la Unión Europea (UE) para ingresar al club de los 27 países –señalado por su corrupción– y que, sin embargo, es el granero del mundo fundamentalmente de la propia UE.  

“Es una potencia agrícola, la primera en Europa en términos de superficie de tierra cultivable, tercer lugar en el mundo en suelo negro y apto para la agricultura en gran escala con un 25% del volumen mundial. También es el primer lugar en el mundo en exportaciones de girasol y su aceite”, de acuerdo con Real State Market. 

Pero hay más: “Es el número uno en Europa en producción de amoníaco; tiene el  cuarto sistema de gasoductos de gas natural más grande de Europa en el mundo con 142.000 millones de metros cúbicos de capacidad de producción de gas; en cuanto a producción de localizadores y equipos de geolocalización es el tercer productor mundial;  es el tercer mayor exportador  de hierro mundial; el cuarto mayor fabricante de lanzacohetes del mundo; el cuarto en el mundo en exportaciones de minerales, de arcilla, titanio; el décimo exportador de acero y  el octavo país más grande del mundo en términos de capacidad instalada de centrales nucleares”.

Tiene quince centrales nucleares por diversas partes de su geografía. El ataque con mortero perpetrado por los rusos en la central de Zaporiyia, en Ucrania, provocó un fuego que rápidamente fue controlado; está irresponsabilidad del Ejército ruso desató una ola de fuertes condenas internacionales.

Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), confirmó que la planta nuclear –la más grande de Europa– está bajo control de las tropas rusas, el personal de la planta continúa trabajando empero el organismo con sede en Viena no ha podido establecer contacto con ellos para evaluar el estado de los reactores nucleares porque   no hay servicio en varias redes de telefonía móvil ni internet.

Igualmente hay preocupación por el reactor de Chernóbil, la central que sufrió un grave incidente en 1986, tras explotar el reactor número 4, el resto de los reactores dejaron de funcionar en el año 2000. El combustible utilizado se almacena en piscinas con agua para su refrigeración, por los combates se ha caído la línea eléctrica y el Gobierno de Ucrania cree que puede darse una fuga radioactiva al no poder enfriarse con normalidad. Finalmente, Bielorrusia ha dicho que proveerá de electricidad al reactor.

Preocupa que, dentro de la estrategia de combate rusa, pueda incluirse la osadía de jugar con los nervios de los ucranios y del resto del mundo bajo la temeridad de que explote una central nuclear y suceda una gran fuga radioactiva. 

Después del ataque al reactor de Zaporiyia al que Biden calificó como “deliberado” e “intencionado” por parte del Kremlin, la Casa Blanca anunció más sanciones y nuevas consecuencias.

Que se quede con su petróleo    

Alexander Novak, viceprimer ministro de la Federación Rusa, alertó que un rechazo al petróleo de su país terminaría provocando “consecuencias catastróficas” para el mercado global y previno que el precio del crudo podría dispararse hasta lo no visto: 300 dólares por barril.

El escenario global está completamente enrarecido, no había terminado de reconectar y restablecer las cadenas productivas y de distribución afectadas por las cuarentenas y estados de alarma impuestos por diversos países en la pandemia para frenar la velocidad de contagio del SARS-CoV-2 y ahora, la invasión de Ucrania, un país libre y soberano ha desencadenado una ola de sanciones comerciales, financieras, económicas, aeroespaciales. Ucrania está ocupada en la invasión y Rusia vetada por las sanciones mientras Occidente también empieza a recibir represalias rusas. 

Apretar el botón energético para ahorcar más al Kremlin y hacerle reaccionar para que frene la invasión y las muertes de civiles, es la nueva decisión tomada por el presidente estadunidense, Joe Biden, empecinado en evidenciar a Putin como un paria, según sus palabras.

De forma histórica, el pasado martes 8 de marzo, el mandatario norteamericano vetó las compras de petróleo y de gas ruso en su país, tras la insistencia del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, indignados ambos por la reciente muerte de cientos de civiles que huían con sus maletas y sus mascotas en ciudades como Irpin y Járkov, en un intento de alto al fuego, para establecer corredores seguros para la salida de civiles y que las tropas rusas no respetaron. Los fotoperiodistas, corresponsales y valerosos periodistas ucranianos –además de blogger– siguen mostrando al mundo las atrocidades, el genocidio, perpetrado por Putin en Ucrania.

“Estados Unidos produce más crudo que todos los países europeos juntos y podemos dar un paso que otros no pueden dar, pero estamos trabajando estrechamente con Europa y nuestros socios para desarrollar una estrategia de largo plazo que reduzca su dependencia de la energía rusa también”, defendió Biden en un discurso desde la Casa Blanca. 

También se ha sumado al boicot Reino Unido: el primer ministro, Boris Johnson, afirmó que no comprarán más barriles de crudo a Rusia a partir del próximo año. 

Las tornas están cambiando, la invasión orquestada por el sátrapa del Kremlin terminará moldeando un nuevo equilibrio de fuerzas geopolíticas, geoeconómicas y geoestratégicas. Y acelerará la transición energética hacia las renovables.

Por lo pronto está sirviendo de aliciente para desatascar varios conflictos enquistados: una delegación de Estados Unidos negocia en Venezuela el retorno del petróleo de dicho país a los mercados internacionales y hay acercamientos en EU e Irán para rescatar un acuerdo sobre su programa nuclear que permita a dicha nación volver a los mercados. 

Hasta el momento, la Unión Europea (UE) no se suma al veto energético porque depende un 40% del gas ruso, de acuerdo con datos de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente. A Rusia, la UE le paga 118.000 millones de dólares diarios por ese suministro de gas. La Comisión europea busca la cuadratura del círculo mediante una estrategia para reducir esa dependencia en dos terceras partes en un año. Por lo pronto llama a la puerta de Noruega, Argelia y Azerbaiyán.

También el 30% del carbón en la UE viene de Rusia y por compras de petróleo, la Organización Ecologista Transport & Environment señala que el club europeo paga 285 millones de dólares diarios por importaciones de crudo; entre el 4 y 8% del suministro de petróleo a Europa pasa por oleoductos desde Rusia.

Occidente está tomando una serie de decisiones arriesgadas para castigar a Putin por atacar a Ucrania, se busca acorralar a la economía, a su presidente, a sus ministros, a los oligarcas, crearle una asfixia que muerda. 

Tocar esta vez el petróleo y el gas ha cerrado filas políticas en Estados Unidos: por vez primera esta decisión, durante la gestión de Biden, contó con el apoyo mayoritario tanto de republicanos (incluyendo los votantes de Trump) como de todos los demócratas de su partido. 

En las encuestas más recientes, una publicada por el Wall Street Journal, refiere que el 79% de los estadunidenses “apoya la prohibición de las importaciones de petróleo ruso”. El 77% de los republicanos, junto con el 72% de los republicanos que afirman volverán a votar por Donald Trump en 2024, concuerdan con las decisiones de Biden de prohibir las importaciones de petróleo ruso.

Otra encuesta de la Universidad de Quinnipiac, realizada entre el 4 y el 6 de marzo, reveló que el 71% de los norteamericanos está dispuesto a pagar más alto el precio de la gasolina como consecuencia del veto: “El 62% de los republicanos y el 82% de los demócratas están a favor”.

“La decisión de hoy tiene un costo para su hogar: la guerra de Putin ya afecta a las familias estadounidenses en el surtidor de la gasolina. Desde que Putin comenzó su acumulación militar, el precio de la gasolina en Estados Unidos subió 75 centavos. Y con esta acción va a subir más”, reconoció Biden.

El inquilino de la Casa Blanca, según la Universidad de Quinnipiac, ha subido cinco puntos porcentuales desde enero, en ese entonces solo el 33% de los estadunidenses aprobaban su gestión.

Aunque la Encuesta Nacional de NPR/PBS News Hour/Marist le da a Biden un incremento de ocho puntos, tras su discurso acerca del Estado de la Nación en el que defendió los valores de la libertad y la democracia frente a la tiranía, la opresión y la invasión ejercidas por Putin. La guerra juega tradicionalmente un papel de influencia decisiva en el votante promedio norteamericano. Como en toda guerra hay ganadores y perdedores.