Zelenski: el héroe de una invasión anunciada

Se cumple un año de la maldita invasión de las tropas rusas a Ucrania, tengo la impresión de que ha pasado toda una vida y que todo ha envejecido rápidamente; hasta las instituciones internacionales parecen oxidadas.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), erigida el 24 de octubre de 1945 y que defiende la “paz, dignidad e igualdad en un planeta sano”, no ha podido frenar la invasión. No ha sido capaz de, en nombre del multilateralismo, evitar que Putin invadiese a otro país e intente apropiarse de él.

Tampoco ha servido como mecanismo de prevención de las guerras a lo largo de sus casi 78 años de existencia. La invasión rusa es la primera gran guerra convencional e híbrida del siglo XXI, que según el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, ya se ha cobrado la vida de 100.000 soldados rusos; 100.000 soldados ucranianos y aproximadamente ha matado a 40.000 civiles, víctimas colaterales de las bombas, los misiles y el fragor de los combates.

La destrucción ha sido devastadora: el PIB ucraniano ha caído 30,4%, de acuerdo con el Ministerio de Economía de Ucrania; mientras la economía rusa se ha desplomado 3% castigada por diez paquetes de sanciones impuestos tanto por Estados Unidos como por la Unión Europea (UE) y otros países aliados.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial concuerdan que en 2022, la economía rusa contrajo entre el 3,4 y el 4,5% como efecto de las sanciones. Ambos organismos anticipan que este año el PIB ruso sufrirá una contracción cercana al 5,6%.

Si bien, el Consejo Europeo defiende que la intención principal del aluvión de sanciones que inició el 23 de febrero del año pasado (un día antes de la invasión, Putin declaró la independencia de las provincias de Donetsk y Lugansk) es debilitar “la capacidad de Rusia para financiar la guerra”; lo cierto es que ha sido inevitable el efecto “boomerang” en la aldea global exacerbado por las maniobras rusas en aras de subir los precios de los productos energéticos –fundamentalmente gas y petróleo– y en impedir la salida de los cargueros ucranianos cargados de cereales y de otros bienes y mercancías.

Los productos energéticos y los alimentos han sido utilizados como arma de guerra por el Kremlin, así como la desinformación y la intencionalidad de debilitar y afectar a las democracias europeas.

La guerra, sus efectos y daños colaterales, han impactado en el crecimiento mundial porque en parte involucra a Ucrania que es uno de los principales graneros del mundo con su trigo y maíz; por no obviar que es el principal exportador de aceite de girasol y el país de Europa con la mayor superficie cultivable. Pero también  es un destacado productor y exportador de metales y de minerales; como, por ejemplo, el hierro, acero, uranio, manganeso y titanio; entre otros más.

Mientras, el agresor es también otro de los graneros del mundo: Rusia es el primer exportador de trigo global (Ucrania el cuarto) y de forma mucho más preponderante, Rusia es el mayor exportador de gas en el mundo y el tercer mayor productor mundial de petróleo (primero Estados Unidos y después Arabia Saudí) y es el segundo exportador mundial de crudo después de la economía saudí.

Con este nivel de actividad, tanto de Ucrania como de Rusia, al verse inmersos en una guerra convencional aunado a las sanciones, el crecimiento mundial ha sido arrastrado a la baja. En 2022, el PIB global en previsiones del FMI, se habría ubicado en un 3,4% y bajaría a 2,9% en 2023.  No solo Ucrania y Rusia se han visto afectados en su PIB, las economías más desarrolladas lo están pagando igualmente.

A colación

Dentro del escenario del asedio bélico, la figura del mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, ha sido la gran sorpresa: pasó de ser el antihéroe para convertirse en héroe patriota; del cómico que llegó a presidente –en la vida real– al líder de la libertad y defensor de los valores de la democracia occidental que tanto gustan a Estados Unidos.

Nadie lo vio venir: ni Estados Unidos y sus aliados, ni mucho menos el Kremlin. El presidente Zelenski a sus 45 años de edad es la pieza fundamental del liderazgo y resistencia de Ucrania ante un Putin que esperaba la huida de Zelenski y daba por hecho apropiarse de territorio ucraniano –tras una rápida toma de Kiev– para imponer a un títere afín al Gobierno ruso.

El propio presidente Joe Biden ofreció refugio y protección a su homólogo ucraniano y a su familia, pero se vio sorprendido por la inminente respuesta de Zelenski: “Queremos armas, denos todas las armas, para luchar contra Putin”. Los ucranianos llevan un año resistiendo el pulso bélico a una potencia nuclear, le han plantado cara a un Putin siempre presuntuoso de provocar respeto a través del temor.

Un año después, esta historia no sería escrita sin el rol de liderazgo de Zelenski, cuya actuación ha dinamizado a la OTAN que ha renacido de sus cenizas. La Alianza ha tenido que reforzarse, con una cohesión singular, erigida en eje clave de la seguridad ya no solo regional de Europa, sino del mundo entero, ante las crecientes amenazas y desafíos planteados en el siglo XXI. Hoy en día, la OTAN es más fuerte que nunca en una nueva etapa de rearme militar con la pretensión de tener armas más letales y sofisticadas. Se cumple un año de la invasión que tanto nos ha envejecido a todos…