Nueva Caledonia al borde de la guerra civil
En los últimos días los disturbios en las calles de Numea, la capital, y otras ciudades, revelaron la existencia de armas ignoradas y los enfrentamientos a tiros causaron cinco muertes (entre ellas la de un gendarme) y crearon graves daños en las infraestructuras urbanas y decenas de industrias importantes.
El Gobierno francés reaccionó con rapidez decretando el estado de emergencia, ordenado por el presidente Emmanuel Macron, y enviando a varios centenares de gendarmes para intentar restablecer la normalidad. No es nada nuevo, las tensiones entre París y el archipiélago se remontan a varias décadas. Nueva Caledonia es territorio francés desde el 1853 y en 1998 el Gobierno francés le concedió un estatuto de país que, sin llegar a la independencia, le concedía una autonomía administrativa que nunca llegó a consolidarse.
Los 270.000 habitantes con que cuenta el archipiélago, dividido en decenas de islas, pertenecen a cinco etnias y culturas diferentes con frecuencia enfrentadas. El porcentaje de ciudadanos franceses, que controlan el poder y la economía, son los que mantienen la unión con Francia avalada en los tres referéndums de independencia celebrados en los últimos años. En todos los casos, el porcentaje de partidarios de seguir vinculados a Francia siempre superó el 50%.
Los mayores y mejor acomodados consideran que con la independencia, tan aislados y carentes de recursos suficientes para emprender su desarrollo, está todo más garantizado por una potencia que les proporciona ayuda económica, seguridad y libertad. Pero las nuevas generaciones, de jóvenes de menos de 25 años en su mayoría, discrepan y pretenden emprender su incierto futuro sin dependencias foráneas. El problema principal es la variedad de su origen y cultura.
El aumento del turismo, atraído por la belleza de unas islas muy exóticas y variadas ha despertado la ambición de una parte de los habitantes que no aceptan que la distancia (más de 1.200 kilómetros de Australia) siempre será un obstáculo para su desarrollo. El idioma más hablado es el francés, pero los movimientos independentistas con ideas más populistas y revolucionarias intentan promocionar los autóctonos, y especialmente el canaco, el más hablado y popular en el rico folclore nacional.
Los incidentes de estos días responden a un proyecto de ley del Gobierno francés que pretende organizar y racionalizar el censo de votantes, siempre disperso consecuencia del variado origen de la población. Los independentistas, estimulados por otros países de influencia rusa, particularmente Azerbaiyán, se oponen frontalmente porque entienden que se trata de favorecer desde el censo el voto de los que quieren seguir siendo franceses, que continúan siendo mayoría.