Putin, el tiro por la culata
Pocas veces alguien consigue hacerse tan acreedor de la vieja expresión “le salió el tiro por la culata”, como le está ocurriendo a Vladimir Putin. Dejando para otra ocasión el desastre mundial que ha sufrido su imagen tras la injustificada agresión militar a Ucrania, que dicho sea de paso todavía está lejos de ser solventada, todos los resultados que ha buscado y conseguido el cada vez más odiado personaje con semejante iniciativa se le están volviendo en contra.
Para empezar, la guerra que esperaba convertir en un paseo militar por un territorio al que suponía apenas capacidad defensiva, no ha cumplido sus cálculos y perspectiva. Tanto las Fuerzas Armadas ucranianas como la propia población civil reaccionaron con un patriotismo y heroicidad que enseguida frustró las ilusiones puestas en la ocupación del territorio y la rendición bajo unas condiciones de sumisión a la disciplina del Kremlin similares a las que ejerce con otras repúblicas exsoviéticas.
Uno de los principales objetivos del control sobre Ucrania era impedir la pretensión del Gobierno de Kiev y de la mayoría de los ciudadanos de incorporarse a la OTAN, organización que les proporcionaría seguridad y les abriría el acceso a la integración en la Unión Europea, o la que les garantizaba ayudas al desarrollo y mayor capacidad de presencia en la actividad internacional que supone estar entre los vecinos que comparten los mismos intereses. Durante varios años la estrategia guiada desde Moscú y los objetivos compartidos habían frenado esa posibilidad.
Pero paradójicamente la intención de frenar de raíz esa posibilidad siempre latente entre los ucranianos, como ocurre con otros como los moldavos, no sólo se convirtió en un fracaso para Putin: la guerra y la reacción de la OTAN no sólo está demostrando que los ucranianos estaban en lo cierto tratándose de protegerse de la ambición rusa acogiéndose al paraguas de la Organización Atlántica, sino que el resultado que esas pretensiones lejos ya de ser una hipótesis se estén viendo confirmadas. Ucrania será miembro de la OTAN; Rusia no se saldrá con la suya. Esa opción Putin debe darla por perdida.
El fracaso no acaba ahí. Si Putin pretendía limitar la capacidad de la OTAN y alejarla de sus fronteras, la incorporación de Finlandia y la próxima adhesión de Suecia ha venido, como consecuencia inmediata del peligro demostrado a incrementar el número de países miembros, a reforzar la capacidad defensiva con que contaba, y a multiplicar los kilómetros que limitan sus fronteras. Putin ha conseguido revitalizar a la OTAN cuando parecía una organización en declive, ha afianzado la necesidad que la propia amenaza rusa crea y ha incrementado su potencial. Quería menos OTAN y ha logrado fortalecerla, acrecentarla y prestigiarla.
No es lo único que a Putin se le ha complicado con su ambición. Hace tres años, sin justificaciones más allá de la ambición, Rusia anticipó su propensión a agredir la soberanía ucrania apoderándose de la noche a la mañana de la península de Crimea. La reacción internacional entonces fue escasa, el Kremlin alegó razones históricas para su ocupación por la fuerza y Ucrania no recurrió a la inferioridad de sus tropas para defender el territorio. Aquella tropelía que desde entonces manejó el Kremlin como territorio propio sin mayores dificultades, ahora ha vuelto a emerger.
La invasión continúa latente no sólo entre los habitantes de la península, que en ningún momento fueron consultados, ni tampoco en la legislación internacional que no legitimó la ocupación. Entonces nadie pareció preocuparse del peligro de una Rusia con un presidente con los sueños imperiales de Putin y la ocupación, reafirmada enseguida con la construcción de un puente que la anexionó al territorio ruso, pareció quedar en el olvido como un hecho consumado. A la vista de lo que ahora está sucediendo, las miradas se vuelven atrás y aquella agresión vuelve al primer plano y será uno de los agravantes del conflicto que Moscú inició entonces y merece ser tenido en cuenta en las soluciones globales que se busquen para liquidarlo.