La República Dominicana cierra las fronteras con Haití

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Después de casi noventa años  de la masacre ordenada por el dictador Rafael  Leónidas Trujillo contra los trabajadores haitianos que trabajaban en las plantaciones norteamericanas en la República Dominicana, los conflictos entre los dos países vecinos, que tras la reconciliación temporal con el  también dictador vecino “Papa Doc”  se han venido alternando con relaciones de amistad y enfrentamientos,  vuelven a recrudecerse estos días con el cierre de las fronteras, navales, aéreas y terrestres, anunciada desde Santo Domingo por el presidente Luis Abinader.

La tensión viene de los últimos a causa de la creciente emigración clandestina de haitianos que huyen de la pobreza, incertidumbre e inseguridad que impera en su país, uno de los más desamparados del mundo, tentados por compartir las mejores condiciones de vida que les brinda la más próspera economía que se disfruta tras unas fronteras que, a pesar de   las medidas de seguridad que les separan, son fáciles de cruzar a pie.

Igual que ocurrió en 1937 cuando el tirano Trujillo decretó el asesinato de unos 20.000 braceros haitianos para ganarse la simpatía de los trabajadores locales que se quejaban del robo de los puestos de trabajo que suponía la competencia de los emigrantes procedentes del país vecino, menos exigentes y con salarios más bajos que trabajaban en   las plantaciones, el problema vuelve a repetirse, aunque actualmente sin violencia ni víctimas.

El Gobierno dominicano incrementó las medidas para evitar su entrada, que alcanza millares diarios, y, ante la imposibilidad de frenarla, implantó un sistema de control interna, que, por supuesto, no llega a la salvajada denominada “Perejil”, cometida bajo las órdenes de Trujillo, y la repatriación a sus lugares de origen. Igual que entonces responde a una demanda de los ciudadanos que tampoco van sobrados de puestos de trabajo.  El año pasado más de 70.000 haitianos, mujeres y niños incluidos, fueron expulsados al otro lado de la frontera 

Muchos opinadores locales sospechan que el presidente Abinader también en esta ocasión intenta ganarse a los votantes pensando ya en la reelección a que tendrá que someterse el año que viene. Pero la amenaza de la emigración no es el único motivo para el cierre de las fronteras. También cuenta el temor que inspiran las bandas criminales que mantienen el control en Haití, desde el asesinato del presidente Jovenel Moise hace dos años en que el Gobierno permanece a la deriva.

A todo esto, ha venido a sumarse otro motivo de enfrentamiento con las obras que los haitianos están llevando a cabo para construir un canal partiendo del río fronterizo Massacre, nombre que recuerda la matanza en 1937, con el fin de poder regar 30.000 hectáreas de terreno lo cual contribuiría a mejorar la producción agrícola y, por lo tanto, a reducir la escasez de alimentos. El Gobierno dominicano considera que ese canal robaría el agua que los dos países comparten.