Líbano: la ONU, testigo impasible de la guerra
Durante los casi 19 años de actuación de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FPNUL), en inglés “United Nations Interim Force in Lebanon” (UNIFIL), han facilitado protección, de forma indirecta y sin valorarlo, al enorme crecimiento militar de la organización Hizbulá, preparando el statu quo para un conflicto potencialmente catastrófico que amenaza con abarcar toda la región.
Desde 1978, las Naciones Unidas, han tenido desplegada una Fuerza en la frontera entre Israel y el Líbano. En aquel año, militantes palestinos entraron por mar en Israel desde el Líbano y masacraron a 38 civiles, incluidos 13 niños, con la finalidad de provocar el fracaso de las conversaciones de paz entre Israel y Egipto, que finalmente desembocaron en los acuerdos de Camp David.
A las pocas semanas de que Israel lanzara una operación para obligar a los grupos terroristas palestinos a abandonar el sur del Líbano, se estableció y desplegó en la región la FPNUL. Esta fuerza, formada rápidamente y de poca entidad, desplegó con una misión, restringida y capacidades limitadas, inadecuada para ejercer el cometido de interposición.
No se pudieron impedir nuevos ataques transfronterizos palestinos, lo que provocó la invasión israelita del Líbano en 1982. En la década de 1990, tampoco se pudo impedir una nueva oleada de ataques por parte de Hezbolá, organización que surgió de la guerra civil libanesa como el principal representante de la República Islámica de Irán en su contienda contra Israel.
En 2006, seis años después de la retirada total de Israel del sur del Líbano, el contingente de la de la FPNUL, de una entidad de 2.000 militares, fueron incapaces de impedir que Hezbolá lanzase multitud de cohetes contra Israel.
Según la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2006, el cometido de la FPNUL debía garantizar, entre otros aspectos, que la zona comprendida entre el río Litani y la llamada Línea Azul, la frontera de facto entre Israel y el Líbano, a unos 30 km al sur del río, estuviese “libre de personal armado, bienes y armas que no sean los del Gobierno del Líbano y de la FPNUL”.
La resolución de la ONU también insta a la FPNUL a “adoptar todas las medidas necesarias en las zonas de despliegue de sus fuerzas y según lo considere posible, para garantizar que su zona de operaciones no se utilice para actividades hostiles de ningún tipo”.
Lamentablemente, puede comprobarse que la FPNUL ha fracasado ampliamente en el cumplimiento de este mandato. Para el cumplimiento de esta resolución, se reforzó el contingente de la FPNUL hasta los 10.000 soldados, el mayor despliegue de fuerzas de la ONU. Sin embargo, 18 años más tarde, se estima que Hezbolá cuenta con casi diez veces más cohetes de los que tenía al final de 2006, posee multitud de depósitos de armas y domina el territorio al sur del Litani.
La FPNUL también ve restringida su capacidad de patrullar por la acción del Ejército Libanés (LAF), cuya labor no se distingue por su eficacia. Se estima que las LAF devuelven a Hezbolá armamento previamente confiscado, mientras los militantes palestinos lanzan constantemente cohetes contra territorio israelita, a poca distancia de los enclaves ocupados por unidades de las Naciones Unidas.
Parte del problema con la FPNUL es que su mandato se rige por el Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, que le impide efectuar acciones de fuerza, salvo en defensa propia. Esto no sólo la ha impedido frenar el crecimiento de Hezbolá, sino que expone su personal a los ataques del grupo terrorista y de sus partidarios, hechos acaecidos en diversas ocasiones con el resultado de bajas.
Los intentos de Israel y Estados Unidos de otorgar a las unidades de la FPNUL mayor libertad de acción para actuar contra las violaciones de la resolución 1701, han sido bloqueados en la ONU, en particular por China, Rusia y también Francia. Se estima que el status de la FPNUL ha servido, en ocasiones, como un escudo para protección de Hezbolá durante 18 años, sin impedir la construcción de su red de túneles y su arsenal de cohetes y armas suministrados por Irán en la frontera de Israel.
Mientras Hezbolá se consolidaba como el grupo terrorista más letal del mundo, almacenando municiones y equipos bajo la superficie, aparentemente, mantenía una relativa calma en la frontera con Israel.
Esa calma se rompió el 8 de octubre de 2023, al día siguiente de la cruel masacre de civiles y la captura de rehenes por parte de Hamás en el sur de Israel, cuando Hezbolá lanzó su propia ofensiva en solidaridad con su aliado iraní, concretándose en el lanzamiento de 8.300 cohetes, 1.500 misiles antitanque y cientos de drones sobre el Norte y Centro, de Israel.
El norte de Israel ha quedado prácticamente despoblado y 70.000 personas han tenido que abandonar sus hogares. A su vez, el Consejo de Seguridad de la ONU no ha condenado a Hezbolá, mientas otros miembros bloquearon los intentos de Estados Unidos de censurar sus acciones.
Tras meses de acumulación de potencia de combate en su frente con Hamás, en las últimas semanas Israel ha pasado a la acción, primero con la detonación de buscapersonas y radios de Hezbolá, y luego con el bombardeo de objetivos de Hezbolá en todo el Líbano. Mientras tanto, el secretario general Guterres y varios líderes mundiales se han volcado para advertir contra la "escalada", a la vez que piden un alto el fuego.
Si en su día se hubiese encomendado una misión adecuada y eficaz, a una FPNUL con la capacidad militar necesaria para desarmar a Hizbulá e imponer la Resolución 1701, se podría haber evitado esta última ronda de violencia. De todas formas, los países que han participado en FPNUL algo tendrían que decir.
La tragedia del Líbano también tiene ramificaciones para Gaza. En los círculos diplomáticos se ha hablado de formar una fuerza internacional "provisional" que ayudaría a gobernar Gaza y a vigilar el cumplimiento de un acuerdo de alto el fuego. Sin embargo, el ejemplo de la FPNUL no es, cuando menos, alentador.
Seguir el modelo de la FPNUL en Gaza no haría más que servir de fachada para que Hamás, como Hezbolá, refuerce sus túneles, mientras que, en la superficie, la fuerza internacional y las ONG actuarían como pantallas. No es extraño que los israelíes tengan poca confianza en una solución “internacional” para ambas crisis.