El Nord Stream, la suerte de Europa
El sabotaje en septiembre de 2022 a los gasoductos submarinos Nord Stream, diseñados para transportar gas ruso a Europa, desde Alemania, se había convertido en uno de los misterios centrales de la guerra en Ucrania, lo que ha dado lugar a numerosas acusaciones y conjeturas.
La Fiscalía polaca declaró que había recibido la orden de arresto, emitida por Alemania, en junio contra un sospechoso que vivía en Polonia en ese momento. El sospechoso, de acuerdo con las leyes de privacidad alemanas, abandonó el país antes de que las autoridades polacas pudieran detenerlo, según un portavoz de la fiscalía en Varsovia.
La construcción de los Nord Stream es uno de los hechos geopolíticos más importantes de la Posguerra Fría, dado que la economía de la UE dependía, en gran medida, de las importaciones de gas ruso.
Aunque el Pacto Verde prevé una Europa neutra en carbono para 2050, el gas natural sigue siendo una parte clave de la matriz energética, ya que el carbón se estaba eliminando gradualmente y la energía renovable aún no estaba lista para absorber por completo la de las fuentes tradicionales.
La producción interna de gas de la UE disminuía rápidamente y no había suficiente gas a precios asequibles de proveedores alternativos para reemplazar la producción rusa. El gasoducto Nord Stream 2, iniciado en 2015, conecta Rusia y Alemania directamente a través del mar Báltico, siguiendo una ruta similar a la del Nord Stream 1, en servicio desde 2011. La construcción se demoró varios años, debido a contenciosos legales y, desde 2019, también a las sanciones estadounidenses. Sin embargo, el tendido de tuberías continuaba y estaba previsto que se completaría en pocos meses.
Pocos proyectos energéticos han sido tan debatidos como el Nord Stream 2. El propietario del gasoducto, Gazprom, una empresa rusa controlada por el Estado, sostenía que era necesario para satisfacer la creciente demanda de importaciones de gas de la UE. El sector energético alemán también consideraba, y considera, que el gasoducto es un proyecto comercial viable. Algunos opositores señalan el impacto ambiental de la construcción del gasoducto, así como la contradicción entre los objetivos climáticos de la UE y las inversiones a largo plazo en infraestructura para la importación de combustibles fósiles. Otro aspecto polémico era por qué oleoductos submarinos y no por los Países Bálticos.
Sin embargo, las implicaciones geopolíticas del gasoducto son su aspecto más controvertido. Los críticos, incluidos varios Estados miembros de la UE, describen al Nord Stream 2 como un proyecto del Kremlin para crear una servidumbre geopolítica europea a Rusia. Si se relacionan con el gasoducto TurkStream que lleva gas ruso al sudeste de Europa, acabará permitiendo a Rusia privar a la maltrecha economía de Ucrania de los ingresos por tasas de tránsito que tanto necesita. El gasoducto sería una herramienta diseñada para perpetuar el dominio de Rusia sobre los mercados energéticos de la UE y comprometer la autonomía estratégica europea.
A pesar de esas preocupaciones y las objeciones de las Administraciones de Obama, Trump y Biden, el Gobierno alemán, bajo la dirección de la excanciller Angela Merkel, siguió adelante con la construcción del proyecto Nord Stream 2. La Administración Biden levantó las sanciones contra las entidades alemanas implicadas en el Nord Stream 2 después de un acuerdo con Berlín de que permitiría el retorno de gas a Ucrania y tomaría medidas para cerrar el gasoducto si Rusia intentaba usarlo para forzar concesiones políticas. Hay que señalar que el CEO de Gazpron, era el excanciller alemán Gerhard Schröder.
Ahora que Moscú está librando una guerra total en Ucrania, Alemania ha tenido que reconsiderar sus vínculos con Rusia, que, a pesar de años de advertencias de Estados Unidos y sus aliados de Europa del este, han dejado a Alemania profundamente dependiente del gas ruso. Esa dependencia surgió de una creencia alemana, adoptada por una larga saga de cancilleres, líderes industriales, periodistas y el público, de que una Rusia vinculada al comercio tendría demasiado que arriesgar en un conflicto con Europa, lo que haría a Alemania más segura y al mismo tiempo beneficiaría a su economía. Prueba de ello es la disminución del presupuesto para la Bundeswehr.
Hace más de 16 años, cuando el gasoducto Nord Stream, era poco más que una idea, un estudio del Gobierno sueco advirtió sobre los riesgos inherentes a la instalación de una pieza de valor geopolítico crítico de infraestructura energética a lo largo del lecho del mar Báltico. Según los analistas, el oleoducto sería vulnerable incluso a la forma más rudimentaria de sabotaje, mientras la vigilancia submarina sería poco fiable. Ya en 2007, un estudio de la Agencia Sueca de Investigación de Defensa, contemplaba un escenario donde: “Un solo buzo sería suficiente para colocar un artefacto explosivo”.
Actualmente, los investigadores europeos enfrentan un escenario prácticamente idéntico. Las autoridades suecas, que llevan a cabo una investigación penal, han llegado a la conclusión de que lo más probable es que un agente estatal fuera el responsable de la explosión de septiembre que destrozó las tuberías de gas. Los funcionarios y los expertos afirman que los explosivos, tal como advirtió el informe sueco, fueron colocados en el fondo del mar mediante submarinos o buzos.
Alemania está muy afectada por la guerra de Ucrania, su Gobierno es consciente de que Europa se enfrenta a crecientes desafíos geopolíticos y de seguridad, no sólo debido a la guerra a gran escala de Rusia, sino también a otros conflictos en Oriente Medio, en África central y en el norte de África. Esta guerra se considera el fin del orden de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría y representa la mayor amenaza a la seguridad europea desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La parálisis de los Nord Stream es todo un símbolo.
El cambio fundamental en las relaciones con Rusia ha hecho necesario un replanteamiento de esta relación y del papel que Alemania quiere desempeñar en las relaciones europeas y transatlánticas. El modelo de negocios alemán, basado en el gas ruso barato por gasoducto, es cosa del pasado. Salvo la demanda de mayor disuasión, no se habla de una nueva estrategia alemana o de la UE hacia Rusia, no hay perspectivas a largo plazo para las relaciones con Rusia ni ningún otro enfoque estratégico. El actual Gobierno alemán está en modo de gestión de crisis, sin una visión de su propio papel en Europa y el mundo en el nuevo entorno geopolítico y de seguridad. Si esto continúa, Alemania podría perder aún más su papel como principal negociador con Rusia y como principal gestor de crisis de Europa, papel que ha desempeñado durante las últimas décadas.
Esta guerra es una prueba de estrés para la política alemana, que necesita un enfoque más amplio y visionario de la seguridad europea y del proyecto europeo. El creciente enfoque de Alemania en el Sur Global, como lo hemos visto en las últimas dos MSC, no está respaldado por un enfoque estratégico ni por recursos suficientes; en consecuencia, parece más bien instrumental. En la región postsoviética, observamos el fin de la hegemonía rusa, impulsada por la enorme cantidad de recursos que el país está gastando en su brutal guerra en Ucrania, las sanciones occidentales y el creciente interés de los países de Asia central, el Cáucaso sur y Europa del este en contrarrestar la influencia de Rusia.
Como españoles esta situación nos afecta directamente. España soporta un doble peligro, el que le afecta debido a su situación geopolítica y el autoinfligido por cuestiones internas, cuyo componente infantiloide nos hace ser un paria en el contexto internacional. El orden multilateral posterior a la Segunda Guerra Mundial garantizado por Estados Unidos está llegando a su fin y las instituciones tradicionalmente apoyadas por España, como la ONU, la OSCE y el Consejo de Europa, se están volviendo disfuncionales.