Irán, ese grano donde la espalda pierde su santo nombre
Irán es una República Islámica de 1.648 millones de kilómetros cuadrados ubicada en el golfo Pérsico que cuenta con lugares de interés histórico que datan del Imperio persa cuya capital fue fundada por Darío I en el siglo VI a. C. Su censo en 2023 alcanzó la cifra de casi 91 millones de habitantes, mayoritariamente chiíes, cuyo Gobierno tiene determinadas características que le otorgan un régimen especial, que se basa en la teocracia dando pie a un Estado unitario, aunque su oficialmente parlamentarismo y presidencialismo se sostiene bajo la vigilancia de un complejo sistema de equilibrios y contrapesos que ejercen un control múltiple y, podríamos decir, donde reina una elevada desconfianza entre unos poderes y los otros.
Cuenta con un potente Ejercito al estilo clásico, aunque pobremente armado y mal instruido con cierto grado de grandes deficiencias. Además, existe lo que se conoce como la Guardia Revolucionaria, que es donde descansa el verdadero poder militar, con elevado número de integrantes, de gran capacidad de proyección (los Qods) con altos niveles de instrucción y dotados de un sinfín de medios sofisticados, principalmente en aviones y grandes medios de artillería de largo alcance con un elevado e indeterminado número de misiles de todo tipo de alcance y de precisión, bastantes de ellos dotados de combustibles sólidos lo que les hace más fácil y les acorta el tiempo para su entrada en posición, algo que dificulta su posibilidad de localización antes de hacer fuego. Además de lo anterior, en dicha Guardia Revolucionaria también se integran las conocidas Fuerzas para la Organización y la Movilización de los Pobres (Basich) conocidas por su crueldad a la hora de establecer el orden público cuando la población se levanta contra el régimen por cuestiones políticas o en protesta por la hambruna u otras muchas acuciantes peticiones de un pueblo bastante culto, pero muy necesitado y dado a la droga en gran parte.
Las múltiples sanciones internacionales por sus incumplimientos sobre el alcance y dimensiones de su programa nuclear y otros asuntos de menor índole los ha llevado a aumentar su instinto o desconfianza y a aprovechar las nuevas tecnologías recibidas o copiadas a determinadas fuentes externas, que se han empleado fundamentalmente en la evolución y perfeccionamiento de sus misiles y drones (principal proveedor a Rusia de estos artefactos).
Su doctrina nacional a modo simplista se basa en la exaltación nacional a toda costa; en la intransigencia ante el expansionismo cultural o religioso interno fuera de los cánones marcados por ellos mismos y en el esparcimiento e implantación de la religión chií en contra de la suní en todo el mundo, aunque no siempre sucede con esta rama ya que depende de cómo sean sus intereses en cada lugar (El Líbano o Gaza); en su odio a EE. UU. y, fundamentalmente, tal y como se ha mencionado, en la lucha por la erradicación y desaparición de Israel de la faz de la tierra.
El programa nuclear iraní se puso en marcha en la década de 1950 bajo los auspicios de EE. UU. Actualmente, Irán es el séptimo país en producir hexafluoruro de uranio y controla todo el ciclo del combustible nuclear en varios centros de producción, tratamiento y enriquecimiento, principalmente en Isfahán, Natanz y Fordow. Cuenta con una sola central nuclear en Bushehr. Todas ellas han sido objeto durante varios días de ataques importantes por la aviación israelí (para ablandar o anular sus defensas antiaéreas) y el pasado sábado, de madrugada, por la acción de los medios navales y aéreos norteamericanos apoyados por sus aliados en la zona y en estrecha coordinación y cooperación con los israelíes; todos ello, encuadrado en la que se conoce como “Operación Martillo de Medianoche”.
Las capacidades de expansión y despliegue de los Qods y la gran eficacia para lograr un buen adiestramiento y alimentación del combate de otros grupos terroristas como los hutíes en Yemen, las fuerzas yihadistas de Siria o en Irak, Hamás en Palestina (suní) y Hezbolá en el Líbano (chií) -todos ellos para desestabilizar las zonas de despliegue y obstaculizar las acciones de Estados Unidos o Israel, según los casos- y sus constantes referencias y desprecios a los avisos y consejos de la CI para que frenara el desarrollo y evolución de su programa nuclear; así como sus amenazas a la existencia o supervivencia de Israel, han llevado a los dos potentes aliados en la Zona -Israel y EE. UU.- a urdir un plan de medio plazo que podía resumirse en un debilitamiento progresivo de los tentáculos iraníes en sus grupos terroristas amamantados por ellos hasta su casi total extinción y, una vez conseguidos tales objetivos en sus zonas de despliegue o habitual implantación, ir directamente a la madre del cordero, las defensas de las instalaciones y sus propias capacidades nucleares usando los medios precisos en cada momento mediante una serie de eficaces ataques selectivos y muy psicológicos para, finalmente, dejarles con las manos vacías y sin capacidad de respuesta militar o terrorista seria en el momento de ser atacados en fuerza, y, además, con el menor daño posible para la población civil iraní.
Así, Israel ha efectuado prácticamente en soledad la totalidad de los esfuerzos para anular las grandes capacidades de la mayor parte de los grupos terroristas fuera de Irán, ha ablandado las principales defensas antiaéreas que daban cobertura a los centros de producción y enriquecimiento de su programa nuclear y, finalmente, mantenerse en apoyo de sus potentes primos que han desplegado potentes medios y armas únicas en el mundo, al parecer capaces de haber puesto en peligro y dañar totalmente o al menos dilatar bastante en el tiempo el programa nuclear iraní.
Bien es cierto que el ‘know how’ de las técnicas y procedimientos de obtención y enriquecimiento del material necesario para crear bombas nucleares sigue estando en manos y a buen recaudo de los iraníes y podrán volverlo a intentar de nuevo; pero esta vez ya no lo harán de la misma forma ni bajo los auspicios u ojos entornados del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ahora ya se sabe a ciencia cierta que no son nada de fiar; conocen las capacidades y decisión real de la CI de impedirlo y tras este inesperado ataque ya no despreciarán las decisiones y los planes norteamericanos e israelíes en temas que les conciernen y son graves, como ir a la guerra, si fuera necesario.
No obstante, con esto no se ha acabado el conflicto e Irán puede tomar grandes y graves represalias como el ya anunciado cierre del estrecho de Ormuz, por donde transita el 20 % del petróleo y del gas que se producen en el mundo y que sus capacidades militares siguen casi intactas; pero dados los pocos apoyos reales que les queda en la zona e inclusive en el mundo (Putin, a pesar de comprarle masivamente drones, ya tiene bastante con Ucrania y parece que Trump le está permitiendo mucho allí a cambio de su no injerencia en este otro tema y China está volcada en sus intereses vecinos) y, por lo tanto, tendrá que someterse a la realidad y agachar las orejas bajo los auspicios de la ONU, dado que sus agresores se han cuidado muy mucho en decir al mundo y muchas veces, que sus ataques van exclusivamente contra su programa nuclear ilegal y, por el contrario, no pretenden derrocar o cambiar el Gobierno de Irán.
Las reacciones chinas y rusas a día de hoy son muy tibias y bastante significativas y como elementos en contra o realmente negativos podemos considerar el verdadero daño hecho en las instalaciones nucleares, ya que la radiación nuclear entorno a estas no ha variado mucho, lo cual es muy significativo y negativo y, por otro lado, la enorme posibilidad de que Irán actúe contra una o varias de las bases militares a su alcance o radio de acción que albergan miles de tropas norteamericanas en su conjunto. En el lado positivo está el mensaje dado por Trump haciendo replegar hoy los bombarderos B-2 que participaron en la acción mostrando así que ya no tiene intención de volver a actuar con ellos.