Verificación de la realidad en NEOM
La presión repentina sobre las empresas para obligarlas a trasladar su sede a Arabia Saudí no es el tipo de mensaje que los posibles inversores esperaban recibir de proyectos como NEOM.
Los informes negativos se arremolinan en torno al proyecto NEOM de Arabia Saudí. El mundo no está acostumbrado a empresas de esta magnitud. El coste del proyecto se estimó inicialmente en 500.000 millones de dólares. Sin embargo, posteriormente se evaluó en unos 1,5 billones de dólares, es decir, tres veces la cifra inicial. La nueva estimación se basó en una reevaluación que tenía en cuenta el coste real de todo el conjunto de proyectos propuestos dentro de NEOM, especialmente el proyecto “The Line”, una ciudad lineal con paredes de cristal construida a 500 metros sobre el nivel del mar y que se extiende 170 kilómetros por el desierto al norte de Arabia Saudí.
El reciente reportaje de Bloomberg sobre la reevaluación del tamaño y las etapas de este megaproyecto es un hecho positivo a pesar de los interrogantes que plantea, teniendo en cuenta que el sitio web Asharq Bloomberg, una operación mediática saudí desarrollada en colaboración con Bloomberg News, tradujo y publicó el reportaje. La publicación del reportaje refleja que Arabia Saudí se ha dado cuenta de que debe reconsiderar la viabilidad de la empresa o, al menos, recalibrar su tamaño.
Cuando se habla de un gran proyecto arquitectónico como éste, es normal oír vítores de funcionarios que quieren complacer a sus dirigentes. También se recibirá la misma reacción de los grandes contratistas e ingenieros, que nunca han encontrado un nuevo proyecto que no les guste. Cuando uno ve el vídeo promocional de “The Line”, tiene la impresión de estar viendo un tráiler de la famosa película de ciencia ficción “Total Recall”. La noción de una ciudad de cristal que se extiende sobre un desierto estéril con escasas o nulas precipitaciones en medio de un calor abrasador que seca la vegetación, recuerda a los edificios y trenes ficticios que trasladan a los inmigrantes del planeta Tierra a refugiarse bajo una cúpula de cristal en Marte.
NEOM es un audaz proyecto futurista. Pero como su nombre indica, al ser una combinación de la palabra latina “neo” y la primera letra de la palabra árabe para Mustaqbal “futuro”, está orientado hacia el futuro. No cabe duda de que quien trabajó en él tuvo una visión. Con este proyecto se pretendía transformar las riquezas naturales del reino en algo más que edificios de hormigón, coches de lujo y negocios de armamento. Visión 2030 tiene una dimensión social tangible. Nadie puede negar la apertura del enorme plan y su promoción del cambio. Era necesaria una gran iniciativa de desarrollo económico para seguir el ritmo de los cambios que se estaban produciendo en Arabia Saudí.
Es bien sabido que la Arabia Saudí moderna estuvo durante un tiempo bajo el dominio del salafismo religioso. Éste llegó a entrelazarse tanto con las pautas sociales de comportamiento que el difunto rey Fahd bin Abdulaziz, una figura carismática y de mentalidad abierta, se vio obligado durante su reinado a seguir la corriente salafista. Como príncipe heredero con amplios poderes ejecutivos y luego como rey, fue testigo de cómo rivales de Arabia Saudí de la talla de Juhayman Al-Otaibi en el propio reino y el ayatolá Jomeini en Irán, desafiaban la legitimidad religiosa del país, aunque fuera como anfitrión de las Dos Mezquitas Sagradas. Con el difunto rey Abdullah bin Abdulaziz, que se dio cuenta del peligro que representaba el islam social y político, en sus diversos matices, ya fueran salafistas, afiliados a los Hermanos Musulmanes o proyectos de tipo jomeiniano patrocinados por el Estado, empezaron a surgir indicios de reforma. Pero el verdadero cambio vino de la mano del rey saudí Salman bin Abdulaziz y su príncipe heredero, el príncipe Mohammed bin Salman. Hasta hoy las cosas no han llegado al punto de una ruptura completa con el salafismo religioso y social, dado que la sociedad saudí es intrínsecamente conservadora. Pero lo que ha ocurrido en Arabia Saudí en los últimos años va más allá de lo imaginable.
La influencia del salafismo en la forma de pensar no está necesariamente relacionada con aspectos religiosos ni sociales. Es necesario disociar el término salafismo del de wahabismo con el que solía identificarse a Arabia Saudí. El wahabismo, con toda su conexión con la religión y el poder político, fue uno de los determinantes clave de la fundación de Arabia Saudí y de su historia. El salafismo es mucho más amplio que el wahabismo.
¿Qué tiene que ver el salafismo con NEOM y la reevaluación de proyectos como “The Line”? Creo que hay una conexión entre ambos. El salafismo quiere determinar la vida de las personas según un molde preestablecido. No hay lugar, por ejemplo, desde una perspectiva salafista, para una discusión sobre los códigos de vestimenta, los tipos de transacciones financieras o las relaciones de una mujer dentro de la sociedad. Son cuestiones zanjadas de una vez por todas. Alguien ya ha emitido una fatwa o tomado la decisión sobre hasta dónde debe llegar el atuendo de un hombre por encima del tobillo, o cuáles son las formas permitidas de transacciones financieras, como la Murabaha en los bancos islámicos, qué estilos deben prohibirse y qué distancia debe mantener un hombre de una mujer. La revolución social que supuso Visión 2030 fue el núcleo de los intentos de reevaluar esas nociones preestablecidas.
Pero el distanciamiento que el reino ha tomado del punto de vista salafista debe extenderse a todos los aspectos de la vida. No se puede cuestionar la rigidez de la sociedad y al mismo tiempo construir un modelo económico basado en la rigidez.
Arabia Saudí es un país rico donde gigantescas empresas, particulares y Estados extranjeros buscan proyectos conjuntos, empleos, inversiones u oportunidades de trabajo. Pero algo cambió en este proceso cuando Riad pareció imponer a las empresas un determinado modo de operar. Hace unos años, por ejemplo, impuso a las empresas que operan en su territorio la obligación de establecer su sede regional en Riad o en alguna otra ciudad saudí. La decisión parecía extraña desde muchos puntos de vista, y no era el menor el hecho de que obligaba al personal de las empresas a trasladarse a Arabia Saudí, u obligaba a estas empresas a trasladar su sede y luego contratar a nuevos empleados saudíes de acuerdo con la política saudí de “nacionalización” de los recursos humanos (dando prioridad a la contratación de nacionales) y despedir así a empleados residentes en Emiratos, Qatar, Bahréin u Omán. No cabe duda de que la nacionalización de puestos de trabajo es un compromiso fundamental e importante del gobierno saudí para frenar el desempleo. Pero en los tiempos que corren, las políticas no suelen aplicarse de forma tan rígida.
No se puede esperar que las empresas internacionales, que buscan un entorno económico libre y unas condiciones de vida dignas para sus empleados, accedan a una petición de este tipo.
No se sabe con exactitud cuántas empresas extranjeras se han trasladado a Arabia Saudí, pero la poca disposición de los saudíes a hablar del tema nos indica que su política de presionar a las empresas no ha logrado los resultados esperados. Arabia Saudí es un mercado atractivo, pero ¿puede realmente influir en la decisión de un gigante occidental de la información con un valor de mercado superior al PNB de Arabia Saudí? A grandes rasgos, Occidente puede inmiscuirse en sus decisiones por el enorme control que ejerce sobre las finanzas, los negocios, la tecnología, además de la política y los medios de comunicación.
La presión repentina sobre las empresas para obligarlas a trasladar su sede a Arabia Saudí no es el tipo de mensaje que los posibles inversores esperaban recibir de proyectos como NEOM. Cualquier inversor se lo pensará dos veces antes de poner sus millones o miles de millones en un entorno que le obliga a tomar decisiones unilaterales. Si hoy las empresas que desean crear puestos de trabajo o emprender grandes proyectos en Arabia Saudí se ven sometidas a presiones y amenazas, ¿qué impedirá que mañana las autoridades intenten coaccionar a los inversores, después de que hayan comprometido importantes fondos y esfuerzos y establecido sus operaciones en el reino, para que se limiten a un negocio, una ubicación geográfica o una mano de obra concretos? ¿Tiene entonces el inversor la opción de desmantelar el edificio con paredes de cristal que ha construido frente al mar, cargárselo a la espalda y marcharse?
Según algunos informes, los viajes de marketing al extranjero emprendidos por el Grupo NEOM no han dado resultados significativos, y los fondos soberanos saudíes tendrán que soportar la mayor parte de la financiación de los proyectos de NEOM. Esto supondrá una merma de sus recursos y les obligará a aportar financiación adicional mediante la venta de bonos, por ejemplo. Es cierto que Arabia Saudí es un país rico y poderoso, pero cualquier funcionario saudí se preguntará con toda seguridad si es sensato verter entre 500.000 y 1.500.000 millones de dólares en un solo proyecto, con un rendimiento no garantizado, a expensas del impulso de desarrollo integral que persigue la Visión 2030. Mientras no se resuelva el problema de la financiación extranjera, por otros medios, como los proyectos más realistas y menos costosos a orillas del mar Mediterráneo, al norte, en Egipto, o de la costa del mar Arábigo, al sur, en el Sultanato de Omán, entonces NEOM, y todas sus perspectivas de futuro, es un proyecto que necesita ser reevaluado y revisado.
Las alarmas deberían haber saltado tras los comentarios que, al parecer, hicieron los posibles inversores chinos en Hong Kong la semana pasada, según los cuales es necesario "disipar ambigüedades" y evitar vivir en "una caja de cristal".
Hablar de reducir un proyecto como “The Line” es un primer paso en la dirección correcta. Independientemente de que la guerra se desate no muy lejos, en Gaza, o de que los drones hutíes alcancen Eilat, es decir, viajen a una distancia mayor que NEOM, toda la región es presa de la preocupación.
Muchos países plantan la semilla de un proyecto y dejan que se desarrolle de forma orgánica y natural, en lugar de imponer una plantilla rígida como se intentó en la antigua Unión Soviética, que acabó en fracaso ahuyentando a la población.
No hay justificación para tratar de imponer una visión rígida sólo porque Arabia Saudí sea un país rico capaz de construir el NEOM, con o sin inversores. Estar dispuesto a reevaluar las ideas tras una comprobación de la realidad es lo que da valor a esas ideas. Al fin y al cabo, lo que importa es el éxito. Al igual que Arabia Saudí ha prescindido del salafismo religioso y social, no hay lugar en su futuro ni en su visión para el salafismo económico.
Dr Haitham El-Zobaidi es el editor ejecutivo de Al Arab Publishing Group.