Hipocresía de la reivindicación: Tinduf, derechos humanos y silencios cómplices

Tinduf - PHOTO/FILE
En los recónditos y áridos campamentos de Tinduf, miles de saharauis viven en condiciones que rayan lo inhumano. Es algo que no debemos dejar de recordar, por más que se haya repetido hasta la saciedad. Estos campamentos, controlados por el Frente Polisario, han sido escenario a lo largo de toda su existencia de violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Un oscuro secreto que la comunidad internacional ha decidido ignorar de forma permanente e incluso deliberada.

Esto ocurre por diversos motivos, aunque asoma como uno de los principales esa intencionada confusión simbiótica entre “Frente Polisario” y “pueblo saharaui”, que el propio Polisario utiliza para disfrazarse de la condición de víctima que únicamente corresponde a los segundos, y que al mismo tiempo ha sabido vender inteligentemente en el extranjero a lo largo de estas décadas. Todo ello con objeto de confundir a la opinión pública y a sus “targets” potenciales. Aunque a estos últimos, entregados a la imbecilidad romántica y militante con suma profusión, no hacía falta convencerlos mucho.

A base de décadas de narrativa deformada desde el Polisario hacia sus advenedizos acólitos, en la cual se presenta a Marruecos dentro de esta historia como villano intrigante y el único que viola derechos humanos, mucha gente a este lado del Estrecho cree que en los campamentos de Tinduf no pasa nada o que todos son víctimas. Convenientemente manipulados, lo hacen sumidos en una profunda ignorancia o peor aún, en algunos casos, en la más oscura de las confabulaciones. Pero no, allí no todos son víctimas. También hay verdugos, tal vez demasiados.

Esta omisión voluntaria se ve agravada por la complicidad de Argelia, que no solo permite, sino que facilita este ambiente irrespirable, aunque ahora la situación está empeorando hasta límites insospechados. La realidad en Tinduf es cada vez más desoladora. Los testimonios de represión y violencia son escalofriantes. Según denuncias recientes, los activistas saharauis son acosados, detenidos arbitrariamente y sometidos a torturas por parte de la policía del Frente Polisario. Uno de los casos más recientes es del de Mahmouda Hameida Said, víctima de abusos y encarcelamiento por parte de las autoridades del Polisario. Otro ejemplo aún más atroz es el del joven Awsard, brutalmente degollado y abandonado en un contenedor de basura hace escasas semanas.

Estas prácticas no solo violan los derechos más básicos, sino que perpetúan un estado de miedo constante entre la población refugiada, que se encuentra atrapada entre la espada de la represión y la pared de un olvido internacional clamoroso hacia sus represores. Porque a pesar de las numerosas denuncias y llamamientos a organizaciones internacionales de derechos humanos, la comunidad global sigue mirando hacia otro lado. Human Rights Watch y otras entidades han sido exhortadas repetidamente a intervenir por diferentes organizaciones como el Movimiento Saharauis por la Paz, pero su respuesta ha sido, en el mejor de los casos, tibia y, en el peor, inexistente. Esta apatía es alarmante y plantea serias dudas sobre el compromiso real de estas organizaciones con la defensa de los derechos humanos.

Entre las sombras de esta tragedia, se alza el caso de los buscadores de oro, una muestra más del desamparo y la desesperación que ahogan a los habitantes de Tinduf. En su búsqueda desesperada de medios de subsistencia, estos valientes se enfrentan a la explotación y la violencia, convertidos en víctimas de un sistema que los condena al olvido.

De hecho, y mientras escribo estas líneas, nos llega una trágica y escalofriante noticia. Un dron del Ejército argelino acaba de matar a tres saharauis y herir a otros catorce al sur del campamento de Dajla. Eran buscadores de oro procedentes de los campamentos de Tinduf. Estos ataques no son algo nuevo. Entre finales de 2020 y principios de 2021 varios jóvenes saharauis fueron asesinados por las fuerzas argelinas mientras buscaban oro, algunos incluso quemados vivos.

Como si de una broma de mal gusto se tratase, Argelia, que se presenta a sí misma como un bastión de apoyo a la causa saharaui, en realidad utiliza a los refugiados como peones en su juego geopolítico contra Marruecos. La situación en Tinduf es un reflejo de esta política cínica y despiadada. Las fuerzas de seguridad argelinas participan de estos actos de brutalidad contra los saharauis con total impunidad con la connivencia de aquellos que deberían proteger a su población. Esta colusión entre el Frente Polisario y Argelia convierte a los campamentos en verdaderas prisiones al aire libre, donde la esperanza se desmorona y la desesperación reina.

Mientras tanto, en España, ciertos sectores políticos y mediáticos han optado por apoyar incondicionalmente al Frente Polisario, cerrando los ojos ante sus crímenes. Los satélites mediáticos del Polisario, conocidos por todos, han sido consistentemente críticos con Marruecos, pero rara vez han denunciado la represión en Tinduf. Esta postura selectiva y parcial, denunciando fervientemente presuntas violaciones de derechos humanos en Marruecos, pero ignorando convenientemente las atrocidades cometidas por el Polisario en Tinduf, revela una doble moral que socava la credibilidad del periodismo y la política española, al tiempo que perpetúa el sufrimiento de una parte importante de la población saharaui.

El último brindis al sol nos lo ha ofrecido la candidata de Sumar a las elecciones europeas, Estrella Galán, prometiendo viajar al Sáhara Occidental tras las elecciones con la supuesta intención de verificar si Marruecos respeta los derechos humanos en la región. Pero ¿para cuándo el viaje a Tinduf con esa misma intención? No sucederá. El Polisario, con su disfraz de víctima, hace tiempo que los tiene engañados con lo que allí pasa, cuando no se autoengañan ellos mismos.

El papel de Argelia y el silencio de la comunidad internacional en esta cuestión no son fenómenos aislados, sino que forman parte de un entramado de intereses políticos y económicos que priorizan las agendas geopolíticas sobre los derechos humanos. Esta realidad debe ser denunciada con vehemencia y sin ambigüedades. No podemos permitir que la defensa de los derechos humanos se convierta en una cuestión de conveniencia política.

Es urgente poner fin a ese silencio atronador. La Unión Europea, Naciones Unidas y los tribunales internacionales, deben tomar medidas concretas para investigar y sancionar las violaciones de derechos humanos en un sitio opaco a esta cuestión como es Tinduf. De igual manera la presión diplomática sobre Argelia y el Frente Polisario debe intensificarse para garantizar la protección de los derechos fundamentales de los saharauis.

En este contexto, es pertinente recordar las palabras de Martin Luther King Jr.: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”. El caso de Tinduf es un recordatorio sombrío de que la lucha por los derechos humanos es universal y no puede estar sujeta a dobles estándares. La represión en los campamentos no debe ser ignorada ni minimizada. Es una afrenta a la dignidad humana que exige una respuesta firme y decidida. La verdad debe prevalecer sobre la propaganda, y la justicia debe triunfar sobre la impunidad, donde el respeto a los derechos humanos no sean una aspiración, sino una realidad para todos, sin excepción.