Sudán y el Mediterráneo

Javier Fernández Arribas

Pie de foto: El PNUD está ayudando a los agricultores más pobres de Darfur a recuperarse económicamente y favoreciendo a la economía sudanesa

El mundo está sufriendo múltiples convulsiones en lo que se interpreta como un período de enfrentamiento global. La ansiada recuperación económica no termina de cristalizar en Occidente y la amenaza terrorista, que se extiende con métodos cada vez más brutales y una comunicación cuidada y profesional, provoca una inestabilidad que remueve algunos  cimientos. El flujo de emigrantes forzados por conflictos como el de Libia o Siria o Irak originan tragedias constantes en el mar Mediterráneo que lleva camino de convertirse en una vergonzante fosa común, sobre todo, tras los  naufragios entre las costas libias y la isla italiana de Lampedusa. En ese contexto, las iniciativas de desarrollo e integración de las políticas de los países mediterráneos cobran mayor valor y sentido para afrontar los múltiples problemas que demuestran la necesidad de una verdadera y mejor cooperación entre el norte y el sur, implicando a toda la Unión Europea. Destacamos así mismo, la enorme relevancia de la energía para la seguridad nacional de todos los países mediterráneos y el papel trascendente de un órgano de regulación como es el Medreg. El norte de Europa, muy condicionado por la crisis en Ucrania y la actitud de Rusia, debe entender que una buena parte de la solución a ese problema está en la energía suministrada desde la ribera sur del Mediterráneo.

Estabilidad en Sudán

Y en el conjunto de intereses de la región, nos hemos ocupado de un país africano que ha adquirido una discreta importancia en el tablero regional y que tiene un potencial económico notable. La República de Sudán vive un desafío histórico porque su estabilidad  política y social se ha convertido en estratégica por el papel que juega en estos momentos en una región plagada de conflictos y con graves amenazas de grupos terroristas que responden a turbios intereses. También por la presión interna de buena parte de los partidos políticos que si bien participan en el desarrollo de un Diálogo Nacional inclusivo decidieron boicotear las últimas elecciones, donde el índice de participación ha alcanzado casi a la mitad de los posibles votantes. La celebración de elecciones presidenciales y legislativas debe suponer un punto de inflexión en la legitimidad  del nuevo gobierno y de su presidente para gobernar Sudán por cauces más democráticos, mejorar la economía y el nivel de vida de sus ciudadanos, conseguir los acuerdos necesarios para el éxito del Diálogo Nacional y acabar con los brotes de violencia en zonas como Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul con el compromiso de lealtad y colaboración de los partidos políticos de la oposición, que plasmaron en la declaración de Berlín sus reivindicaciones.

Los contactos oficiales entre Sudán y Estados Unidos apuntan a un paulatino levantamiento de las sanciones norteamericanas, como ha ocurrido en el sector de las comunicaciones, que condicionan el progreso y las relaciones políticas, económicas y comerciales de los sudaneses, también con la Unión Europea. La agricultura, la ganadería, recursos naturales como petróleo, oro y otros minerales, servicios o turismo son sectores importantes donde el conocimiento, la experiencia y la inversión extranjera tienen un buen mercado comercial, con una Ley de Inversiones que facilita la cooperación.

Las autoridades económicas sudanesas invitan a los inversores y empresarios españoles para realizar buenos negocios. Sin duda, Sudán ofrece un potencial muy interesante para la inversión española que necesita, como en cualquier lugar del mundo, la seguridad jurídica y las garantías esenciales para acometer esa decisión. Y, también, un panorama político interno de estabilidad democrática después de las elecciones y el desarrollo del Diálogo Nacional y la resolución pacífica de los conflictos que, además de contribuir a las relaciones económicas y comerciales y la mejora del nivel de vida de los sudaneses, refuercen la habitual buena cooperación en la lucha contra el terrorismo.