Zaporiyia, escenario plausible e inquietante
Mucho se ha hablado durante las dos últimas semanas de la situación en torno a la central nuclear (NPP) de Zaporiyia.
Es esta una instalación vital para Ucrania, pues suministra el 50% de la energía eléctrica del país, y es, así mismo, la central nuclear más grande de Europa.
Situada en la localidad de Enerhodar, fue una de las instalaciones críticas capturadas por las fuerzas de la Federación Rusa en los primeros momentos de la guerra. En este punto se ha de hacer un inciso para señalar que la rápida pérdida por parte de las tropas ucranianas de la ciudad de Kherson, así como de la NPP y de amplias zonas de este oblast y el adyacente de Zaporiyia, fue consecuencia de una mala planificación y ejecución de la defensa, así como de las dificultades que encontraron durante esos confusos momentos iniciales las fuerzas ucranianas para poder ejercer un adecuado mando y control (C2). Esto derivó en que las ordenes en algunos casos tardaran más de veinticuatro horas en llegar. Como ejemplo del desastre que supuso esa defensa podemos señalar la huida del oficial general al mando de esta, el cual ha sido localizado y detenido recientemente en la frontera de Bulgaria.
El motivo por el cual esta instalación crítica ha saltado a la primera plana han sido los supuestos ataques llevados a cabo en sus cercanías por parte de las tropas ucranianas (siempre según fuentes rusas). Si bien el que se puedan desarrollar combates en las inmediaciones de una central nuclear no es algo para nada tranquilizador, se ha de decir que en principio no existe motivo para el pánico. Y desde luego ese no es el mayor peligro que presenta la NPP.
Las centrales nucleares se construyen bajo unos impresionantes estándares de seguridad, y se contemplan todo tipo de incidentes. Es por ello por lo que una instalación preparada para soportar el impacto directo de un avión de pasajeros contra su estructura difícilmente será dañada por disparos perdidos de cualquier tipo o incluso por impacto directo de proyectiles de artillería. Desde luego si Ucrania, como acusa el Kremlin, tuviera intención de destruir la planta (algo del todo absurdo porque el país necesita la energía que produce) poco éxito puede esperarse si lo pretende con ataques de artillería. Y no se olvide que estos supuestos ataques no están demostrados.
Una vez hecho este planteamiento surge una pregunta ¿Qué sucede entonces en torno a la central nuclear de Zaporiyia? ¿Por qué ese denodado interés en situarla en el centro de atención y anunciar una posible catástrofe?
Y es aquí donde surge el planteamiento de un escenario inquietante.
La situación actual de la guerra, a pesar de lo que pueda parecer, no es precisamente favorable a Rusia. De hecho, casi se podría hablar de una situación de bloqueo. Si se presta atención a diversos factores se podría concluir que la posición rusa puede estar cercana a un punto de desesperación, y esto podría llevar tomar una determinación muy arriesgada pero útil a sus fines.
En primer lugar, tenemos la incapacidad de Rusia de cortar el flujo de entrada de sistemas de armas y todo tipo de equipo en Ucrania. Desde el primer día de guerra Rusia ha sido incapaz de lograr la superioridad aérea, esto ha influido decisivamente en esa facilidad para suministrar a Ucrania con todo lo que está llegando. Esta llegada de material así mismo es la que ha facilitado en parte que el ejército ucraniano haya logrado la capacidad de alcanzar objetivos en profundidad dentro de las líneas rusas, llegando incluso a batir objetivos en suelo ruso a distancias de más de doscientos kilómetros del frente. Se podría decir que el aumento de estos ataques por parte de Ucrania ha sido directamente proporcional a la disminución de ataques similares por Rusia.
Como consecuencia directa de lo mencionado el ejército ruso se ha visto obligado a alejar del frente los puntos donde los ferrocarriles con munición y material son descargados para trasvasar la carga a los camiones que los acercan a los puntos de distribución, alargando enormemente las rutas logísticas y aumentando el riesgo de emboscadas. El impacto en las unidades que combaten en el frente es el aumento en los plazos para recibir todo lo que necesitan y la escasez de elementos como munición de artillería por la destrucción de innumerables polvorines.
Pero el aumento en número y precisión de los ataques ucranianos están teniendo otro efecto fundamental y casi más grave. La moral de las fuerzas rusas se está viendo afectada, así como la sensación de incertidumbre y temor, pues los ataques ya son diarios y se suceden incluso en el interior de la península de Crimea. El mensaje es que no están seguros en ningún sitio.
A lo anterior se ha de añadir el significativo descenso en el empleo de misiles de crucero Kalibr, y el uso de otro tipo de misiles como los antiaéreos S-300 o S-400 para atacar objetivos terrestres. Esto no es sino un claro síntoma de la escasez de este tipo de armamento en los arsenales rusos y la dificultad que están teniendo para reponer el stock.
Otro factor es la dificultad para reclutar personal que cubra las bajas que se están sufriendo. Al no haber decretado la movilización general el ejército ruso depende de su capacidad de reclutamiento voluntario, y esta cada vez es más escasa. Tan es así que incluso la PMC (Private Military Company) Wagner, que junto con las milicias reclutadas entre la población del Donbas, en no pocos casos de manera forzosa, lleva el peso de las acciones en ese frente, está retirando efectivos de otros escenarios como República Centroafricana o Siria para desplazarlos a Ucrania.
Como último factor, aunque en este caso afecta a ambos contendientes, tenemos el agotamiento. Tras seis meses de guerra, con dificultades para relevar unidades, haciendo frente además a un movimiento partisano en la retaguardia cada vez más intenso, las fuerzas están casi al límite. Y buen ejemplo de ello es que cada vez más, sobre todo en el este, se ha entrado en la dinámica de posiciones o asentamientos que cambian de manos varias veces. Eso es señal inequívoca de un estancamiento.
Estos factores comprenden el lado puramente militar. Pero nadie es ajeno a que Rusia está jugando en otros planos que probablemente sean incluso más importantes o determinantes. Y el principal de ellos es el económico. Hasta el momento es aceptado por todos los analistas que el factor tiempo puede jugar en beneficio de Rusia. El más que probable (seguro nos atreveríamos a decir) corte total del suministro de gas a Europa este invierno es una espada de Damocles que pende sobre el futuro de la economía de la zona euro. Las consecuencias de esa medida pueden ser muy dolorosas, y terminar de llevar a Europa a una recesión como no se ha visto en decenios. Rusia lo sabe. Y sabe también que ese puede ser un factor desestabilizador que termine con la “unidad” actual frente a sus acciones en Ucrania.
Pero de seguro que los analistas del Kremlin están valorando también todos los escenarios posibles. Trabajando con lo que suele denominarse en inglés: “WHAT IF…” o lo que es lo mismo, “Que sucedería si…”. Esto se hace para a su vez dibujar escenarios de reacción alternativos.
Y aquí es donde toca plantear uno tan inquietante como factible. Lo cual no quiere decir que sea el más probable, pero no se debería descartar.
En el aspecto militar un hecho innegable y objetivo, y del cual la propia Rusia es consciente es que, ante una extensión del conflicto, fuera de las fronteras con Ucrania, no ya involucrando a la OTAN, sino que involucrara a algunos países de la región (Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Rumania, Finlandia…) a nivel de fuerzas convencionales la Federación Rusa sería inevitablemente derrotada. Como ya se ha apuntado en otras ocasiones, la única capacidad de disuasión de Rusia actualmente es la nuclear.
Por lo tanto, si unimos la situación de bloqueo, la incapacidad de avanzar significativamente en el Donbas, el aumento de capacidades y efectividad de las fuerzas ucranianas, y el agotamiento junto a la posibilidad que se deben estar planteando en el Kremlin de que Europa supere este invierno manteniendo mal que bien su unidad…tendremos nuestro “What if…” Porque de ser así, las sanciones unidas a la pérdida definitiva del mercado europeo, que habrá encontrado un proveedor sustituto provocarán un cambio de las tornas: el tiempo entonces correrá en contra de Rusia, y frente esa situación no se adivina salida posible.
Ante ese panorama Rusia necesita un golpe de timón que, de un giro al conflicto, que suponga que toda la comunidad internacional se focalice en detenerlo, pero a su vez sin intervenir militarmente, y que al mismo tiempo le sirva para alcanzar al menos parte de los objetivos marcados al inicio de la guerra y consolidar lo que ha ganado hasta ahora.
Ese escenario podría proporcionarlo un “accidente” en la planta nuclear. Un hecho de ese calibre supondría que todos los esfuerzos internacionales se concentrarían en contener las consecuencias de ese accidente, llevando casi con seguridad a la paralización de las hostilidades. Nadie entendería que Rusia o Ucrania continuaran luchando ante una situación como esa. Pero es que según los modelos predictivos de como podría afectar un escape de radiación, casi con toda seguridad esta se extendería hacia el oeste, afectando principalmente a Ucrania, traspasando sus fronteras, pero creando dentro del país una zona prohibida de facto que marcaría una clara separación de los territorios ganados por Rusia del resto de Ucrania. Esto, unido a lo ganado en el Donbas, crearía esa zona colchón que buscaba Rusia al inicio de la guerra. Es más, según esos modelos dejaría aislada la zona de Odesa dejando a Ucrania sin salida efectiva al Mar Negro.
Un accidente así sería de muy difícil atribución, y por descontado que Rusia centraría la responsabilidad en Ucrania (no se debe olvidar que el personal que aún opera la planta es ucraniano). De hecho, y es uno de los elementos que nos llevan a pensar que es un escenario que se está contemplando, desde hace semanas Rusia está preparando el relato, creando la narrativa para culpar a Ucrania de cualquier cosa que ocurra en la NPP.
Hay quien pueda pensar que las posibles bajas civiles o afectación a la población civil alejan esta posibilidad. Nada más lejos de la realidad. La historia nos enseña que Rusia hace en estos casos un frio cálculo de “coste-beneficio” y sería ingenuo pensar que la principal preocupación para Rusia son los habitantes de una región conquistada a Ucrania.
Las consecuencias por tanto serían, detención de las hostilidades, consolidación de lo ganado hasta el momento, disrupción de cualquier intento de Ucrania de llevar a cabo una ofensiva en la zona de Kherson, materialización por décadas de una zona de separación entre la frontera rusa y Ucrania, cierre de la salida al mar y un grave, casi irrecuperable daño a la economía ucraniana.
Esto daría el tiempo necesario a Rusia para recuperarse de las consecuencias de la guerra, replantear sus fuerzas convencionales y difundir para consumo interno un relato de victoria al menos parcial.
Sería la primera vez en la historia que se utiliza una instalación de este tipo con fines bélicos, sin embargo, esta guerra nos está sorprendiendo prácticamente cada día. Y este escenario, que muchos desecharan porque su subconsciente no quiere admitir algo tan terrible, no debe dejarse de lado. A pesar de todo el oso está herido, no de muerte, pero muy seriamente y comienza a tener pocas salidas.