Madrid, sede mundial del clima en diciembre
En la primera quincena de diciembre, concretamente entre el 2 y el 13 de diciembre, se celebra, por primera vez en España, la Cumbre Climática Mundial (COP), un conjunto de eventos en los que se reúnen anualmente expertos de todos los países del mundo con el objeto de avanzar en las decisiones que nos comprometan a todos para estar a la altura de las circunstancias en hacer frente a uno de los grandes retos de la humanidad para este siglo, como lo constituye el calentamiento global.
La Cumbre debería haberse celebrado en Santiago de Chile, pero la situación de desasosiego y violencia que se sufre el aquella ciudad desde hace ya varias semanas ha obligado a trasladarla a otro lugar, habiendo sido Madrid la ciudad elegida por el ofrecimiento del Gobierno español. En todo caso, la Presidencia de la Cumbre está a cargo de Carolina Schmidt, ministra de Medio Ambiente de Chile, tal y como estaba previsto antes del traslado.
Hay que reconocer el enorme esfuerzo y capacidad de reacción del Gobierno español y, de una forma especial, de la ciudad de Madrid para organizar en escasas cuatro semanas algo que, en condiciones normales, requeriría alrededor de un año, por la gran cantidad de delegados que vienen desde todas partes del mundo, como así lo reconocía el diario francés “Le Monde” en un artículo publicado el 26 de noviembre.
En la Cumbre Climática de Madrid tienen lugar, de forma simultánea y paralela, los cinco eventos siguientes: del 2 al 13 de diciembre la vigésimo quinta edición de la Conferencia de las Partes (COP 25), la décimo quinta edición de las Partes del Protocolo de Kyoto (CMP 15), la segunda edición de la reunión de las Partes del Acuerdo de París (CMA 2); por otra parte, del 2 al 9 de diciembre se celebra la quincuagésima primera edición del Órgano Subsidiario para el Asesoramiento Científico y Tecnológico (SBSTA 51) y del Órgano Subsidiario de Implementación (SBI 51).
Las dos Cumbres más importantes de los últimos años han sido, sin duda, por un lado la COP 15 de Copenhague, de 2009, que resultó un fiasco por las grandes expectativas que se habían puesto en ella de que se produjese un acuerdo; y, por otro lado, la COP 21 de París, de 2015, en la que finalmente se produjo el conocido Acuerdo Climático por el que los países que lo han ratificado -187 de los 197 que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas de Cambio Climático (CMNUCC), que representan la casi totalidad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero- se ponen como objetivo que el incremento de temperatura en la superficie de la Tierra sea considerablemente inferior a 2ºC sobre la temperatura en la época preindustrial así como a realizar los mayores esfuerzos para que no la supere en más de 1,5ºC.
El motivo del fracaso de la COP 15 de Copenhague (2009) fue el intento de aplicar una distribución del reparto de emisiones de gases de efecto invernadero de arriba abajo (“top-down”), es decir establecer las emisiones globales admisibles a partir de dicho momento y, posteriormente, repartir las mismas entre los diferentes países en función de una serie de criterios como su nivel de desarrollo y su estructura económica. Surgieron cuestiones como la deuda histórica -la mayor parte de las emisiones hasta dicho año habían sido producidas por los países desarrollados y, en especial, por EEUU y la UE- o bien la falta de acuerdo en el reparto de las emisiones futuras.
Sin embargo, el Acuerdo fue posible en la COP 21 de París (2015) al aplicar los dirigentes de la misma una aproximación muy diferente a la de Copenhague, que consistió en solicitar a los países sus compromisos de emisión a 2030 (“Intended National Determined Contributions”) y adjuntarlas al documento del Acuerdo. Ahora bien, la utilización de este método tuvo como consecuencia la profunda inconsistencia de que la suma de los compromisos de emisiones del conjunto de los países es incompatible con el objetivo principal del Acuerdo de limitación del aumento de temperatura. En concreto, la suma de las emisiones comprometidas por los Estados supone un incremento de temperatura para final de siglo de alrededor de 3ºC.
A estos efectos, conviene decir que según el Informe del IPCC “Special Report Global Warming of 1.5ºC”, publicado en septiembre de 2018 y que representa el estado del arte del conocimiento científico, para conseguir que la temperatura en la Tierra no supere un incremento 1,5ºC con una probabilidad del 50% quedaría un remanente por emitir, a partir del 1 de enero de 2020, de un total de 500 gigatoneladas (miles de millones de toneladas) de dióxido de carbono, debiendo tener en cuenta que desde la época preindustrial (desde 1875) las emisiones globales de dicho gas han sido de unas 2.020 gigatoneladas hasta finales de este año y que las emisiones actuales son de 42 gigatoneladas anuales, lo que supone un plazo de 12 años para completar dicho remanente.
Adicionalmente, y según el mencionado informe, la limitación del incremento de temperatura a 2ºC, con una probabilidad del 67% de no superarla, supondría un remanente de emisiones de 1.090 gigatoneladas a partir de 2020, equivalente a 26 años al ritmo actual de emisiones.
Lo anterior da una imagen del esfuerzo que tenemos por delante, de una magnitud y de una dificultad sin precedentes en la historia reciente y que, además, implica a todos los habitantes de este planeta.
En esta Cumbre deben quedar acordados todos los aspectos operativos de forma que en la del próximo año, que se celebrará en Glasgow, el conjunto de países se comprometa a aumentar considerablemente su ambición en la reducción de emisiones para que los objetivos de incremento de temperatura y los compromisos para conseguirlo no estén tan alejados como lo están ahora. Hasta este momento únicamente 70 países de los 197 forman la CMNUCC han manifestado su intención de incrementar su ambición en la reducción de emisiones.
Según el informe del IPCC de 1,5ºC antes mencionado, las emisiones de gases de efecto invernadero deben ser nulas en 2050 si se quiere limitar el incremento de temperatura sobre la época preindustrial a 1,5ºC o bien en 2070 para un aumento de 2ºC. Sin embargo, es necesario resaltar que hay sectores cuya descarbonización futura es mucho más dificultosa e incierta, como serían algunas partes del sector industrial (por ejemplo, cemento e industria química), el transporte marítimo, aéreo y pesado de larga distancia por carretera y la agricultura. La eliminación de las emisiones netas de los sectores antes mencionados parece que va a requerir, además de una optimización de los procesos y, en su caso, de su eficiencia energética, una compensación mediante sumideros o bien mediante la captura y almacenamiento de dióxido de carbono en capas geológicas profundas, tecnología que presenta grandes incertidumbres en estos momentos.
De lo anterior se deduce que no va a resultar posible cumplir con los objetivos del Acuerdo de París sin una completa descarbonización del sector de la edificación, que supone alrededor del 26% de las emisiones mundiales, del 40% en la UE y del 28% en nuestro país, para lo que se requerirán grandes inversiones para intervenir sobre el parque edificado.