Polarización en Marruecos: una apuesta fallida
- Así habló Benkirane
- Una estrategia discursiva deliberada
- La cuestión palestina para alimentar la polarización
- La oposición de “nosotros” y “ellos”
- La inmunidad marroquí contra la polarización
No fue la profundidad de la crítica social ni la originalidad de las reivindicaciones lo que dio tanta visibilidad a este discurso, sino más bien su fuerte carga polémica y su inapropiada violencia verbal. A diferencia de las demás intervenciones, que se centraron como es habitual en esta ocasión, en denunciar las políticas sociales del gobierno y en defender los derechos de los trabajadores, el recién reelegido secretario general del PJD, aprovecho la ocasión para empuñar la causa palestina como arma para desacreditar a sus adversarios. Esta estrategia, es la que convirtió su virulento discurso en el foco central de casi todos los comentarios periodísticos y en redes sociales.
Así habló Benkirane
«Hoy tenemos entre nosotros algunos, cómo los llamaremos? Microbios! Microbios... he encontrado el nombre adecuado para ellos, microbios en la política, microbios en los medios de comunicación, microbios en ciertos organismos oficiales o semioficiales, microbios! Salieron diciendo: “No señor, somos marroquíes, no tenemos nada que ver con Palestina”. Burro!... Burro!... Burro del fin de los tiempos! Acaso no has leído la historia? no sabes lo que pasó en al-Ándalus? cuando este emirato empezó a decir: "No tengo nada que ver con ese otro emirato", hasta que todos fueron barridos, burro!”
Así hablo Benkirane en Casablanca delante de sus seguidores en aquel Día del Trabajador, y todas las voces sensatas en este país se preguntaron: que es lo que llevó a un dirigente político y ex jefe de gobierno, que se suponía que debía encarnar la responsabilidad y la moderación, a recurrir a tal vulgaridad verbal? Cómo pudo haber llegado a tal nivel de provocación extrema y de grosería inédita, excediendo con creces los límites de lo aceptable en el debate público?
El asombro de la opinión pública marroquí ante el discurso del activista islamista fue inmediato y profundo. Muchos quedaron impactados por la inusual virulencia de sus declaraciones, El uso de términos insultantes como "microbios" o "burro" hacia sus conciudadanos fue ampliamente percibido como un grave desliz, un flagrante desprecio por sus adversarios políticos, incluso un golpe doloroso al concepto de la política misma, lo que provocó una enorme ola de indignación en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Esta declaración fue aún más sorprendente considerando que se espera que Benkirane, como antiguo número dos en el Estado, sea reservado y de mente abierta, especialmente en un contexto en que la sociedad marroquí espera que sus dirigentes sean ejemplares en sus palabras y actitudes. Varias voces, incluidas personalidades públicas y líderes de opinión, han destacado la inconveniencia del uso de este lenguaje por parte de un estadista, recordando que el deber de respetar la ética del debate público, significa que el respeto a los ciudadanos prima sobre las disputas partidistas y los ajustes de cuentas políticas.
Cuando el líder político utiliza el término "microbios" para referirse a aquellos que no comparten su percepción ideológica de la causa palestina, pretende con esta metáfora biológica deshumanizar al adversario político, reduciéndolo a algo dañino, inferior, insignificante, y que hay que eliminar, lo cual es una característica clásica del discurso del odio que fomenta la estigmatización y marginación de quienes expresan una opinión diferente.
El uso reiterado de insultos (“burro”) tiene como objetivo humillar públicamente a quienes se desmarcan de su línea ideológica respecto a la cuestión palestina, creando un clima de intimidación y miedo. Esta retórica pretende disuadir cualquier expresión de opinión diferente, equiparando la diferenciaría con la ignorancia o la traición.
La torpe utilización de la historia de al-Ándalus, sirve aquí para legitimar la posición del discurso islamista, sugiriendo que el hecho de no expresar un apoyo incondicional a Hamas en este momento, o de favorecer una cierta prioridad de los intereses estratégicos de Marruecos sin que esto excluya el apoyo a la causa palestina, conduciría a una catástrofe colectiva como la de la caída de Al-Ándalus. Este tipo de manipulación histórica alimenta el miedo y justifica la radicalidad del discurso.
Las reacciones al discurso de Abdelilah Benkirane se centraron en gran medida en su aspecto formal, un estilo torpe e indecente, un vocabulario de extraña vulgaridad, un lenguaje extremadamente radical, y un discurso muy alejado de los estándares esperados de un ex jefe de gobierno. Fueron precisamente los términos utilizados, como "microbios" o "burros" los que conmocionaron por su violencia y desprecio a la opinión pública. Algunos comentaristas al expresar un profundo malestar respecto a estas escandalosas declaraciones, señalaron que sólo empañan a la imagen de su autor.
Una estrategia discursiva deliberada
Pero más allá del nivel lingüístico de este discurso, y sin que se tratase de una simple escena ordinaria de catarsis, impregnada de burlas, odio e insultos hirientes, esta violenta retorica parece responder a una estrategia discursiva cuidadosamente deliberada. Benkirane elige con cuidado las palabras que mejor le sirven para promover su mensaje, un mensaje que apuesta por la polarización identitaria de la sociedad marroquí, cómo estrategia que permite al partido reposicionarse y ganar protagonismo en la escena política.
Apostar por una nueva polarización ideológica de contenido identitario y afectivo, consiste para el dirigente islamista en oponer a los "auténticos marroquíes", los que “tienen el islam corriendo por las venas", y por tanto los únicos verdaderos partidarios de la causa palestina, al resto de los marroquíes quienes no duda en calificar de "microbios" de "burros" y "idiotas". Esta retórica tanto alarmista como agresiva, pretende movilizar a una base militante en torno a un discurso de ruptura, explotando fibras religiosas e instintos de miedo, al tiempo que desacredita a sus adversarios y exacerba las divisiones dentro de la sociedad.
Se trata aquí de una apuesta consiente por el exceso y la provocación, que, se inscribe en una lógica de reconquista política basada en la victimización y la confrontación identitaria, y llevada a cabo mediante una propaganda de movilización que busca dividir la sociedad en dos bandos antagónicos, por un lado, los “auténticos” marroquíes solidarios con Palestina a través del apoyo incondicional a Hamas, por otro lado, los “microbios”, acusados de traicionar la causa sagrada. Esta lógica de polarización es típica de las estrategias políticas que buscan movilizar una base militante designando un enemigo interno, excluyendo cualquier matiz o debate democrático.
La polarización, en sociología y ciencia política, se refiere a la división de la sociedad en grupos opuestos, a menudo antagónicos, sobre cuestiones identitarias, económicas, sociales o políticas. Este fenómeno puede provocar una fragmentación interna, una ruptura de la cohesión social y un sentimiento de oposición de «ellos contra nosotros».
Sin embargo, la polarización no es necesariamente intencional, puede ser el resultado de dinámicas sociales, económicas o políticas, a veces alimentadas por ciertos actores, que no tienen sistemáticamente como objetivo dividir la sociedad desde dentro, pero puede ser también el fruto de una voluntad deliberada que busca de manera intencionada provocar la fractura social, agravar las tensiones y hacer que la acción política sea más conflictiva.
Esta voluntad deliberada de promover la polarización política puede ser vinculada principalmente a actores políticos internos, quienes, por intereses propios, fomentan la división social para conquistar el poder, sin embargo, no se puede descartar la posible participación de actores extranjeros que, con objetivos estratégicos, también podrían estar impulsando esta polarización para debilitar la cohesión nacional y afectar la estabilidad del país.
Cabe recordar en este sentido que, el discurso político que busca deliberadamente alimentar la polarización y fomentar la discordia, se enmarca en una estrategia inspirada en principios del antiguo tratado chino El arte de la guerra de Sun Tzu, especialmente en su énfasis en la guerra psicológica y la desestabilización del adversario sin necesidad de un enfrentamiento directo. Sun Tzu destaca la importancia de vencer al enemigo sin luchar, utilizando el engaño, la desorganización y la división interna para debilitarlo moral y estratégicamente, sembrando discordia en las filas enemigas y aprovechando sus puntos débiles para desequilibrarlos.
Esta estrategia indirecta de desestabilizar a la sociedad, actuando sobre sus miedos, sus emociones y vulnerabilidades psicológicas, consistiría en el contexto marroquí en alimentar una polarización identitaria, que genera la división interna y manipula la opinión pública, creando falsas percepciones de un "nosotros contra ellos", de una confrontación abierta entre dos bloques opuestos, los pretendidos defensores de la causa palestina “militantes kufyatistas” y los supuestos partidarios de la normalización “microbios prosionistas”
La cuestión palestina para alimentar la polarización
Alimentar la polarización política mediante la instrumentalización de la cuestión palestina, es una de las formas contemporáneas de aplicar la estrategia de Sun Tzu que busca debilitar al adversario mediante la división y el conflicto interno, evitando el enfrentamiento directo y maximizando la ventaja estratégica a través del control de la narrativa y la manipulación psicológica. Cómo el discurso de Benkirane genera la polarización? Pues así de sencillo, si el otro piensa lo que piensa, es porque en el mejor de los casos, es ignorante (no sabes lo que pasó en al-Ándalus) en el peor, es estúpido (burro) o insignificante (microbio).
Juega a la caricatura mientras se abstiene radicalmente de esta apertura al otro tan crucial en la democracia, y de forma simultánea, muestra sus colmillos cuando tiende a normalizar el odio y la violencia verbal en el espacio público, y por tanto hacer aceptable la exclusión y la deshumanización del otro (microbios, burro) como formas de gestionar el desacuerdo político.
Cuando se hace referencia a alguien como “microbio” en el uso metafórico, se trata de un insulto que pretende denigrar y deshumanizar al individuo reduciéndolo a una elemento insignificante, dañino y repugnante, como un microorganismo patógeno. Esta metáfora explota la idea de que el microbio es invisible a simple vista, invasivo, fuente de enfermedad y malestar, para significar que la persona es percibida como un parásito, un elemento indeseable o un obstáculo para la sociedad o el grupo al que se dirige. Se trata por tanto de una forma de metonimia que reduce la complejidad humana a una característica negativa unidimensional, reforzando el efecto insultante a través de la devaluación y la estigmatización.
Es así como la rivalidad política normal y sana en una democracia, deja de ser una simple confrontación entre dos proyectos de sociedad, para convertirse en polarización ideológica donde el desacuerdo se radicaliza y se transforma en una división profunda e irreconciliable.
Según los investigadores en este fenómeno sociopolítico, la polarización política se caracteriza por dos fenómenos clave: la polarización ideológica, donde las posiciones políticas divergen marcadamente entre sí, excluyendo posiciones intermedias, y la polarización afectiva, marcada por la aversión emocional y la desconfianza intensa entre grupos opuestos.
El término polarización, muy presente en la actualidad política y mediática a nivel internacional, se refiere, en su acepción más común, a un fenómeno social de división de la población en dos grupos enfrentados, cada vez más distantes y que no comparten ni los mismos valores ni la misma visión del mundo. Uno de los principales factores influentes en el proceso de la polarización radica en la simplificación excesiva y demagógica de la realidad, que conduce a la confrontación, a la falta de comprensión mutua y a la deshumanización del adversario.
Por tanto, el discurso del 1 de mayo pronunciado por el secretario general del PJD, se inscribe con todas sus técnicas lingüísticas y sus ingredientes metafóricos, en una lógica de radicalización del debate público, donde el adversario político ya no es un adversario legítimo sino un “microbio” a erradicar. Un discurso que socava el pluralismo y la cohesión social al mismo tiempo que alimenta un clima de odio y miedo incompatible con la irreversible opción democrática en Marruecos.
La oposición de “nosotros” y “ellos”
La tentación de polarizar la opinión pública sobre asuntos sensibles, no se limita a Marruecos, sino que es parte de un fenómeno global que afecta a muchos países alrededor del mundo. En Estados Unidos, Francia, Alemania y España, la polarización política se ha intensificado en los últimos años, creando una profunda división ideológica entre diferentes fuerzas políticas y sociales.
Esta fragmentación, a menudo exacerbada por las redes sociales y los medios de comunicación, alimenta discursos cada vez más radicales e identitarios, donde la confrontación prima sobre el diálogo. En este contexto internacional marcado por el aumento de las tensiones geopolíticas y de los conflictos armados, la estrategia de algunos actores políticos, como la de Abdelilah Benkirane en Marruecos, consiste en explotar causas sensibles -en este caso la cuestión palestina- para reforzar una polarización identitaria, oponiendo un "nosotros" glorificado a un "ellos" estigmatizado.
Dentro de esta dinámica, los actores políticos no se limitan a discutir ideas o programas, sino que empiezan a demonizar a sus oponentes, a considerarlos no como rivales legítimos, sino como enemigos a eliminar del juego político. Este fenómeno suele ir acompañado de una histeria del discurso, y un rechazo de los compromisos necesarios para el funcionamiento democrático.
Un estudio reciente después de revelar que, en los últimos 40 años, los ciudadanos de EE. UU han desarrollado sentimientos más negativos hacia los miembros del partido opositor, concluyo que la polarización política en la sociedad norteamericana no es simplemente un desacuerdo ideológico; representa una crisis profunda que amenaza el tejido mismo de la democracia estadounidense.
Sus causas son complejas y variadas. Implican cambios en los medios de comunicación, en la dinámica social y en las estructuras electorales. Las consecuencias son graves y van desde la parálisis legislativa hasta el aumento de la violencia política.
En España, los resultados de la IV Encuesta Nacional de Polarización Política, concluyen que el nivel de polarización afectiva ha aumentado significativamente entre los años 2021 y 2024, un 30,6%. Los partidos políticos se distancian cada vez más en sus posturas ideológicas y territoriales, mientras que los sentimientos negativos entre los votantes de diferentes partidos están entre los más intensos del mundo.
Para explicar las causas numerosas de la polarización en las democracias pluralistas, el politólogo y autor austriaco Markus Pausch destaca que los procesos de polarización aparecen a partir de factores estructurales e ideológicos. Muy a menudo, razones estructurales impulsan la acción ideológica. Sus actores pueden ser democráticos o no en sus objetivos y métodos.
Para el sociólogo español Luis Miller, el hecho de que muchas sociedades en países con sistemas democráticos sean actualmente más polarizadas que en décadas anteriores, refleja un fenómeno que ha surgido principalmente desde la Gran Crisis financiera que comenzó en 2007 y 2008, lo que ha desencadenado intensos conflictos internos en varios países.
Miller destaca la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, así como el asalto al Capitolio de los Estados Unidos como échos que responden a situaciones de máxima polarización en esos países. Se trata de dinámicas de confrontación socio-política que conducen a una polarización identitaria y emocional de partidos políticos, y por tanto a una división profunda de la sociedad en dos bloques irreconciliables basados en identidades sociales o culturales, más que en diferencias programáticas o ideológicas concretas. Esta polarización simplifica la complejidad política a un enfrentamiento de “nosotros contra ellos”, donde cada bando ve al otro como una amenaza existencial para la nación o su forma de vida.
El filósofo holandés Bart Brandsma quién forjó este concepto, sostiene que la polarización puede conducir fácilmente a una dinámica de violencia que daña a las personas, propaga el miedo, despierta terror y puede incluso matar. Para caracterizar la polarización, Brandsma no duda en formular tres “leyes fundamentales”. Primera ley consiste en que la polarización sea una “construcción mental”, la oposición de “nosotros” y “ellos” no es observable en la realidad, es una abstracción, basada esencialmente en identidades, aunque se trate de grupos reales (hombres y mujeres, europeos e inmigrantes, defensores y opositores del laicismo, etc.), el desplazamiento hacia la polarización se produce cuando estas diferencias van acompañadas de significados que se presentan como típicos de las identidades en cuestión.
La segunda ley sugiere que la polarización necesite “combustible” constante, si dejas de alimentarla, disminuirá su intensidad y finalmente se extinguirá. La tercera ley establece que la polarización este regida por una “dinámica emocional”, lo cual explica por qué la argumentación, ya sea factual o racional, tiene poco efecto sobre ella, y porque existe la opción de recurrir a teorías de conspiración.
A la luz de estas tres leyes de polarización formuladas por Bart Brandsma, se puede cuestionar la capacidad del dirigente islamista para polarizar la opinión publica marroquí. Podría Benkirane basándose en su estrategia discursiva, crear en la sociedad marroquí una oposición mental entre “nosotros” y “ellos”, y alimentar constantemente esta división con un discurso emocional y conspiracionista, que busca radicalizar el debate público y acentuar el clivaje ideológico?
La inmunidad marroquí contra la polarización
El exceso del discurso polarizante de Benkiran, además de ser largamente criticado, fue visto como un signo de agotamiento político de un dirigente que lucha por recuperar legitimidad en una escena política marroquí profundamente renovada desde la derrota electoral de su partido.
Al intentar posicionarse como el partido político defensor de la causa palestina, no sólo está torpemente explotando una cuestión delicada, sino que también esta desviando la atención de las verdaderas preocupaciones nacionales del pueblo marroquí, lo que ha acentuado aún más el malestar en la opinión pública.
Conviene destacar aquí, que el panorama partidista marroquí se describe a menudo como un espacio político marcado por divisiones entre izquierda y derecha, conservadores y modernistas, pero este clivaje siempre fue y sigue siendo limitado y menos radical que en otros países de la región.
Marruecos ha logrado mantener un grado de estabilidad política y cohesión social mediante un complejo sistema multipartidista, un enfoque moderado del islam que promueve el diálogo y la coexistencia, y una fuerte monarquía constitucional donde el Rey como lo estipula la constitución es el “Máximo Representante de la Nación, Símbolo de su unidad. Garante de la permanencia y de la continuidad del Estado, vela por el respeto al islam y a la Constitución. Es el protector de los derechos y libertades de los ciudadanos, grupos sociales y colectividades”
La "inmunidad" que existe en Marruecos frente a la polarización extrema, se explica también por una gestión prudente de las tensiones identitarias y religiosas, en particular mediante la tutela del ámbito religioso por la institución de la Comandancia de los creyentes, una institución activa y un componente esencial de la identidad nacional marroquí, que promueve un islam moderado y tolerante. A diferencia de otros países vecinos donde la polarización ha conducido a profundas crisis, Marruecos ha logrado así contener las divisiones mediante un modelo de alternancia política pacífica y una cultura política que favorece el dialogo y el consenso.
Cabe recordar en este contexto que el Plan para la Integración de la Mujer en el Desarrollo, especialmente a través de la reforma del Código de Familia (mudawana), había provocado un importante riesgo de polarización política, simbolizado por el contraste entre las dos grandes manifestaciones organizadas en marzo 2000, la de los islamistas en Casablanca, y la de los "modernistas" en Rabat.
Esta división reflejaba una profunda brecha entre un modelo conservador vinculado a la tradición, y un modelo modernista, que valora los derechos individuales y la libertad de las mujeres, pero el Rey Mohammed VI desempeñando su papel central y decisivo en este momento crucial, supo escuchar a las diferentes sensibilidades creando un espacio de diálogo entre modernistas y tradicionalistas, evitando así que las tensiones entre estas dos corrientes degeneren en grandes enfrentamientos políticos.
Para evitar la polarización política y preservar la cohesión social, el Rey fomentó un proceso progresivo e inclusivo, que reconoce los valores religiosos al mismo tiempo que apoya los derechos de las mujeres.
Estos mecanismos de inmunidad que permiten al país preservar la cohesión nacional frente al riesgo de polarización observada en otros lugares, y muy especialmente el papel de la monarquía y la cultura del consenso y la moderación, actúan como un sistema de autorregulación que, favorece la tolerancia, el diálogo y la coexistencia pacífica, y que neutraliza por consecuente las posturas extremas y unilaterales, haciendo que cualquier discurso polarizante sea una apuesta fallida.