Geopolítica del fútbol y otras cosas
¿Acaso el pájaro construiría su nido si no tuviese confianza en el mundo?
Gaston Bachelard
No cabe duda de que los estados están siempre en competición en la arena internacional, a veces de una manera ordenada conforme a las normas de regulación internacional, y otras en un contexto de rivalidad feroz y despiadada, con el objetivo de lograr sus intereses nacionales.
Para conseguir tal finalidad, existen 2 vías posibles:
1-A través de lo que se llama el Hard power es decir la capacidad de un estado de influir en el escenario regional y/o internacional merced a su potencia militar o económica.
2-Mediante el Soft power, un concepto que Joseph S. Nye Jr. Formuló a partir de los años setenta que estima que los estados no son los únicos actores de la regulación internacional y de los equilibrios de poderes, sino que existe también un papel cada vez más central de la sociedad civil, de los medios de comunicación, de las personalidades de gran renombre, del deporte y de la cultura en el cambio de percepciones y opiniones sobre tal país, idea o fenómeno.
Merced a este Soft power, un país limitado o desprovisto totalmente de los instrumentos disuasivos del Hard power por su escasa superficie geográfica, su número reducido de población o su exigüidad a nivel económico-militar, puede mitigarlo a través de este “Poder suave o blando” llamado también política o diplomacia de proyección “diplomatie de rayonnement”.
Esta segunda vía es la que hace que Qatar, el país organizador del mundial de fútbol, el evento popular más seguido en el mundo esté ahora en la boca de todos. Y gracias a Al Jazeera, a Bein Sports, al PSG, al mundial y a otras palancas de dicho poder, este pequeño país de apenas tres millones de habitantes y trecientos mil nacionales está gozando hoy de una imagen envidiada por grandes potencias que no han sabido desarrollar los mecanismos del Soft power.
Si aplicamos esta perspectiva a Marruecos, un país de escasos utensilios del Hard power, es innegable que la clasificación de su equipo nacional de fútbol a los cuartos de final y su victoria sobre países que ocupan los primeros puestos en el ranking de la FIFA como Bélgica y España tiene y tendrá consecuencias geopolíticas y geoestratégicas muy benéficas para su imagen en el escenario internacional.
Que salga la foto del equipo y el nombre del país en la portada de los periódicos y las revistas más prestigiosas del mundo es un logro que no tiene precio.
El impacto de este dopaje de imagen abarcará el turismo, las inversiones extranjeras y la proyección del país a nivel internacional. De hecho, es vitoreado por todo el mundo arábigo-musulmán, todo el continente africano, millones de ciudadanos del mundo entero, y ¡aleluya, tanto por palestinos como israelíes!
Gracias a sus imprevisibles hazañas, la selección marroquí ha demostrado que no solo el “nothing is imposible” como sabíamos y solíamos decir, sino que, y como dando la razón a la publicidad de una marca de zapatillas deportivas que nuestras miradas cruzan en cada partido de este mundial, el “imposible is nothing” también, es decir que se puede ningunear a lo imposible y tratarlo de tú a tú.
En su discurso de recogida del balón de oro este año, Karim Benzema dijo que era el premio del pueblo, o sea de la gente normal y corriente, de la “meritocracia” ni más ni menos.
La selección de Marruecos, con un entrenador nacional, perspicaz y afable, que tomó las riendas de la selección hace apenas dos meses, y una escuadrilla de muchachos que parecen salidos de un cuento de Aladino, provenientes de familias humildes en su mayoría fruto de la emigración, ha demostrado y sigue demostrando dos veces de lo mismo que dijo Karim.
Si bien es cierto que Marruecos lleva invirtiendo desde una década y media en las infraestructuras y formación a nivel futbolístico, el hecho de seguir contando con técnicos extranjeros no hacía más que confirmar la citación de Sartre que decía que la confianza se gana con gotas y se pierde en litros.
La prestación titánica de la selección marroquí en este mundial es el fruto exclusivo de la confianza depositada en los recursos humanos nacionales, en un entrenador que supo con humildad y talante, tratar con amor y respeto movilizador a estos hijos de la diáspora que están devolviendo la ilusión al pueblo marroquí y hacen gozar al país de esta ola increíble de simpatía internacional.
¡Que siga la buena racha, soft que te quiero soft!
Mohamed Nouri, presidente de la asociación Alcántara España-Marruecos