Roma vuelve a manos del centroizquierda un lustro después
Finalmente, se cumplieron todas las previsiones y Roberto Gualtieri, exministro de Economía y Finanzas y candidato a la Alcaldía de Roma por el centroizquierda se acaba de convertir en el nuevo alcalde de Roma. Se trataba de una victoria más que esperable, toda vez que, de los cuatro candidatos que llegaron en cabeza a la primera vuelta (4 de octubre), tres de ellos (Calenda, Raggi y el propio Gualtieri) pertenecían, de una u otra manera, al centroizquierda: Calenda, como exministro de los Gobiernos Renzi y Gentiloni y cabeza de lista del PD a las europeas del PD, aunque ahora tenga su propio partido (Azione); Raggi, porque Cinco Estrellas ha concurrido a estas elecciones municipales (allí llamadas “administrativas”) con el PD, aunque en el caso de Roma hayan competido directamente ambas formaciones; y Gualtieri, porque ha desarrollado toda su carrera política en las filas del centroizquierda, y ha pertenecido al PD desde su fundación en octubre de 2007.
Así, seis de cada diez romanos que han acudido a las urnas han dado su voto al centroizquierda, mientras los otros cuatro se han inclinado por el centroderecha. Lo que quiere decir que seguramente una parte del voto que recibió Calenda hace dos semanas ha ido a parar al candidato del centroderecha (Michetti), lo que no resulta de extrañar porque Calenda está en una posición muy centrista, pero bien visto por algunos sectores de la derecha, y además hay que recordar que no quiso apoyar abiertamente a Gualtieri. El ex primer ministro Matteo Renzi, en cambio, que había apoyado la lista de Calenda en el primer turno, sí había dado su apoyo a Gualtieri en el segundo porque él piensa seguir dentro del centroizquierda y tratar de mover al PD hacia su órbita en lugar de aquella en la que está en este momento, que es, como decimos, de pacto con el Movimiento Cinco Estrellas.
Si en el caso de la elección del alcalde a la capital a Lombardía el varapalo se lo llevó Matteo Salvini (ya que fue él quien escogió el candidato del centroderecha), ahora es su rival Meloni quien se lleva ese mismo varapalo, ya que Michetti era elección suya. En el fondo ha vuelto a suceder lo mismo que en las elecciones al Gobierno de varias regiones en septiembre de 2020: Meloni logró las marcas para su partido, pero en cambio perdió estrepitosamente en Puglia frente a la lista liderada por el gobernador de la región (Emiliano, del PD). Lo que deja claro es que los dos principales partidos en intención de voto en este momento (la Liga de Salvini y los Hermanos de Italia de Meloni) pasan por sus horas más bajas en el último año. Y ello se encuentra en relación con el éxito del Gobierno Draghi, que está logrando una “ripresa” en tiempo “récord”.
Recordemos que Meloni decidió seguir en la oposición al no apoyar al Gobierno Draghi en febrero pasado, mientras que Salvini, aunque formalmente le apoya, sabe que el éxito de este supone precisamente su pérdida de popularidad, porque le ha dejado, al menos de momento, sin discurso: con una inmigración irregular bajo control y con una Unión Europea cada vez más generosa y flexible con la tercera economía de la eurozona (tras Alemania y Francia), Salvini ya no sabe a quién ni cuándo atacar, que era lo que le daba votos. Eso explica que ahora esté intentando hacer una especie de “guerra interna” dentro de la “maggioranza” del Gobierno a cuenta de la reforma tributaria, enfrentándose abiertamente tanto a PD como a Cinco Estrellas (supuestamente, porque estos quieren subir los impuestos, pero de momento no se tienen noticias al respecto).
Pero volvamos a Roma, la bella ciudad del corazón de Italia que ahora volverá a ser gobernada por un miembro del Partido Democrático (PD). ¿Qué cabe esperar de la gestión de Gualtieri en una ciudad que es pura parálisis desde hace años? Buena pregunta ciertamente difícil de responder: hay razones para la esperanza, pero también para pensar que el deterioro seguirá estando a la orden del día.
El punto más débil de Gualtieri como nuevo alcalde de Roma es que poco o nada sabe de la política municipal. Ha estado la mayor parte en las instituciones europeas, lo que vino muy bien cuando en septiembre de 2019 fue nombrado ministro de Economía y Finanzas: de carácter amable y conciliador, fue capaz de elaborar en tiempo previsto dos leyes de Presupuestos Generales del Estado (PGE), una para 2020 y otra para 2021. Y todo ello con el coronavirus por medio, lo que no es poca cosa. No pudo seguir al frente del Ministerio porque Draghi quería que estuviera al frente su hombre de máxima confianza (Daniele Franco, director general del Banco de Italia), pero nunca fue objeto de particulares críticas que sí recibieron, en cambio, otros ministros (Bonafede, Speranza o el mismo Di Maio).
Así que Gualtieri lo que sí puede ofrecer a los romanos es una buena inyección de capital, ya sea procedente de fondos europeos (donde él tiene muy buenos contactos, además de hay que recordar que el comisario de Asuntos Económicos, el ex primer ministro Paolo Gentiloni, es compañero de partido suyo y ambos mantienen muy buena relación) o de empresarios que quieran invertir en una ciudad que necesita cambiar una muy negativa dinámica que le ha llevado a estar fuertemente endeudada.
Pero seguramente el mejor aliado de Gualtieri vaya a ser precisamente el actual presidente del Consejo de Ministros. Porque Mario Draghi, como Gualtieri, es romano de nacimiento, y ya se sabe que los romanos se sienten particularmente orgullosos de su condición de romanos. Draghi debe conocer ya de primera mano el pésimo estado en que se encuentra Roma, porque, aunque desde 2011 ha estado entre Frankfurt y su casa particular (a casi doscientos kilómetros de la capital italiana), ahora, como “premier”, le toca moverse constantemente por su ciudad natal, ya sea para ver al presidente de la República, para acudir al Parlamento (en cualquiera de sus dos sedes) o para cualquier acto oficial.
Cierto es que ahora mismo Draghi no puede centrarse en ayudar a Gualtieri, toda vez que debe lograr la definitiva aprobación de la reforma de la justicia (la Ley Cartabia aún no ha sido aprobada en el Senado) y afrontar el tan controvertido tema tributario. Pero es asimismo cierto que Draghi seguramente tiene por delante más de año y medio de gobierno (aunque más de uno quiere mandarle al Quirinal a que reemplace a Sergio Mattarella, que agota mandato a finales de enero de 2022), y que su poderosa agenda de contactos seguramente tendrá espacio para inversores en suelo romano. Lo cierto es que de momento Gualtieri bastante tendrá con conocer la situación real de Roma, que en realidad quien mejor conocía era la ya exalcaldesa Raggi (que llevaba dos legislaturas consecutivas en el Consistorio romano, ya que había comenzado en la oposición al entonces alcalde Marino).
Paradójicamente, el Partido Democrático (PD) pasa a controlar las dos principales ciudades del país: la administrativa y cultural, y la económica (que no es otra que la principal ciudad de la región de Lombardía, donde Giuseppe Sala ha logrado revalidar mandato sin necesidad de “ballottaggio”), y ello a pesar de que sigue estancado en las encuestas desde que Matteo Renzi dejara la dirección del partido en julio de 2018.
Llega la hora de Gualtieri en Roma, y todo es posible. Sólo hay una cosa clara en este momento: resulta difícil que la emblemática ciudad italiana siga empeorando, porque hace años que tocó fondo. Otra cosa es que su nuevo alcalde logre un cambio drástico. Cinco años tiene por adelante, y veremos qué deparan: eso sí, el centroizquierda vuelve a gobernar la ciudad que lleva controlando desde hace casi tres décadas. Veremos a cuál de los anteriores alcaldes del PD se parece más Gualtieri, toda una incógnita en su desempeño como alcalde.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana, 1946-2021’ (Sílex Ediciones, 2021).