Batalla diplomática sin tregua entre Argel y Rabat

Enfrentamiento entre Argelia y Marruecos en el campo de batalla diplomático

La maquinaria diplomática sirve para alcanzar los objetivos políticos fijados por el Estado en las relaciones internacionales. La diplomacia no fija la política, la sirve. Los Estados norteafricanos de Marruecos y Argelia tienen objetivos políticos y estratégicos diferentes, a menudo divergentes y enfrentados. Los éxitos o fracasos dependen a menudo de los respectivos aparatos diplomáticos. Si en los tres últimos años, Marruecos ha cosechado importantes triunfos en su política internacional, principalmente con los Estados Unidos, Europa y África, en detrimento de un retroceso político sensible de Argelia, en el último mes parece observarse el fenómeno contrario.  

El recibimiento del líder del Frente Polisario Brahim Ghali por el presidente tunecino Kais Saied con protocolo de “jefe de estado” a su llegada a Túnez para asistir al encuentro internacional TICAD organizado conjuntamente por Japón y Tunicia, es un serio golpe a la diplomacia marroquí, que no previó, ni se anticipó, ni barajó la posibilidad de esta disyuntiva. Es la tercera vez que la diplomacia del Reino alauí sufre un contratiempo en menos de un mes. 

A mediados de este mes de agosto, dos diplomáticos marroquíes (tres según la prensa local colombiana) fueron drogados y desvalijados por chicas de alterne que los llevaron a una casa de citas. Círculos políticos y diplomáticos marroquíes han comentado a ATALAYAR que “todo indica que se trató de una operación de espionaje”. A los diplomáticos les robaron sus teléfonos móviles y una tableta que usaban en el trabajo. “Con el cambio de Gobierno en Colombia y la llegada por primera vez en medio siglo de la izquierda radical pro-polisaria, había que esperarse alguna acción de este tipo”. Una fuente diplomática marroquí conocedora de la geopolítica latinoamericana, estimó en conversaciones con ATALAYAR que “hubo fallos, negligencia y falta de previsión por parte de la diplomacia”. Dos de los funcionarios han sido suspendidos de sus actividades a su vuelta a Rabat, pero el mal ya estaba hecho. 

El segundo contratiempo político ocurrió en los mismos días, cuando el predicador marroquí Ahmed Raissouni tronó unas declaraciones provocadoras e insensatas negando la existencia de Mauritania como Estado independiente y reconocido como tal por la comunidad internacional, y llamando prácticamente a realizar “una nueva marcha verde” hacia la localidad argelina de Tinduf, donde están situados los campamentos de refugiados y la logística bélica del Frente Polisario. Raissouni ostentaba hasta hace unos días el título de presidente de la Unión Internacional de Predicadores Musulmanes, que es una organización privada y no responde en absoluto al Estado marroquí. Sin embargo, la diplomacia y los servicios secretos marroquíes tenían que haber previsto las declaraciones irresponsables del predicador. No solo no lo hicieron, sino que no han hecho ninguna declaración al respecto. Ahmed Raissouni con sus declaraciones, ha agredido al Estado marroquí y a sus acuerdos y convenciones internacionales, y ha atacado su política exterior.  

En cuanto a la “invitación” unilateral por parte de la presidencia tunecina del líder del Polisario Brahim Ghali para asistir a la TICAD este fin de semana en Túnez, la diplomacia alauí ha sido cortocircuitada por la medida, si bien algo había en el aire cuando el presidente Kais Saied fue casi el único jefe de Estado, junto a los de Etiopia, Níger y Palestina, que asistió a los festejos del 60 aniversario de la independencia argelina en julio pasado. El presidente tunecino Saied se encuentra sometido a fuertes presiones por el régimen de Argel, cuya influencia en la cúpula militar tunecina, en particular sobre el general Habib Dhif, considerado como el hombre fuerte del Ejército, es creciente. Argel juega su papel de padrino protector del presidente Kais Saied, quien a su vez le ha regalado la acogida de Brahim Ghali con todos los honores.  La diplomacia y los servicios secretos marroquíes no previeron esta maniobra.

Estas imprevisiones ocurren menos de dos semanas después del Discurso de Mohamed VI en el que afirmó solemnemente que Marruecos nunca insultará a su vecino, ni a su presidente ni a su pueblo, y que él personalmente nunca aceptará que esto ocurra. Poco antes de esta declaración, la diplomacia marroquí a través de su representante en las Naciones Unidas reiteraba por segunda vez que “el pueblo de la Cabilia tiene derecho a decidir su futuro libre e independiente”, algo que todos los medios políticos e intelectuales de Argelia, tanto del Gobierno como de la oposición, rechazan categóricamente y consideran un “insulto a su historia”. Marruecos lo sabe muy bien, ya que acogió a los lideres de la insurrección argelina contra el colonialismo francés, Abane Ramdane, Hocine Ait Ahmed, Krim Belkacem o Ahmed Ben Bella, entre otros. Marruecos dio cobijo durante años a los servicios secretos argelinos, en los cuales jugaban un papel de primer orden los oficiales procedentes de la Cabilia. El “insulto” para unos y “error” para otros de Marruecos en relación con Argelia, no ha sido corregido con sanciones o rectificaciones. Ni el sultán Mohamed V, ni el rey Hassan II, antecesores del actual soberano marroquí Mohamed VI, permitieron que sus aparatos diplomáticos cometiesen tales errores.  

Se da la paradoja de que mientras que Marruecos tiene un expediente sólido como Estado en relación con la problemática regional, incluidos el Sahara, la Unión magrebí y los megaproyectos incluyentes, muestra fisuras importantes en su diplomacia; mientras que Argelia, que defiende una política ambigua pasando artificialmente de mero observador a actor principal, más propenso a la confrontación, está mostrando una diplomacia cada día más agresiva y beneficiosa para sus intereses de Estado.