España a la cola del tren franco-marroquí
No solo no sabemos aprovecharlas, sino que se las ponemos en bandeja a nuestros rivales y competidores. Algunos ejemplos bastarán:
Mientras que España e Iberoamérica siguen enzarzadas en debates estériles sobre la historia colonial, sobre las culpas de unos y otros, sobre el legado hispanista desde Río Grande hasta el Cabo de Hornos, otros países europeos aprovechan la ocasión para lanzarse al potente mercado emergente en el sur americano.
Por ejemplo, Francia, que en la última década ha puesto en marcha 245 proyectos en Brasil, 192 en México, 104 en Colombia, 62 en Argentina y 54 en Chile, todos ellos por valor de varias decenas de miles de millones de euros. En México, Francia ha anunciado para este próximo quinquenio inversiones por valor de 3.350 millones de dólares, de los cuales 2.500 son para hidrógeno verde, 800 millones para la automotriz Valeo, y 50 millones para la farmacéutica Sanofi.
Otro tanto está haciendo Gran Bretaña, que lejos de haber empañado su imagen en Latinoamérica por haber protagonizado el único enfrentamiento bélico en la guerra de las Malvinas contra la legítima reivindicación argentina de recuperar su archipiélago atlántico, va a firmar Acuerdos Comerciales Preferentes con México, Brasil y Colombia para sortear las restricciones europeas que tras el Brexit ya no conciernen a Londres. En 2023 México y el Reino Unido firmaron un acuerdo de Asociación Estratégica que incluye la cooperación en comercio e inversiones. Poderosos grupos británicos están invirtiendo en tecnologías innovadoras y sostenibles, energías renovables y agricultura. Con países como Chile y Brasil las empresas británicas lideran en la instalación de capacidades de energía solar y eólica.
Si la pérdida de oportunidades en Latinoamérica produce desconsuelo, en Marruecos es aún peor. El viaje de Estado del presidente francés Enmanuel Macron al reino marroquí deja patente el fracaso español.
El Gobierno de Pedro Sánchez, siguiendo los pasos - aunque no del todo - de la Casa Blanca bajo el mandato de Donald Trump (2017 a 2021), fue el primero en Europa en tomar el toro por los cuernos y reconocer implícitamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental al considerar la propuesta de autonomía como “la más seria, realista y creíble” para resolver definitivamente el conflicto. En ese momento, Francia navegaba en la ambigüedad sin tomar partido en la rivalidad geopolítica entre Argelia y Marruecos.
Pero España no fue capaz de aprovechar la oportunidad y erigirse como principal inversor extranjero en Marruecos llevándose de calle los multimillonarios contratos en ferrocarriles, puertos, redes viarias y energías renovables que estaban sobre la mesa de las relaciones de Marruecos con el exterior.
El Gobierno español no ha sido capaz de llevar a cabo la Universidad de los Dos Reyes en Tetuán, un proyecto estrella hispano- marroquí para la formación de cuadros superiores. El presidente Macron lleva en cartera la instalación en Marruecos de una Universidad Politécnica imbricada con las universidades francesas.
El Gobierno español no ha tenido la audacia de implementar una oficina del ICO (Instituto de Crédito Oficial) en cualquiera de las ciudades del Sáhara; y sí lo ha hecho Francia instalando una oficina de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) en El Aaiún para sostener las inversiones francesas en el Sáhara.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez no ha dado el paso de abrir una oficina consular ni en El Aaiún ni en Dajla, mientras que Francia lo hará estos días, según todas las previsiones, en la antigua capital del Sáhara español; y los Estados Unidos ya han anunciado hacerlo en Dajla “tras tres años de preparación”. Retraso español que no dejará de tener repercusiones negativas en las relaciones bilaterales en varios terrenos.
En los ejercicios militares conjuntos entre Marruecos y los Estados Unidos denominados “African Lion”, que se han desarrollado durante 20 años, Francia siempre ha estado como observadora unas veces, e implicada directamente otras. España en cambio decidió renunciar a su participación en los cuatro últimos ejercicios, de modo que, a pesar de la reconciliación hispano-marroquí, la industria armamentista española está a la cola de los proveedores internacionales del vecino reino del sur.
No cabe duda para la mayoría de los analistas y observadores de las relaciones bilaterales entre Madrid y Rabat que la traba principal y el condicionante de este fracaso se encuentra en el propio Gobierno de coalición que preside España. Mientras haya 5 ministros abiertamente antimarroquíes, amén de los socios parlamentarios del Ejecutivo de Pedro Sánchez igualmente sostenedores del Frente Polisario y abiertamente hostiles a la monarquía alauí, España seguirá desaprovechando oportunidades. Como mucho, Pedro Sánchez aspira a subirse al tren franco-marroquí que conducen Emmanuel Macron y Mohamed VI.