España y toda Europa muestran su sometimiento a Estados Unidos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump - REUTERS/ELIZABETH FRANTZ
Desde que hace un año, a mediados de la carrera electoral por las presidenciales en Estados Unidos, la reaparición de Donald Trump se hizo patente, los acontecimientos en el mundo comenzaron a acelerarse

Tras la victoria frente a su contrincante Kamala Harris y la vuelta al poder en la Casa Blanca del furioso tribuno republicano, nos hallamos inmersos en una vorágine que está cambiando todos los parámetros de las relaciones internacionales, globales, regionales y bilaterales, en las que Estados Unidos es protagonista. La historia se acelera en todos los frentes. 

En este proceso cargado de escenarios impredecibles, hay una norma incuestionable para los gobiernos y las formaciones políticas de oposición, norma que abunda por su trágica ausencia: la capacidad de prever los cambios, hacia dónde nos encaminamos, cómo situarse ante la permanente alteración de las relaciones internacionales. Europa adolece de esta virtud, España también. 

Personalidades del mundo de la política, de las finanzas y de las nuevas tecnologías de todo el arco ideológico y político muestran su ineptitud al considerar como un epifenómeno pasajero “el caso Donald Trump”. Unos, sus adoradores, le veneran porque creen que traerá agua a su molino y les ayudará a llegar al poder en sus pequeñas localidades, o afianzarlo allí donde ya lo tienen. Pero en el fondo están tan sorprendidos como todos los demás. 

Otros están convencidos de que Trump es una anomalía pasajera y que sólo hay que resistir, haciendo frente a “la venganza de los aranceles”, “al castigo del aumento de presupuestos de defensa”, o negándose a aceptar planes, como el de Gaza, a sus ojos “inviable y atentatorio contra los derechos humanos”, por cierto, fijados por quienes ganaron las guerras haciendo caso omiso de los mismos. 

España y toda Europa han demostrado su dependencia hacia los Estados Unidos. En defensa y seguridad, en el sector financiero, en la macropolítica del comercio mundial, la Unión Europea ni es autónoma, ni es independiente. 

Pretender hacer un “frente común europeo” contra la agresiva y desconcertante política exterior de la Casa Blanca es una quimera. El bloque occidental ya está constituido; y en su interior no hay equilibrio de fuerzas. Quien decide dentro del bloque son los Estados Unidos. Lo único viable es negociar nuevos equilibrios internos. 

La propuesta formulada por el presidente Pedro Sánchez de ser “el líder anti-Trump mundial”, de erigirse como “baluarte contra el autoritarismo”, como “paladín contra la tecnocasta”, es desde el punto de vista estratégico global una perfecta estupidez. Demuestra la incultura del presidente del Gobierno español, y la ausencia total de un plan geopolítico y estratégico para España en el mundo de hoy. 

Decir que España apoyará a Volodimir Zelenski en su guerra en Ucrania “el tiempo que sea necesario” e “independientemente del precio que haya que pagar” se parece más a un farol que al producto de una reflexión. 

El Gobierno español, su presidente, al igual que los partidos de la oposición, principalmente el Partido Popular, no tienen en cuenta los análisis y debates que se llevan a cabo en los “think tank” que existen en el país, tanto favorables al Gobierno (Instituto Elcano, Club Siglo XXI, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Fundación Ideas para el Progreso, Fundación Avanza y otros), como a la oposición (FAES, Instituto de Estudios Económicos, Grupo de Estudios Estratégicos, Fundación Rafael del Pino, Fundación Disenso, Instituto Juan de Mariana,  Fundación para la Defensa de la Nación Española, y otras más), que, por cierto, reúnen siempre el mismo público y los mismos oradores.  

Gobierno y oposición reaccionan ante el fenómeno Donald Trump con posiciones morales, sentimentales y hasta cierto punto éticas. Pero no políticas y estratégicas. El mundo está cambiando, claro, entonces ¿qué papel puede jugar España? ¿Cuáles son sus intereses? ¿Cómo encajan con el bloque occidental al mando de Estados Unidos? ¿Qué puntos de coincidencia tienen con otros bloques alternativos? ¿Con las potencias emergentes? ¿En qué posición está España con la América conjunta en gestación? ¿O con la Indoamérica de la que habla la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum?

Estos son los problemas reales que están sobre la mesa y en los que España se juega su futuro. Y no los de la eterna política del “tú más”, del “fango” y de los insultos.