El Magreb a la espera del nuevo Gobierno en Francia
Los intereses de Estado van más allá que las alianzas electorales y las componendas gubernamentales. Dado que Francia, como antiguo país colonizador del norte de África y segunda potencia europea, posee grandes intereses que le atan al Magreb, y a los que no puede ni quiere renunciar.
Es cierto, sin embargo, que la posibilidad de una mayoría absoluta o relativa del partido Agrupación Nacional de Jordan Bardella y Marine Le Pen, con la consiguiente cohabitación con el presidente Emmanuel Macron, quien de todos modos guardaría el timón de la nave, prometía incidir en temas sociales, migratorios, religiosos, culturales y de orden público, importantes para las relaciones bilaterales de estos países con su antigua metrópoli. Sin embargo, por muy irritantes que fuesen las medidas políticas que tomaría un eventual Gobierno de la derecha nacionalista, o en el caso actual de la izquierda radical del Nuevo Frente Popular, los intereses de Estado seguirán primando.
En los peores momentos de tensión vividos en los últimos años entre el Gobierno francés y los Gobiernos de Argelia, Marruecos, Túnez y Mauritania, nunca se ha planteado la suspensión de las relaciones diplomáticas. Ha habido momentos tensos, incluso con las llamadas de los respectivos embajadores a consulta, pero nunca se consideró la ruptura de relaciones.
La red de intereses que Francia ha tejido con el norte de África va desde la firma de acuerdos y tratados bilaterales de todos los órdenes, a las relaciones institucionales, políticas, militares, financieras y de seguridad. En su conjunto se trata de “relaciones ganador-ganador”, pues, aunque los dirigentes del Magreb son a veces muy críticos con lo que consideran desigualdad en los beneficios mutuos, los acuerdos son ventajosos para ambos.
Las capitales magrebíes, en especial Argel y Rabat, manejan hábilmente sus relaciones con terceros (Rusia o China en el caso argelino, y Estados Unidos en el marroquí) para ejercer presión y sacar mejores ventajas en sus pulsos con Francia. Pero ni Moscú, ni Washington pueden desbancar a París en su globalidad, por razones lingüísticas, históricas y geopolíticas.
Por ello, el próximo Gobierno en Francia y su diseño ministerial, serán examinados con lupa por los gobernantes magrebíes. ¿El futuro primer ministro visitará Rabat primero o será Argel? ¿O quizás organizará una reunión extraordinaria del Foro 5+5 para que ninguno de sus aliados se sienta discriminado? La problemática franco-magrebí va más allá de las ambiciones políticas de poder de los protagonistas del “suspense”.