¿A quién beneficia el linchamiento de Luis Rubiales?
Cuando vi las imágenes de la televisión y escuché la noticia, pensé: “otro culebrón de verano”. El gesto de Rubiales besando a la jugadora Jennifer Hermoso, no me pareció ético; no era el momento, ni el lugar, ni la forma de celebrar el formidable triunfo del equipo nacional femenino de fútbol arrancando a pulso la copa del mundo. Entraba, es verdad, en el fanatismo que provocan las manifestaciones deportivas de masas, que va desde la euforia sin límites de los hinchas, a escenas de júbilo y fiesta popular, terminando a veces con la violencia de los hooligans y las brutalidades de los ultras. Esta vez era solo un beso, erróneo y equivocado, pero sólo eso: un beso.
Lo que no me podía imaginar, y que ha acabado por preocuparme mucho, es lo que iba a ocurrir en las horas y días siguientes. Lo que empezó con un ósculo forzado ha terminado con los preámbulos de un linchamiento popular en la plaza pública. Alguien ha cogido el asunto al vuelo, para forzar la máquina. La unanimidad de los medios de comunicación de todos los colores en azuzar el linchamiento, me preocupa; la escasez de voces ponderadas y tranquilizadoras, todavía más.
Por lo pronto han salido ganando todos los que querían por diferentes razones, minimizar el triunfo del Once femenino. La barahúnda ha sido de tal magnitud, que hoy día son pocos los españoles que sepan el resultado del partido, ni quién metió el gol ganador, ni los nombres de las titulares y las suplentes. Lo único que está en la mente de todos es el pecado mortal de Luis Rubiales, al que los estúpidos, y son muchos, no dudan en calificar como “violación sexual”.
Esto es preocupante. Pero lo es aun más el constatar que todo el andamiaje de la bandera oficial del feminismo gubernamental, se ha echado a las calles para pedir la cabeza del desgraciado Rubiales. Los mismos personajes que han practicado la técnica del avestruz ante la monstruosidad de los 721 delincuentes sexuales que han visto rebajadas sus penas y los 74 que han sido excarcelados” por la inicua Ley del ‘solo sí es sí’, según los datos del Consejo General del Poder Judicial elaborados cinco meses después de su entrada en vigor, esta vez esos mismos individuos no han dudado en salir a las calles y plazas para pedir (simbólicamente, ¡menos mal!) la crucifixión del “agresor”. Ninguno de ellos ha movido un dedo en los pueblos y ciudades donde se pasean tranquilamente los violadores, pederastas y delincuentes sexuales excarcelados. Ahí no ha habido linchamientos; ahí no se han producido campañas de prensa y hostigamiento a los criminales liberados.
En el comunicado hecho público por la futbolista Jenny Hermoso, en el que declara que se sintió mal, forzada, a disgusto por el incidente, lo más llamativo a mi entender es la frase “he tomado la decisión de no volver a jugar para la Selección mientras continúen los actuales dirigentes”. Jennifer Hermoso no señala sólo a Luis Rubiales, sino que estigmatiza a toda la dirección de la Selección y organismos deportivos. Denuncia una cultura, una tradición, una forma de ser y comportarse. Y es así. Pero la solución, ni es el linchamiento, sino la educación, la igualdad y la justicia.
No es otra cosa lo que pide la madre de Luis Rubiales, Ángeles Béjar, que ha comenzado una huelga de hambre indefinida dentro de una iglesia en Motril, “porque quiere que se encuentre una solución a la "cacería inhumana y sangrienta" que, según ella, está padeciendo su hijo”, pidiendo al mismo tiempo a la jugadora Jennifer Hermoso que diga la verdad.