Cordialidad y moderación en la vuelta al poder de la izquierda en Uruguay
La República Oriental del Uruguay, que en los últimos cinco años ha estado regida por el presidente Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, deberá traspasar el mando el 1 de marzo de 2025 a Yamandú Orsi, candidato de la coalición de izquierdas Frente Amplio, ganador en segunda vuelta de los comicios presidenciales, al imponerse (49,8 % de los votos) al candidato del centro derecha del Partido Nacional, Álvaro Delgado (45,9 %).
Uruguay, que cuenta con casi 3,5 millones de habitantes, impone votar con carácter obligatorio, derecho y deber que en esta ocasión ha ejercido el 90 % de los electores.
Cuando el antagonismo izquierda-derecha ha alcanzado agudas cotas de enfrentamiento en casi toda América, no deja de llamar poderosamente la atención tanto que el derrotado Delgado felicite de inmediato al ganador y se ponga a su disposición, como que el triunfador, Yamandú Orsi, acepte no sólo el ofrecimiento y enarbole el diálogo permanente con la oposición durante el quinquenio de su futuro mandato, sino que también advierta a sus partidarios más entusiastas de que “habéis de entender que una parte de nuestro país tiene sentimientos diferentes a los nuestros, personas que también contribuirán a que construyamos un país mejor, y a las que nosotros también necesitamos”.
A tenor de lo prometido por ambos candidatos durante la campaña electoral, esa colaboración no será difícil, por cuanto ambos coinciden en que relanzar el crecimiento económico y rebajar el déficit es prioritario.
Tanto uno como otro se comprometieron también a no aumentar la presión fiscal, al tiempo que han hecho bandera común para luchar sin cuartel contra la creciente criminalidad, ligada, como en el resto del continente, al narcotráfico y a la penetración de las bandas y carteles de la droga.
Por destacar alguna discrepancia importante, mientras Delgado preconizaba que Uruguay persistiera en afianzar los acuerdos internacionales dentro de la cooperación multilateral, Orsi se inclina más por fortalecer los lazos regionales, tanto el Mercosur como los que engloban diversos grupos de países en América, Europa y Asia.
Yamandú Orsi, de 57 años, surgido de la clase obrera clásica, es un afamado profesor de historia, cuyo conocimiento transmite bajo el denominador común de que todas las civilizaciones, culturas y personas que han desfilado sucesivamente por este mundo, han ayudado a construirlo y han dejado un legado que merece la pena estudiar y sobre todo preservar en sus mejores logros.
Lejos de estridencias y discursos incendiarios, Orsi insiste en que su fórmula de Gobierno será “un diálogo nacional a través del cual encontremos las mejores soluciones para todos, siguiendo nuestra visión por supuesto, pero también escuchando con mucha atención los que los otros nos dicen”.
Con este ambiente, casi insólito en un mundo polarizado global, regional y localmente, no es extraño que Yamandú Orsi haya recibido de inmediato la felicitación efusiva de colegas tan distanciados entre sí como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el de Argentina, Javier Milei, además claro está de muchos otros líderes europeos y americanos.
De acuerdo con la Constitución del Uruguay, Orsi no podrá ser reelegido de manera consecutiva para otro mandato. Si quiere volver a presentarse deberá dejar pasar al menos una legislatura. Ese fue el caso de su antecesor, Tabaré Vázquez, que presidió el país entre 2005 y 2010 y luego entre 2015 y 2020.
Como en la mayoría de los países de Iberoamérica, el traspaso de poderes entre una y otra Administración tarda varios meses en consumarse. En el caso del Uruguay será hasta el próximo 1 de marzo, en que el ya presidente electo será investido con los atributos del poder ante las dos cámaras legislativas, que también han sido renovadas simultáneamente. El Frente Amplio dispone de la mayoría en el Senado (16 de los 30 escaños) así como de una larga mayoría minoritaria (48 de los 99 curules) en la Cámara de Diputados.