Llegó la hora de afrontar el gravísimo problema del agua
No será porque no haya habido multitud de señales de alarma, que avisaban de la catástrofe que sobre el género humano significaba la ausencia de una gestión razonable del agua. Ha tenido que agudizarse el cambio climático para que, por fin, los gobiernos se hayan decidido a enfrentarse a la derivada principal del fenómeno: la desaparición de lagos, ríos y toda suerte de reservas de agua dulce, imprescindibles para la vida, a lo largo y ancho de la Tierra.
10.000 delegados, técnicos y especialistas en la gestión del agua han abordado el problema durante tres días en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Una conferencia general universal sobre el agua, la primera monográfica que se celebra desde ¡1977! La amenaza del lobo salvaje de la falta de agua potable es ya tan evidente que ha terminado por despertar las conciencias de los gobernantes, conscientes éstos además de que semejante problema planetario puede ser el desencadenante de graves conflictos interregionales.
Antonio Guterres, secretario general de la ONU, advertía en la clausura de la conferencia de que “todas las esperanzas de la humanidad dependen en cierto modo de un cambio de mentalidad y conciencia para acometer un verdadero programa mundial de acción por al agua”. Guterres denunció previamente el “sobreconsumo vampírico del bien más preciado de la humanidad” y las carencias que padece de manera endémica un tercio al menos de los más de 8.000 millones de personas que habitan el planeta.
Por este foro ha desfilado una enumeración exhaustiva de los cientos de miles de incidencias que señalan la falta de agua potable como uno de los efectos más perniciosos de la catástrofe climática: desaparición del mar de Aral, de más del 50% de los glaciares del globo terrestre, desecación acelerada de fuentes, manantiales u oasis, a lo que se añade el peor de los problemas relacionados con el agua, su masiva e imparable contaminación.
El acceso generalizado al agua potable era uno de los principales objetivos para el año 2030. Pues, bien, con cifras de la propia ONU, 2.000 millones de personas en el mundo no tienen acceso diario al agua potable, y 3.600 millones la consumen contaminada en mayor o menor grado por falta de los adecuados servicios de saneamiento. Naciones Unidas estima en 500 millones las personas que se ven obligadas a hacer sus necesidades al aire libre. Cifras que están favoreciendo la propagación de enfermedades mortales como el cólera o la disentería.
Es también la primera vez que el mundo desarrollado sufre episodios generalizados de gran sequía, circunscritos hasta ahora en buena parte a las zonas más pobres del planeta, especialmente África. Este continente se ve especialmente sacudido por todos los problemas inherentes a la escasez de agua o a la falta de planes de saneamiento. Ello causa una enorme desesperanza en las poblaciones directamente afectadas, que a su vez es causa del aumento de la emigración en busca de territorios menos inhóspitos para la vida, motivo a su vez de las avalanchas de emigrantes, cuyas cada vez más frecuentes oleadas desembocan en Europa.
Pero, hechas las denuncias, alertados los gobiernos y listadas las necesidades de acometer todo tipo de obras para mejor gestionar el agua dulce, ahora toca ponerse de acuerdo en las prioridades y dotar económicamente con generosidad los planes que conformen la imprescindible acción, tanto de cada país como de las diferentes instituciones supranacionales. Hay que sanear nada menos que 300.000 kilómetros de corrientes fluviales degradadas, que vierten a un mar convertido ya en un basurero decenas de millones de toneladas que están ahogando literalmente a los océanos. Hacen falta instalaciones sanitarias de aseo, que permitan el acceso generalizado a evacuar en condiciones higiénicas aceptables. Y, en fin, la solidaridad necesaria para que países y gobiernos sean capaces de arbitrar soluciones justas y equitativas en el reparto del agua, so pena de provocar en caso contrario los graves conflictos, susceptibles de derivar en largas y costosísimas guerras.
A resaltar la propuesta de crear la figura de un enviado especial de la ONU para impulsar las recomendaciones surgidas de esta conferencia. Guterres ha quedado en considerarlo. Caso de que lo acepte, que sea para impedir el desastre gestionando con eficacia los recursos. La amenaza pende en mayor o menor medida sobre la humanidad entera y sería dramático que solo sirviera para aumentar la burocracia.