El usurpador golpista reparte el botín

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, junto a la primera dama, Cilia Flores, la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, el diputado venezolano Diosdado Cabello, y el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, durante un mitin en el palacio presidencial de Miraflores - AFP/ RAUL ARBOLEDA
No hay tiempo que perder y, una vez consumado el atraco a mano armada de las elecciones venezolanas, el autogolpista Nicolás Maduro ya reparte el botín usurpado

En coincidencia con el primer mes de las elecciones que él mismo convocó, y que como confirman las actas presentadas por la oposición, perdió por un aplastante 30%-70%, el presidente de la tiranía caribeña ha decidido remodelar su gobierno, “para transitar una nueva época y controlar la paz ganada”. 

La paz de Maduro debe ser la de los cementerios. Desgraciadamente, la denominada comunidad internacional ya considera que los asesinatos y desapariciones a manos de las fuerzas represivas del régimen madurista forman parte del paisaje, de forma que no parecen darle mayor importancia a las cada vez más groseras violaciones no ya del estado de derecho, inexistente en la tiranía venezolana, sino de los más elementales derechos humanos. 

Aunque la práctica totalidad del gobierno de Maduro ha sido remodelado, el eje que vertebra e impulsa todos los excesos experimenta un reforzamiento de su poder. Por supuesto, la primera beneficiaria es la vicepresidente Delcy Rodríguez, que además de ser la lugarteniente de Maduro, pasa a controlar el Ministerio de Petróleo, el monocultivo venezolano, y por tanto el maná que alimenta a la privilegiada “nomenklatura” del régimen, ajena o indiferente a las penalidades de un país en el que el índice de pobreza alcanza ya el 80%, pese a haberse desembarazado de ocho millones de emigrantes, el 20% de la población. 

Diosdado Cabello, quizá el símbolo más genuino y descarnado de lo que es el chavismo, se ha visto recompensado con el triministerio de Interior, Justicia y Paz. Para qué vamos a andarnos con zarandajas si las tres carteras dependen de la sola voluntad del (los) tiranos, y la fuente de derecho en el chavismo es la voluntad de Maduro, a la manera de la ley habilitante del nazismo hitleriano. 

Los militares, bien imbricados en los engranajes y los privilegios del régimen, seguirán con Vladimiro Padrino al frente, toda una garantía, pues, de que aumentará la vigilancia y control sobre los mandos intermedios, esos que se interrogan a sí mismos sobre qué pinta el ejército del que forman parte, reprimiendo y hostigando al pueblo en vez de defenderlo. 

En la segunda línea del gobierno caraqueño, Anabel Pereira se hará cargo de Finanzas, antes bajo la jurisdicción de Delcy Rodríguez, también conocida en los medios del aeropuerto de Barajas como “la chica de las cuarenta maletas”. También, Pedro Tellechea, hasta ahora a los mandos de la maltrecha y obsoleta industria petrolera venezolana, pasará a los mandos de Industrias y Protección Nacional, sin que se sepa muy bien el cometido que encierra, al menos el segundo epígrafe de su nueva tarjeta de visita. 

Se ignora por el momento qué parte del botín les ha tocado a los consejeros y valedores del régimen madurista ante instancias internacionales, como por ejemplo el verificador del Grupo de Puebla, expresidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, que ha mostrado un impagable activismo entre la izquierda iberoamericana en que no insistieran en pedir que Maduro mostrara las actas genuinas de los comicios. 

Por supuesto, Maduro y sus secuaces cuentan con que el tiempo juega a su favor, la calculada ambigüedad de sus correligionarios del Grupo de Puebla: Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia) y Andrés Manuel López Obrador (México), y el interés progresivamente decadente de la comunidad internacional en analizar lo que sucede en Venezuela. La corajuda oposición, encarnada tanto por el verdadero ganador de las elecciones presidenciales, Edmundo González Urrutia, como por su valedora esencial, María Corina Machado, necesitarían de verdad actuaciones activas del bando liberal, encarnado principalmente por Estados Unidos y la Unión Europea. 

A estas alturas, reclamar que Maduro muestre las actas, cuando ha tenido tiempo suficiente de fabricarlas o falsificarlas, y no digamos ya repetir las elecciones (¿hasta que salga el resultado que le guste a Maduro?), resultan brindis al sol que ni siquiera quedan bien ante los más entusiastas partidarios del totalitarismo. 

Permitir que se consolide la usurpación de Maduro lanzaría un mensaje demoledor a todo el mundo. Ya sabemos que la democracia pasa por momentos delicados, pero acabar de hundirla con la inacción significa pura y llanamente que nadie podrá confiar nunca más en las urnas como medio pacífico de cambiar la sociedad y a quienes la rigen. Se consagrará la ley del más fuerte, escenario en el que los pobres y los débiles no tendrán alternativas pacíficas para revertir su triste suerte.