Las consecuencias devastadoras de una Guerra Nuclear y la necesidad esencial de la Justicia Absoluta (I)

ESTUDIO NANI/JITEN DADLANI - Jalsa Salana UK 2023

(Extractos del discurso de Su Santidad Hazrat Mirza Masrur Ahmad, el Quinto Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía pronunciado el 24 de marzo de 2012 en la Mezquita Baitul Futuh de Londres con motivo del IX Simposio Anual por la Paz)

A todos nuestros invitados: Assalamu alaikum wa rahmatul’lahi wa barakatuhu (que la paz y las bendiciones de Al’lah sean con todos ustedes).

Hoy, después un año, tengo de nuevo la oportunidad de darles la bienvenida. Les estoy sumamente agradecido, ya que no han escatimado su tiempo al asistir hoy a este acto.

La mayoría de ustedes está bien familiarizada con este evento, conocido como el “Simposio por la Paz”. Es un acto que organiza la Comunidad Musulmana Ahmadía cada año, y constituye sólo uno de nuestros muchos esfuerzos para cumplir con nuestro deseo de establecer la paz en el mundo.

Entre los asistentes de hoy hay nuevos amigos, que asisten a este acto por primera vez, mientras que otros son viejos amigos que han apoyado nuestros esfuerzos durante muchos años. En cualquier caso, todos ustedes son personas cualificadas que comparten nuestro deseo de que la paz reine en el mundo y tienen el afán sincero de que el mundo llegue a estar repleto de amor, afecto y amistad. Es esta misma actitud y estos mismos valores los que la inmensa mayoría del mundo anhela y necesita; y estas son las razones por las que ustedes, que proceden de diferentes orígenes, naciones y religiones, están aquí reunidos.

Celebramos esta conferencia cada año, y, en cada ocasión, expresamos todos los mismos sentimientos y la misma esperanza de que se instaure la paz en el mundo ante nuestros ojos, y cada año también les pido a todos ustedes que se esfuercen por promover la paz dondequiera que tengan ocasión y con quienquiera que tengan contacto. Por otra parte, pido también a quienes están vinculados a partidos políticos o gobiernos que transmitan este mensaje de paz a sus círculos de influencia. Es esencial que todo el mundo sea consciente de que, para el establecimiento de la paz mundial, los valores y principios morales son más necesarios que nunca.

En cuanto a la Comunidad Musulmana Ahmadía se refiere, allá donde y cuando surge la oportunidad, expresamos y declaramos abiertamente nuestra convicción de que sólo hay una manera de salvar al mundo de la destrucción y la devastación hacia la que se dirige: debemos hacer el máximo esfuerzo por difundir el amor, el afecto y el sentido comunitario; y aún más importante es que el mundo reconozca a su Creador, el Dios Único, porque el reconocimiento del Creador nos conduce al amor y a la compasión hacia Su Creación. Cuando ello se convierte en parte de nuestro carácter, es entonces cuando seremos receptores del Amor de Dios.

Levantamos constantemente nuestra voz pidiendo la paz en el mundo, y es el dolor y la angustia que sentimos en nuestros corazones lo que nos inspira a tratar de aliviar el sufrimiento de la humanidad y hacer que el mundo en que vivimos sea un lugar mejor. De hecho, esta misma convocatoria es sólo uno de nuestros muchos esfuerzos hacia el logro de este objetivo. Como ya he dicho, todos ustedes tienen estos mismos nobles deseos. Además, he pedido reiteradamente a los políticos y líderes religiosos que luchen por la paz. 

No obstante, a pesar de tantos esfuerzos, nos encontramos con que la angustia y la confusión siguen creciendo y propagándose en todas partes. En el mundo actual hay demasiados conflictos, agitación y desorden: en algunos países hay civiles luchando y declarando la guerra entre sí, en otros, la población está combatiendo contra el gobierno o, por el contrario, los gobernantes están atacando a su propio pueblo. Los grupos terroristas están alimentando la anarquía y el desorden para conseguir sus intereses, y no dudan en matar arbitrariamente a mujeres inocentes, niños y ancianos. En algunos países y para satisfacer sus intereses, los partidos políticos se enfrentan en vez de unirse para la mejora de sus naciones. También hay gobiernos y países que lanzan continuamente sus envidiosas miradas sobre los recursos de otras naciones. Las principales potencias del mundo se consumen en el esfuerzo por conservar la supremacía, y no dejan piedra sin remover en su desvelo por alcanzar esta meta. Teniendo en cuenta esta situación, ni la Comunidad Ahmadía ni la mayoría de ustedes, miembros del público, tienen poder o autoridad para desarrollar políticas que logren un cambio positivo.

Es evidente que no poseemos ningún poder gubernamental ni administrativo. De hecho, llegaría incluso a decir que los políticos, con los que hemos entablado relaciones de amistad, y que siempre están de acuerdo con nosotros cuando se encuentran en nuestra compañía, también son incapaces de hablar. Al contrario, sus voces son silenciadas y se les impide difundir sus puntos de vista. Esto se debe a que están obligados a seguir las políticas del partido, o les condicionan las presiones externas de otras potencias mundiales o aliados políticos. Sin embargo, nosotros, que participamos en este Simposio por la Paz cada año, mantenemos el indudable deseo de establecer la paz y, ciertamente, expresamos nuestras opiniones y sentimientos a favor de que el amor, la compasión y la fraternidad se instauren entre todas las religiones, todas las naciones, todas las razas y todas las personas. Pero, lamentablemente, carecemos de poder para sacar realmente a la luz esta visión. No tenemos la autoridad ni los medios para lograr los resultados que anhelamos.

Recuerdo que hace un par de años, en esta misma sala, durante nuestro Simposio por la Paz, pronuncié un discurso detallando las formas y medios para establecer la paz mundial, y también hablé sobre cómo deberían funcionar las Naciones Unidas. Después, nuestro muy querido y respetado amigo, Lord Eric Avebury, comentó que el discurso debería haberse presentado en las propias Naciones Unidas. En cualquier caso, esta fue una muestra de su noble carácter, pues es una persona generosa y amable en sus comentarios. Lo que quiero decir es que el mero hecho de pronunciar o escuchar un discurso o conferencia no es suficiente, y no conduce a que surja la paz. En realidad, el requisito clave para el cumplimiento de este objetivo primordial es la justicia absoluta y la equidad en todos los asuntos. 

El Sagrado Corán, en el capítulo 4, versículo 136, nos ha dado un principio de oro y una lección que nos guía al respecto. Afirma que hay que cumplir siempre y sin excepciones con las exigencias de la justicia, incluso aunque uno tuviera que dar testimonio y declarar contra sí mismo, contra sus padres o sus parientes más cercanos o amigos. Esta es la verdadera justicia, donde los intereses personales se dejan de lado por el bien común.

“¡Oh, vosotros, los que creéis! Sed estrictos en la observancia de la justicia, actuando de testigos por la causa de Al’lah, aunque sea contra vosotros mismos o contra vuestros padres y familiares. Tanto si la persona es rica como pobre, Al’lah está más atento a ambos que vosotros. No sigáis pues los bajos deseos para que podáis actuar con equidad. Y si ocultáis la verdad o la eludís, recordad que Al’lah conoce muy bien todo lo que hacéis”.

Si pensamos en este principio a nivel colectivo, nos daremos cuenta de que deben abandonarse las técnicas injustas de cabildeo, basadas en la riqueza y la influencia. Los representantes y embajadores de cada nación deben actuar con sinceridad y con el deseo de apoyar los principios de equidad e igualdad. Debemos eliminar todas las formas de prejuicio y discriminación, ya que este es el único medio para alcanzar la paz. Si observamos a las Naciones Unidas, la Asamblea General o el Consejo de Seguridad, vemos que a menudo las declaraciones o discursos realizados reciben grandes elogios y reconocimientos, pero tales tributos no tienen sentido porque las decisiones reales ya han sido predeterminadas.

Por lo tanto, cuando las decisiones se toman bajo la presión o el cabildeo de las grandes potencias, y no mediante los medios justos y verdaderamente democráticos, los discursos son huecos, sin sentido y sólo sirven como pretexto para engañar al mundo exterior. Sin embargo, todo esto no quiere decir que debamos simplemente frustrarnos, darnos por vencidos, y abandonar todos nuestros esfuerzos. Todo al contrario, nuestro objetivo debe ser, siempre respetando de las leyes del país, seguir recordando al gobierno las necesidades del momento. También debemos asesorar adecuadamente a los grupos que tienen intereses creados, de modo que pueda prevalecer la justicia a nivel mundial. Sólo entonces podremos ver al mundo convertido en el remanso de paz y armonía que todos queremos y deseamos. Por lo tanto, no podemos ni debemos renunciar a continuar esforzándonos. 

(lpbD) – que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.

(lpD) – que la paz sea con él.

(Continuaremos este discurso en la siguiente entrega: “Las consecuencias devastadoras de una Guerra Nuclear y la necesidad esencial de la Justicia Absoluta (II)”).