La filosofía de las enseñanzas del Islam (17)

Concluíamos la entrega 16 diciendo: “Así pues la puerta es muy estrecha y el camino muy difícil. ¡Ay, cuán difícil es!”, referenciando a la puerta y al camino para llegar a Dios. Continuaremos exponiendo este tema en esta entrega. 

Respecto a la dificultad para llegar a Dios, dice el Sagrado Corán:

“Di: “Si vuestros padres, vuestros hijos, vuestros hermanos, vuestras mujeres, vuestros parientes, la riqueza que habéis adquirido, el negocio cuya ruina teméis y las viviendas que amáis, os son más queridos que Al’lah y Su Mensajero, y los esfuerzos por Su causa, entonces esperad a que Al’lah venga con Su juicio; pues Al’lah no guía a la gente desobediente”” (9:24). 

Este versículo demuestra claramente que son transgresores a los ojos de Dios aquellos que aman a su familia y sus bienes más que a la voluntad de Dios, y que por haber preferido otras cosas en vez de Dios, serán destruidos. Este es el tercer estadio, en el que el hombre se vuelve divino, soportando por amor de Dios innumerables calamidades y volviéndose hacia Él con devoción y sinceridad tan exclusivas que aparte de Él considera como muertos a todos sus parientes. En verdad que hasta que no nos entreguemos a la muerte, no podremos ver a Dios Vivo. El día en que nuestra vida física conozca la muerte, será el día de la manifestación de Dios. Estaremos ciegos hasta que no veamos nada aparte de Dios. Estaremos muertos hasta que seamos como un cadaver en la mano de Dios. Sólo cuando nos pongamos completamente frente a Dios adquiriremos la firmeza que vencerá las pasiones egoístas, una firmeza que provocará la muerte de la vida dedicada a fines egoístas. Esto se describe en el versículo: 

“¡No! Quien se someta completamente a Al’lah, siendo excelente en conducta, tendrá su recompensa con su Señor “. (2:113). 

Esto significa que Dios nos pide que sacrifiquemos la vida por Él. Alcanzaremos la firmeza cuando nuestros poderes y facultades se dediquen a Él y cuando el objeto de nuestra vida y muerte sea Su voluntad, como Él dice:

 “Di (¡0h Profeta!): “Mi oración, mi sacrificio, mi vida y mi muerte son todos para Al’lah, el Señor de todos los mundos”” (6:163). 

Cuando el amor del hombre a Dios llega hasta tal grado que su muerte y su vida carecen de interés para él, siendo sólo por amor a Dios, entonces Dios - que siempre ha amado a los que le aman - hace que Su amor descienda sobre él, y de la unión de estos dos amores surge una luz dentro del hombre que el mundo no reconoce ni comprende. Miles de elegidos y hombres justos tuvieron que sacrificar su vida porque el mundo no los reconocía, y los consideraba egoístas y mentirosos, porque el mundo no veía sus rostros resplandecientes. Como dice el Santo Corán:

“Y ves que te miran, pero no ven”. (7:199). 

En resumen, el hombre se convierte en un ser celestial desde el día en que la luz celestial le ilumina. El Amo de todas las cosas habla dentro del hombre, manifestando la luz de Su divinidad, y haciendo de Su corazón, lleno de Su amor, Su trono. Y cuando por su transformación brillante, este hombre se convierte en otra persona, ve que Dios es un Dios nuevo, que le enseña nuevos caminos. No es que Dios se convierta en otro Dios, ni que los nuevos caminos sean distintos de Sus caminos, sino que son distintos de Sus caminos usuales, y la filosofía mundana ignora estos caminos. El hombre se convierte en uno de aquellos a los que hace referencia este versículo: 

“Y entre los hombres hay quien se vendería a sí mismo para buscar el agrado de Al’lah; y Al’lah es Compasivo para Sus siervos” (2:208). 

Por lo tanto, el que llega al estadio de la vida espiritual se consagra plenamente a Al’lah. 

En este versículo Dios Altísimo nos enseña que sólo se libra del sufrimiento aquél que entrega su vida para complacer a Al’lah, y que demuestra su devoción sacrificando su vida, que es de Dios, que considera que todo su ser ha sido creado para obedecer a su Creador y para servir a su prójimo, que realiza todas las virtudes relacionadas con cada una de sus facultades con celo y sinceridad, como si viese a su Verdadero Amado en el espejo de su obediencia. Su voluntad se identifica con la voluntad de Dios, y todo su placer se centra en su sumisión a Dios. Realiza actos buenos no por obligación sino por placer y satisfacción. Este es el Paraíso que se otorga al hombre espiritual en esta vida. El Paraíso que se le otorgará en la otra vida será reflejo de este Paraíso, que se manifestará físicamente a través del poder divino. A esto aluden los siguientes versículos: 

“Para el que teme comparecer ante el Señor, y respeta Su Majestad y Su Grandeza, hay dos jardines, uno en este mundo y otro en la vida futura” (55:47). 

“Y su Señor les dará a beber una bebida pura”. (76:22).  

Los que dedican su vida completamente a Dios beberán de la copa que purifica sus corazones, sus pensamientos y sus designios”.

“Sin embargo, los virtuosos beberán de una copa suavizada con alcanfor. Un manantial del que beberán los siervos de Al’lah. Lo harán manar a borbotones” (76:6-7). 

El significado de las bebidas preparadas de alcanfor y jengibre 

Ya hemos explicado que la palabra Kafur کَافُوۡرًا se utiliza en este versículo porque la palabra árabe Kafara significa “suprimir” o “cubrir”. Esto indica que tales personas han bebido tan profundamente de la copa que les separa del mundo y lleva hacia Dios, que se enfría todo su amor mundano. Es bien conocido que todas las pasiones tienen su origen en el corazón, y cuando el corazón se aleja de las ideas impuras y no vuelve nunca a ellas, las pasiones disminuyen y acaban por desaparecer; éste es el sentido de este versículo, es decir, tales personas se apartan tanto de las pasiones egoístas, y se inclinan tanto hacia Dios, que sus corazones se enfrían en relación con las actividades mundanas, y las pasiones se suprimen, como el alcanfor suprime la materia venenosa. 

Continúa exponiendo el Sagrado Corán:

“Y allí se les dará a beber una copa suavizada con jengibre. De un manantial de ese lugar llamado Salsabil”. (76:18-19). 

La palabra árabe que denota jengibre (zanyabil) es una palabra compuesta de ”zana” y “yabal”. En idioma árabe, “zana” denota “subir” y “yabal” “montaña”; por lo tanto, “zanyabal” significa “el sube a la montaña”. Ha de recordarse que cuando una persona se recupera de una enfermedad venenosa, atraviesa dos fases de mejoría antes de recobrar por completo la salud y la fuerza. En la primera fase, se elimina la materia venenosa y se reforman las tendencias peligrosas, evitándose las condiciones tóxicas y suprimiéndose el ataque mortal, pero al mismo tiempo los miembros están todavía débiles, y el paciente camina con fatiga, porque todavía le falta fuerza. En la segunda fase el paciente goza de plena salud, su cuerpo recupera la fuerza, y se siente capaz de subir a las montañas y correr por las cimas más altas. Esta es la condición a que se llega en el tercer estadio de progresión espiritual y es esta condición a la que alude Dios Altísimo al decir que los hombres divinos del más alto rango beben de la copa templada con jengibre; es decir, al llegar a la plena fuerza de su condición espiritual son capaces de subir a las montañas más altas, realizar grandes proyectos y hacer grandes sacrificios por amor a Dios. 

El efecto del jengibre 

Cabe destacar que una de las cualidades del jengibre es la de fortalecer el sistema, engrendando calor en el cuerpo y aliviando la disentería, para que el paciente se vuelva capaz de subir a las montañas. El motivo de la yuxtaposición del alcanfor y el jengibre es indicar que cuando el hombre se eleva desde una condición de subordinación de las pasiones hasta la virtud, el primer resultado es que se calma la riada de pasiones internas, y se suprime la materia venenosa que le ataca, del mismo modo que el alcanfor elimina materias tóxicas. Por esta razón el alcanfor resulta útil en el tratamiento de la fiebre tifoidea y el cólera. Una vez suprimida la materia tóxica, el paciente recupera su salud, aunque se siente todavía débil.  

En el segundo estadio, el paciente obtiene la fuerza de una bebida templada con jengibre. En términos espirituales, esta bebida es la manifestación de la belleza divina, que alimenta al alma.

Vigorizado con esta manifestación, el hombre es capaz de subir a las montañas más altas, es decir, realiza por amor a Dios actos tan difíciles que nadie los puede emular a no ser que su corazón esté inspirado por el calor del amor. En estos versículos Dios Altísimo emplea dos palabras para ilustrar estas dos condiciones: una es alcanfor, que significa “supresión”, y la otra es jengibre, que significa “subir”. Estas son las dos condiciones encontradas por los que buscan a Dios. 

(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él. 

[Continuaremos con la entrega 18, donde expondremos versículos del Sagrado Corán respecto a las personas que rechazan la verdad].