La filosofía de las enseñanzas del Islam (32)

PHOTO/JITEN DADLANI - Islam

Dos fases de la vida del Santo Profeta 

Por esta razón, Dios Exaltado dividió en dos fases la vida del Santo Profeta (lpbD): una fase de adversidad, de sufrimientos y penas, y la otra de victoria, para que durante la fase de adversidad se demostraran las cualidades morales elevadas que ante tales desgracias entran en juego, y para que en la fase de victoria y autoridad se exhibieran aquellas cualidades morales elevadas que no pueden ser demostradas en ausencia de autoridad.  

De este modo, ambos tipos de cualidad moral se ilustraron perfectamente en la vida del Santo Profeta (lpbD) que pasó por ambas fases y condiciones. Durante el período de pruebas en la Meca, que duró trece años, el Santo Profeta (lpbD) demostró en la práctica todas las cualidades elevadas que debe demostrar una persona perfectamente honrada en tal momento: la fe en Dios, la serenidad perfecta ante los sufrimientos, el cumplimiento firme y constante de sus deberes, y la intrepidez. Al observar su constancia, muchos de los infieles creyeron en él, y así dieron testimonio de que sólo el que tiene una fe completa en Dios puede mostrar tanta constancia y tanta perseverancia en el sufrimiento. 

Durante la segunda fase, es decir, durante la fase de la victoria, autoridad y prosperidad, demostró cualidades elevadas como la indulgencia, el perdón, la benevolencia y la valentía, de manera que un gran número de infieles creyeron en él, al verle poner en práctica aquellas altas cualidades. Perdonó a los que le habían perseguido, prometió seguridad a los que le habían expulsado de la Meca, concedió grandes riquezas a los necesitados de entre ellos, y habiendo conseguido la autoridad sobre sus enemigos más acérrimos, les perdonó a todos. Al conocer su moralidad elevada, muchos de ellos afirmaron que tales cualidades sólo podían ser demostradas por uno que procede directamente de Dios, y es verdaderamente honrado. Así se borró de sus corazones en un instante todo el rencor que sus enemigos habían sentido hacia él durante mucho tiempo. Su mejor cualidad era la que expone el Santo Corán en las siguientes palabras: 

Diles: “Mis oraciones, mis sacrificios, mi vida y mi muerte, son todos por Al’lah” (6:163). 

Esto significa que el único propósito de su vida era el de demostrar la gloria de Dios, y de amparar a Sus criaturas, para que a través de su muerte continua ellos pudieran vivir. Esta mención de su muerte por Dios y por el bien de Sus criaturas no nos debe llevar a pensar que él, en ningún momento, contempló su propia destrucción (Dios nos libre), imaginando como los locos y los ignorantes, que su suicidio beneficiaría a otros. Él estaba libre de tales ideas absurdas, y se oponía a ellas por completo. El Santo Corán considera como ofensor al que se suicida, y promete un castigo severo: 

es decir, no os suicidéis, ni os convirtáis en instrumentos de vuestra propia destrucción (2:196).

Es evidente que si X padeciera de un dolor de estómago, sería inútil que Y se rompiera la cabeza por compasión hacia X. Esto no sería un acto virtuoso, sino que constituiría un sufrimiento innecesario debido a la ignorancia. En estas circunstancias, lo virtuoso sería que Y cuidara a X de la manera más útil y apropiada, por ejemplo, buscando la ayuda del médico y los medicamentos necesarios. Al romperse la cabeza, Y no ayudaría en nada a X, sino que infligiría un dolor innecesario a una parte noble de su cuerpo. En resumen, el verdadero significado del versículo arriba citado es que el Santo Profeta (lpbD) había dedicado su vida, por compasión, al bienestar de la humanidad, y a través de sus oraciones y plegarias, ante su propia persecución, y a través de todos los medios sabios y debidos, sacrificó su vida y sus comodidades por esta causa; como dice Dios el Glorioso: 

“Quizás arriesgarás la vida lamentando que no quieran creer” (26:4) y: 

“No consumas tu alma suspirando por ellos” (35:9). 

Por lo tanto, la forma más sabia de sacrificar la vida al servicio del pueblo es afrontar todas las dificultades para conseguir su bienestar, de acuerdo con la ley beneficiosa de la naturaleza, y dedicar la vida a la elaboración de proyectos con tal finalidad, y no romperse la cabeza ante la situación peligrosa en la que se encuentra un pueblo debido a sus errores y sus desgracias, ni despedirse de la vida tras tomar dos o tres gramos de estricnina, suponiendo que mediante este acto absurdo se salvaría el pueblo. Este no es un método varonil, sino que representa una tendencia femenina. Los débiles de corazón siempre han recurrido al suicidio al verse incapaces de afrontar las dificultades. Cualquiera que sea la explicación que se ofrezca a este respecto, no cabe duda de que tal acto es un acto totalmente absurdo. 

Ahora bien, es evidente que la firmeza ante la adversidad, y la no resistencia ante el enemigo por parte de una persona que nunca tuvo la oportunidad de vengarse, no pueden considerarse cualidades morales, porque no sabemos cómo hubiera reaccionado tal persona de haber tenido la oportunidad de vengarse. Si una persona no se afronta a la adversidad antes de conseguir la autoridad y la prosperidad, no pueden manifestarse sus verdaderas cualidades morales. Es evidente que no podemos atribuir cualidades morales elevadas a una persona que pasa toda la vida en un estado de debilidad, indigencia y penuria, víctima constante de la persecución, y que nunca llega al poder ni a la autoridad ni a la prosperidad. Si nunca ha tenido la oportunidad de tomar parte en una batalla, no podemos decir si es valiente o cobarde. No podemos conocer su carácter si no sabemos cómo habría tratado a sus enemigos en caso de vencerlos, ni cómo habría gastado su riqueza en caso de conseguir la prosperidad. ¿Habría ahorrado su fortuna, o la habría distribuido entre los pobres? Y de haber estado en el campo de batalla, ¿habría huido o se habría comportado como luchador intrépido? En el caso del Santo Profeta (lpbD) la gracia Divina le deparó oportunidades adecuadas para manifestar sus cualidades morales. Mostró generosidad, valentía, humildad, indulgencia y equidad en las ocasiones debidas, y con tanta perfección que sería inútil buscar cualidades iguales en cualquier otra persona. En las dos fases de su vida, en la debilidad y en el poder, en la penuria y en la prosperidad, reveló al mundo entero el alto grado de las cualidades morales que poseía. Dios le concedió la oportunidad de mostrar todas las cualidades morales elevadas posibles. El Santo Profeta (lpbD) demostró tan claramente todas las cualidades morales excelentes - valentía, generosidad, perseverancia, indulgencia, humildad, etc - que sería imposible hallar demostración parecida en ninguna otra persona. También es verdad que Dios castigó severamente a aquellos que habían llevado la persecución del Santo Profeta (lpbD) hasta el extremo de proponerse la destrucción del Islam. Renunciar al castigo en tal caso hubiera sido equivalente a permitir la destrucción de los justos a manos de sus enemigos.  

El motivo de las guerras del Santo Profeta (lpbD) 

El motivo de las guerras del Santo Profeta (lpbD) no fue el de derramar sangre innecesariamente. Los musulmanes habían sido expulsados de sus hogares ancestrales; muchos musulmanes inocentes -  hombres y mujeres -  habían sido martirizados, y sin embargo sus enemigos no se mostraban dispuestos a detener sus persecuciones, sino que obstruían continuamente el progreso del Islam. En estas circunstancias, la ley Divina de la seguridad exigía la protección de los perseguidos contra la destrucción total. Por lo tanto, los que habían matado con la espada perecieron por la espada. El motivo de las guerras, pues, fue el de poner fin a las matanzas ocasionadas por los malvados, y de rechazar el mal. Las guerras tuvieron lugar en una época en la que los malvados intentaban destruir a los justos. En tales circunstancias, si el Islam no hubiera tomado medidas en su propia defensa, se habría producido la matanza de miles de mujeres y niños inocentes, y el fin del Islam. 

Nuestros oponentes se equivocan profundamente al suponer que la Guía revelada nunca debe enseñar, bajo ninguna circunstancia, la resistencia al enemigo, y que siempre debe enseñar sin excepciones el amor y la clemencia a través de la humildad y la dulzura. Para ellos, la actitud más reverente ante Dios, Señor del Honor y la Gloria, consiste en atribuirle solamente las cualidades de mansedumbre y ternura. Pero los que reflexionan y meditan percibirán fácilmente que tales personas se equivocan de forma evidente y grave.  

Al contemplar la ley Divina de la naturaleza, vemos con claridad que consiste ciertamente en misericordia. Pero esta misericordia no se manifiesta a través de la mansedumbre y la ternura en todas las ocasiones. Como un médico experto, la misericordia a veces nos administra un jarabe dulce, y otras veces un medicamento amargo. La clemencia Divina nos trata de la misma forma que nosotros tratamos a nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros ama su cuerpo entero, y no queremos que se arranque ni un pelo de nuestra cabeza. Y sin embargo, a pesar de que todos los miembros no son queridos, y de que no deseamos perder ni dañar a ninguno de ellos, está claro que el amor que sentimos para los distintos miembros difiere en grado e intensidad. De hecho, nuestro amor por los miembros principales, de los que depende en gran parte la realización de nuestros propósitos, prevalece en nuestro corazón. Del mismo modo el amor que sentimos por la totalidad de nuestro cuerpo excede al de cualquier miembro en particular. Por esta razón, ante una situación en la que la seguridad de un miembro superior depende de la amputación o corte de un miembro inferior, nos resignamos ante tal operación. Lamentamos la pérdida o la lesión de un miembro querido, pero por temor a que la enfermedad acabe destruyendo también al miembro superior, aceptamos con disgusto la amputación. Este ejemplo nos ayuda a comprender que cuando Dios observa que Sus siervos justos se encuentran ante el peligro de ser destruidos en manos de idólatras, lo cual provocaría grandes disturbios, Él manifiesta Su designio adecuado de los cielos o de la tierra, para la protección de los justos y la supresión de los disturbios; porque además de ser Clemente, también es Sabio. 

Todas las alabanzas pertenecen a Al’lah, Señor del Universo. 

(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él. 

(Damos por finalizada la serie de “LA FILOSOFÍA DE LAS ENSEÑANZAS DEL ISLAM”. Dios mediante, comenzaremos una nueva serie: “LA CRISIS GLOBAL Y EL CAMINO HACIA LA PAZ”)