La crisis sanitaria de la India: una catástrofe internacional 

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Si hay una nación que sirva como epítome de la contradicción es la India. El país, que dispone desde 1969 de un programa espacial  que ha enviado misiones a la Luna, tiene armas nucleares desde 1974, y posee el segundo ejército más numeroso del mundo, adolece de un sistema de salud que está implosionando a la vista de todos, como consecuencia de la COVID-19. En contraste con los dispendios, propios de una economía desarrollada, el gasto sanitario en la India está cerca del 1% del producto interno bruto, por lo que el país ocupa el puesto 179 de 189 en el ranking de priorización de la atención médica en el presupuesto del gobierno, lo que coloca a la India al nivel de gasto per cápita en sanidad de como Sierra Leona.

A pesar de que gobierno tuvo un año para prepararse para esta ola de la pandemia,  pudo sacar tiempo para organizar la participación de su armada en el ejercicio naval 'Varuna' con Francia, y tomar parte en el encuentro en el QUAD, la alianza que reúne a Australia, Estados Unidos, Japón, e India frente al ascenso de China en la región Asia-Pacífico, a la vez que se tornó complaciente al afrontar la pandemia. Así, se desmantelaron los centros de aislamiento temporales, se relajaron las medidas de profilaxis social y confinamiento, y no se contrarrestó el auge de remedios promovidos por toda suerte de santones hindúes. 

Al tiempo, el gobierno malinterpretó los datos epidémicos, y se lanzó a una campaña triunfalista, en un ambiente político caracterizado por las divisiones religiosas,  en la que se alegaba que el virus había sido expulsado del país. En consecuencia, cuando debutó el brote actual, el sistema sanitario indio no estaba preparado, y colapsó rápidamente, obligando a que los más afortunados compartiesen cama de hospital con otros infectados, y dejando que los más desdichados agonizasen desatendidos en los estacionamientos de los hospitales. Las cifras oficiales de afectados alcanzan los 400.000, si bien se da por descontado que este dato es una fracción del número real de enfermos, que sigue al alza con una curva casi vertical, que alcanza ya a la franja de edad de quienes tienen entre 30 y 40 años.

Las propias bajas entre médicos y personal sanitario, por desgaste y enfermedad,  ha obligado a movilizar a biólogos y técnicos de laboratorio, mientras que la escasez de oxígeno en los centros hospitalarios ha hecho necesario detener la producción siderúrgica para requisar el gas que necesitan los enfermos, al tiempo que Arabia Saudí ha fletado 80 toneladas de oxígeno líquido para aliviar la situación en los hospitales.

El error de cálculo del Gobierno de Prodi ha sido clamoroso. Por un lado, al apostarlo todo a la vacunación masiva cometió un error crítico,  al relajar prematuramente las restricciones a la movilidad, los festivales religiosos masivos, los mítines partidistas,  y la vida social en general, lo que indujo a crear una falsa sensación de confianza en que la pandemia había terminado, y propicio la falta de precaución social. El  resultado de esto ha sido el que,  una vez que la constatación de que la vacunación no convierte en superfluas las medidas sanitarias para evitar la propagación de los contagios,  la rápida eclosión de casos graves rebosó la capacidad de cuidados intensivos y del sistema sanitario en general, lo que tuvo como efecto colateral desbordó la producción estatal de vacunas a la vez que su  logística, como consecuencia de lo cual el país pasó de ser exportador de vacunas a convertirse en importador neto de vacunas, algo que afecta además al suministro a otros 60 países pobres a los que la India exportaba viales. Con todo, menos del 1% por ciento de una población de más de 1.366 millones ha sigo vacunada hasta la fecha.

Al margen de la dantesca situación interna, las consecuencias de la crisis india tienen repercusiones internacionales. Por una parte,  la India no podrá escalar la producción propia de vacunas sin que recibir suministros de terceros países, notoriamente de  EEUU. Incluso si éste país accede a levantar las restricciones,  tanto de patentes como de exportación de los compuestos bioquímicos que las líneas de producción de vacunas de la India necesitan para proseguir su producción, esto tendrá un efecto dominó que causará un reajuste de la capacidad exportadora norteamericana de estos materiales, interrumpiendo el suministro de vacunas a otros países, como los iberoamericanos y africanos. Los cálculos de las autoridades sanitarias de muchos países pasaban porque la India fuese la farmacia del mundo. Finalmente, la gran movilidad de la población india en la región asiática ha hecho saltar las alarmas en un amplio abanico de países,  que comprende desde Bangladesh hasta Hong Kong, despertando el temor internacional a que una paralización de la economía asiática vuelva a crear una crisis global de oferta,  como en 2020.