Lo que va de Trump a Abdullah Anzorov

Atalayar_Trump en un acto con seguidores

Europa se acuerda de la amenaza islamista cuando hay algún atentado. El resto del tiempo, los europeos, y seguramente también los norteamericanos, se olvidan de este riesgo latente que puede estar meses o años inactivo, pero que siempre vuelve a recordarnos la letalidad de la amenaza del islamismo radical. Con ser lamentable esta situación, coincidiendo todos en que existe y habría que luchar por revertirla, no es lo peor. Lo más sorprendente es la displicencia a la hora de afrontarla, la peligrosa tendencia a ocultar o relativizar los actos sangrientos que siguen golpeando la manera de vida occidental, sus principios y su primacía moral. 

El sábado 17 de octubre, el día siguiente del horrible atentado contra un profesor parisino, el periódico impreso más vendido en España no reflejaba en su portada ninguna referencia a la decapitación por venganza del docente francés. Los grandes asuntos nacionales derivados de la pandemia por coronavirus copaban la mayor parte del espacio de esa primera página en la que muchos echábamos de menos alguna referencia al asesinato, escondida entre la reforma del Poder Judicial, la subida de la deuda pública española y los 15.000 positivos registrados el día anterior, el peor dato de toda la pandemia en nuestro país.

Ni una sola referencia en una portada que, en cambio, realizaba llamadas a cinco noticias o reportajes relacionados con el riesgo que a juicio de la línea editorial del diario corren Estados Unidos y el mundo si Donald Trump es reelegido como presidente de la primera potencia. Los titulares editorializaban sobre el peligro totalitario de Trump, sobre un virus llamado racismo que va intrínseco a la candidatura del republicano, sobre el nacionalismo blanco y supremacista de Trump, sobre la indignación de la cultura estadounidense con la sola posibilidad de que el multimillonario siga en la Casa Blanca, y sobre lo opuesto del liderazgo del odioso Trump frente al benefactor universal Biden. El peligro para el planeta es la presidencia de Trump, y no el terrorista del instituto francés que asesinó y decapitó al profesor de Historia por haber mostrado en clase de Libertad de Expresión unas caricaturas de Mahoma cuya publicación había sido el detonante del atentado con diez víctimas mortales en la redacción de la revista, crímenes por los que ahora se desarrolla un juicio en el Tribunal de París. 

Al cuidado extremo de las autoridades europeas por confirmar los atentados islamistas hasta que no pasan horas o incluso días, a la respuesta comprensible y emocionante, pero inocua de concentrarse en silencio entonando La Marsellesa, a la tolerancia frente a las reglas discriminatorias de las mujeres y las religiones consideradas “infieles” por el islam radical, hay que unir ahora el atentado irrelevante. Una sola víctima mortal no es suficiente para robar protagonismo al peligro de fin del mundo que representa Donald Trump, el presidente más odiado. ¿Más incluso que los asesinos? Cada cual que ponga la respuesta. 

Las circunstancias horripilantes de este atentado, con la frialdad del joven checheno Abdulllah Anzorov para descuartizar a su víctima en plena calle, no fueron suficientes para compensar el exiguo balance de bajas a la hora de valorar la noticia, una más de las que van acorralando a la sociedad occidental frente a quienes quieren destruirla. Lo ocurrido en Conflans-Sainte-Honorine es un terrible golpe al orgullo laico francés, una muestra más de que el relativismo no es suficiente ni conveniente para defender a los ciudadanos ante la amenaza de sus enemigos. Samuel Paty, el profesor asesinado y decapitado es el mártir. Y el terrorista del instituto francés es mucho peor que Trump para la paz en el mundo, aunque para entenderlo haya que leer entre líneas los medios de comunicación o incluso poner en valor aquello que no destacan.