¿Oriente Medio ya no interesa a Estados Unidos?

Alexandra Dumitrascu

Pie de Foto: El secretario de Estado de EE.UU, John Kerry, y el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohamad Yavad Zarif.

NO, PERO SI. A principios de junio el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaba el envío de 450 militares adicionales a Irak con el objetivo de reforzar a los 3.100 efectivos ya presentes en el país árabe. Tal como el presidente especificaba, los nuevos soldados únicamente tendrían el cometido de entrenar y asesorar a las fuerzas de seguridad iraquíes para, así, poder hacer frente al avance del Daesh que no para de acumular éxitos, algunos de los más resonados siendo la ocupación de la antigua ciudad  siria de Palmira o de la iraquí, Ramadi; el anuncio conforma un gesto simbólico que lejos queda de la ambición de antaño del país norteamericano. En la actualidad, la presencia estadounidense en Irak nada tiene que ver con la de años anteriores cuando llegó a alcanzar la cifra de 140.000 efectivos. A nivel regional, donde en 2007 las tropas estadounidenses llegaban a casi 219.000, su máximo histórico, en 2014 apenas alcanzaban los 35.000, según fuentes del Pentágono, niveles sólo comparables a los previos a 2003.

La presencia militar estadounidenses en Oriente Medio experimentó desde 2010 un descenso paulatino, siendo éste especialmente pronunciado durante la Administración Obama, cumpliéndose con ello la promesa hecha por el presidente en su mítico discurso en El Cairo pocos meses después de haber asumido su primera legislatura. A principios de junio de 2009, el presidente norteamericano, acogido por la prestigiosa Universidad de El Cairo, dirigió un discurso reconciliador en el que prometía un “nuevo comienzo” y se comprometía con retirar las tropas de combate de Irak para el 2012.

Aunque parezca una cuestión de cifras, sin embargo, la estrategia seguida por Obama igualmente ha marcado diferencias respecto a su antecesor. En la actualidad, Estados Unidos deja de lado la opción tradicional al estilo de la invasión de Irak en 2003, y opta más por los bombardeos esporádicos con drones acompañados de efectivos que únicamente se encargan de conceder apoyo a los militares iraquíes. En este sentido, desde septiembre de 2014 Estados Unidos lidera una coalición internacional a base de ataques aéreos contra objetivos del Daesh en Siria e Irak, operaciones que se extienden a otros países y grupos yihadistas - principalmente Al Qaeda- como en el caso de Yemen donde distintos altos cargos de la filial del grupo terrorista han muerto desde el principio de año en varios bombardeos estadounidenses. Asimismo, los bombardeos que tienen como objetivo posiciones terroristas también se han intensificado en Pakistán, Afganistán, Libia o Siria, en donde se ha experimentado una escalada de la violencia debido a los distintos grupos extremistas que pululan en el seno de los mismos.

SI, PERO NO. La progresiva retirada de Estados Unidos de Oriente Medio ha conllevado a un vacío que, en opinión de algunos, no ha hecho más que sumergir la región en el caos, en donde el desorden y la violencia han sido lo cotidiano en parte de sus países. Más aún, según algunos analistas, el inactivismo por parte de Obama únicamente ha desembocado en la catástrofe que actualmente escandaliza a la mayoría. 

La pasividad con la que el presidente estadounidense afrontó la primavera árabe defraudó no a pocos, pero sobre  todo a su aliado tradicional en la región, Arabia Saudí. El rechazo de Estados Unidos de intervenir en aquellos países afectados por las protestas civiles, especialmente en Egipto y Siria, hizo que Arabia Saudita se movilizará en orden a conseguir una mayor colaboración con los países vecinos para contrarrestar la dependencia del exterior, evitar el contagio a nivel interno, y contener la expansión de las manifestaciones a terceros países. Y lo ha tenido que hacer solo, sin contar con el apoyo de Estados Unidos al concentrar éste último sus esfuerzos en otras regiones –Asía-Pacífico, principalmente- lo que supuso, por tanto, una progresiva retirada de Oriente Medio y una cada vez menor implicación en los asuntos en la zona, con la excepción de la actual lucha en contra del Daesh.

En Siria, el conflicto gestado se alimentó a base de las sucesivas denegaciones de intervención de Rusia y China que, en calidad de miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU, hicieron uso del derecho a veto que gozan en su seno para bloquear las resoluciones condenatorias que se presentaron desde el principio del conflicto. Por otra parte, la falta de apoyo por parte del Parlamento estadounidense frustraron aún más los planes de una posible operación sobre el terreno. Así se explica que cuando, presuntamente, el Gobierno sirio perpetró ataques con armas químicas en contra de su población en 2013, Estados Unidos cambiara su postura, a pesar de ser la “línea roja” que daría píe a su intervención militar. La sucesiva negativa de intervenir por parte de Estados Unidos decepcionó a Riad que acusó abiertamente a Washington, de escudarse detrás de excusas, a la vez que le hizo responsable de la prolongación del conflicto y de su deriva en la guerra, lo que ha hecho al país vulnerable al extremismo islámico que predomina actualmente.   

Con esta actitud, la política seguida por Estados Unidos durante décadas ha quedado apartada por un nuevo compromiso con que Oriente Medio se hiciera responsable de sus propios asuntos. Así queda reflejado también en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2015 en donde se especifica claramente que “resolver los conflictos o proporcionar estabilidad [en Oriente Medio] a largo plazo requiere más que del uso y presencia de las fuerzas militares estadounidenses […] se requiere de socios que se puedan defender personalmente”. 

DEPENDE. Dejando de lado los esfuerzos contra el terrorismo islámico, la actual estrategia seguida por Estados Unidos se podría decir que se aleja de las líneas duras tradicionales para abordar una basada más en el soft power con énfasis en las relaciones diplomáticas. Prueba de ello es el acuerdo nuclear alcanzado con Irán a mitades de junio, ampliamente promovido por Estados Unidos en su compromiso expreso de prevenir el desarrollo, proliferación y/o uso de armas de destrucción masiva, para alejar con ello el fantasma de la bomba atómica y reducir las causas del conflicto con Irán. Se trata pues de un acercamiento histórico entre el gigante persa y Estados Unidos, cuyas relaciones diplomáticas se quebrantaron en la década de los 80. Uno de los posibles fines de tal acercamiento podría estar relacionado con la necesidad de crear un nuevo equilibrio de poder en Oriente Medio, siendo Irán, junto a Arabia Saudí, uno de los actores con más peso en la región y, por tanto, un posible socio nada desdeñable desde todos los puntos de vista.

Esta aproximación ha sido contemplada con recelo por Israel, fiel aliado de Estados Unidos, por una parte, e irrefutable enemigo de Irán, por otra, del que teme que el nuevo acuerdo nuclear le va a dar píe para la fabricación de la temida bomba nuclear que pudiera ser utilizada para destruir al Estado de Israel. Así lo expresó el presidente Benjamín Netanyahu en el seno de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a principios de marzo, amparado por loores republicanos, pero sin haber contado con la invitación del presidente estadounidense que, posteriormente, minimizó la importancia del discurso al afirmar en un encuentro con periodistas que se había leído la trascripción del mismo y que no consideraba que aportaba nada nuevo.

Aunque durante las negociaciones con Irán Obama hizo oídos sordos a los temores incesantes de Israel, Estados Unidos sigue manteniendo un “inquebrantable compromiso” con su seguridad, responsabilidad reiterada en ocasiones y plasmada igualmente en la Estrategia de Seguridad Nacional.

En cuanto al conflicto árabe-israelí, Estados Unidos se mantiene firme en la solución de los dos Estados, aunque la última operación, Margen Protector, lanzada por Israel sobre la Franja de Gaza en julio de 2014, gozó de la impunidad tanto de Estados Unidos como de la Sociedad Internacional. Los bombardeos israelíes desencadenados como respuesta al lanzamiento de cohetes por parte de Hamás, se prolongaron a lo largo de 50 días, y dejo el balance en más de 2.000 palestinos y en 67 israelíes fallecidos. 

YA NO. Uno de los cambios más revolucionarios desde el punto de vista geoestratégico lo ha supuesto el fracking que ha permitido que Estados Unidos no sólo pudiese producir petróleo, sino que le ha colocado en el primer puesto en el ranking de los principales productores de crudo a nivel mundial, desbancando con ello a Arabia Saudí que durante décadas lideró esta clasificación. El nuevo panorama le ha permitido a Estados Unidos desampararse de la dependencia energética que le ligaba a Oriente Medio, y empezar a gozar de un periodo de cuasi autarquía en este sentido. Así, la utilización intensiva de la nueva técnica del fracking ha disparado la producción estadounidense hasta los 11,644 millones de barriles diarios en el primer trimestre de 2015, unas cifras que, de seguir así, vaticinan la independencia energética de Estados Unidos para 2035.

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