El sufismo marroquí, una alternativa regia contra la contestación islamista

Alejandro Martín Iglesias

La monarquía alawita de Marruecos es un símbolo de tradición y de estabilidad en el mundo árabe. Mientras que otros países del norte de África han experimentado cambios de régimen o guerras civiles, Marruecos ha permanecido relativamente ajeno a la agitación que comenzó en 2011 con las primaveras árabes. Sin embargo, al igual que el resto de gobernantes árabes, el rey de Marruecos ha necesitado revestirse de unos apoyos que le ayuden a combatir la disidencia dentro de sus propias fronteras. Los actores políticos considerados subversivos, con ideologías alternativas a la del Estado, deben quedar fuera del panorama político o convertirse en aliados inofensivos a sus ojos.

El sufismo es la tendencia mística del islam que busca la unión directa del creyente con la divinidad. Es visto por el Gobierno marroquí como un fiel aliado para combatir los movimientos islamistas que desafían la autoridad real. Una autoridad política, con poderes terrenales, pero también una autoridad sobre los asuntos religiosos y morales, con el título de “príncipe de los creyentes” (amir al-mu'minin). La difusión estatal de las hermandades sufíes, que entroncan con un islam más tradicional y culturalmente propio del país, se ha convertido en una prioridad para la monarquía desde los atentados de Casablanca de 2003.

Islamismo y sufismo: dos visiones contrapuestas del islam

La irrupción del islamismo en Marruecos supuso en los años setenta un enfrentamiento con las corrientes más tradicionales del islam marroquí. Las hermandades sufíes han tenido una presencia constante en el país desde muy antiguo. Según Mohamed Chtatou, la búsqueda de Dios dentro de uno mismo es la seña de identidad sufí por excelencia. Es el individuo quien tiene que encontrar dentro de sí un camino que le conduzca a la iluminación. El mundo material es para los sufíes una ilusión transitoria, pues la verdad está dentro del espíritu, de ahí que suelan rechazar la participación en asuntos políticos, que solo les desvían de su búsqueda de la verdad y de la paz.

La búsqueda de la bendición (baraka) de los santones locales, las peregrinaciones a sus tumbas, las festividades locales dedicadas a ellos, son rasgos peculiares de este islam marroquí tan repudiado por los islamistas, quienes consideran que solamente hay un islam puro e incompatible con desviaciones localistas. La Qadiriya Boutchichiya, originada en la ciudad de Berkane, es la hermandad más importante del país, recibe oficialmente el apoyo real y forman parte de ella importantes personalidades del gobierno, como el ministro de asuntos religiosos Ahmed Tawfiq.

Para el profesor Mokhtar Ghambou, la principal fuerza dinámica del sufismo reside en la juventud, mayoritaria en términos de población. Los jóvenes encuentran en las hermandades un ambiente de fraternidad y tolerancia, además de una satisfacción de sus inquietudes religiosas. Asimismo, estas son un poderoso instrumento de cohesión social, estableciendo vínculos que superan las diferencias sociales, políticas y de género. La práctica sufí marroquí concede importancia a la expresión de la belleza y a las manifestaciones artísticas, especialmente en forma de poesía y música. Aborda también temas como el diálogo interreligioso, la búsqueda de la paz, la defensa del medio ambiente, mediante la celebración de conferencias y encuentros diversos. Todo ello contribuye a la popularidad de estos movimientos, que permiten a los jóvenes conciliar fe y participación social.

El islamismo puede ser visto como el polo opuesto a esta manera de entender el islam. Defiende el retorno a la comunidad musulmana originaria y pura, sin herencias locales, sin la influencia de malas costumbres como la de rendir culto a los difuntos, que son consideradas fruto de la ignorancia y del alejamiento del verdadero islam. La distinción entre el vicio y la virtud, acerca de qué debe hacer el musulmán y cómo debe hacerlo, es más rígida y tiene su manifestación en una serie de prácticas islámicas bien definidas, como el uso del velo. Por el contrario, para el sufismo es la intención del musulmán lo que cuenta al vivir la fe, y no unas prácticas que considera superficiales y aparentes.

Abdessalam Yassine: del misticismo a la militancia

Uno de los líderes religiosos más carismáticos y venerados en Marruecos fue Abdessalam Yassin (1928-2012). Líder del partido islamista Jami'at al-Adl wa-l-Ihsan (Partido de Justicia y Caridad), muy crítico con la autoridad regia, comenzó su andadura dentro de la Qadiriyya Boutchichiya, de la cual se desvinculó a principios de la década de los setenta. Encarcelado por dirigir una polémica carta al rey Hassan II y más tarde liberado, sus escritos se encuentran ampliamente difundidos en Marruecos.

Yassine desarrolló un pensamiento político islamista con influencia sufí. El profesor Bruce Maddy-Weitzmann lo define como una teología de la liberación en clave islamista. El islam, según Yassine, por su naturaleza revelada y probada por el Corán, está destinado a la supremacía y a triunfar sobre occidente, alcanzándose el fin de la historia. La idea del fin de la historia lleva a Yassine a entablar un diálogo con la obra de pensadores occidentales que han especulado sobre temas similares, como Toynbee, Spengler o Huntington. Pero a diferencia de este último, no cree que exista un choque de civilizaciones. La caída de occidente es lógica e inevitable, por lo tanto, asumirá el nuevo predominio de la sociedad islámica y no será necesario el enfrentamiento. Tendrá que aceptar, por el bien de todos, el nuevo liderazgo, donde no habrá distinción entre poder temporal y espiritual.

El pensamiento de Yassine es además muy crítico con la mentalidad del mundo moderno, al que acusa de sacrificar lo divino en aras de la razón natural, y de erradicar todo lo que no encaje con sus esquemas racionales, que permiten incluso justificar actos coloniales y bárbaros. Surge aquí un punto en común con la izquierda progresista y occidental, en la denuncia del capitalismo, la globalización, el consumismo exacerbado, así como en la postura anti-israelí, anti-americana y pro-palestina. Sin embargo, el objetivo final de Yassine es muy diferente al de la izquierda laica, pues es precisamente la ausencia de Dios la raíz de todos los males. Frente a unas élites políticas cómplices de occidente, los musulmanes deben ser astutos y selectivos al asumir la modernidad. Con este discurso, Yassine busca llamar la atención de unos musulmanes jóvenes y familiarizados con occidente, adoptando unas maneras modernas para transmitir un mensaje puramente islamista.

Tras su paso por prisión, Yassin modificó su estrategia y no atacó tan duramente al nuevo rey, Mohamed VI. Adoptó una retórica difusa al dirigirse a él, en idioma francés, invitándole a corregir los errores de su padre, a aplicar la justicia social del islam repartiendo sus riquezas y librándose de la tutela de las élites bancarias mundiales, pues con ello se ganará el amor de su pueblo y el de Dios.

El proceso de liberalización emprendido por el monarca ha sido considerado homeopático y superficial. Con la muerte de Yassin, el Partido de Justicia y Caridad ha dejado de ser una amenaza directa para el orden establecido, pero las ideas de Yassin continúan vivas, ya que la sociedad marroquí continúa siendo un caldo de cultivo para el descontento y la disidencia.

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