África, columna vertebral de la transformación verde global

Obreros trabajan en un pozo abierto de la mina de coltán SMB cerca de la ciudad de Rubaya en el este de la República Democrática del Congo - REUTERS/ BAZ RATNER
El continente alberga vastas reservas de minerales críticos esenciales para la nueva economía, pero necesita inversiones sostenibles y asociaciones equitativas para desbloquear su potencial

En el contexto de la acelerada transición hacia una economía global descarbonizada y tecnológicamente avanzada, los minerales críticos se han convertido en un componente esencial. 

Litio, cobalto, grafito, manganeso, metales del grupo del platino o tierras raras, entre otros, son claves para las tecnologías limpias, las baterías de vehículos eléctricos y los sistemas de energía renovable. En este escenario, África se perfila como un actor indispensable debido a su riqueza mineral aún en gran parte sin explotar.

Según estimaciones recientes, el continente podría albergar hasta un 30 % de los minerales críticos del mundo, aunque esta cifra podría ser aún mayor debido a extensas áreas geológicas todavía inexploradas. Por ejemplo, África posee aproximadamente una quinta parte del grafito natural global, además de importantes reservas de cobalto y manganeso, fundamentales para las baterías de ion-litio utilizadas en el almacenamiento de energía y el transporte eléctrico.

Muchas regiones africanas tienen una larga trayectoria en la minería, un sector que históricamente ha representado un motor de empleo y actividad económica. Actualmente, países como Sudáfrica, Zimbabue, Ghana, Côte d’Ivoire, Gabón, Madagascar, Zambia y la República Democrática del Congo ya contribuyen de forma significativa al suministro global de minerales esenciales.

Guinea, por ejemplo, es el mayor productor mundial de bauxita, materia prima principal para la producción de aluminio. Por su parte, Namibia, Mali y Tanzania poseen un importante potencial en grafito y litio, elementos cada vez más demandados para la industria energética global.

Sudáfrica y Zimbabue también destacan por sus reservas de metales del grupo del platino, indispensables para la producción de hidrógeno verde, así como de cromo, utilizado en tecnologías solares, nucleares, eólicas y geotérmicas.

Buscadores de oro trabajan en una mina a cielo abierto en la mina de oro Ndassima, cerca de Djoubissi al norte de Bambari - REUTERS/SIEGFRIED MODOLA

Además, el desarrollo de tierras raras, indispensables para la fabricación de imanes, turbinas eólicas y dispositivos electrónicos, está en pleno auge. Actualmente, ocho nuevas minas están en desarrollo en Angola, Malawi, Sudáfrica y Tanzania, y se espera que entren en operación para 2029. Estas minas podrían representar un 9 % del suministro mundial de tierras raras, frente al menos del 1 % que producía África en 2020. Se proyecta que, hacia finales de la década, el continente podría alcanzar el 10 % del suministro global.

La investigadora Felicity Bradstock, citada en Oil Price, señala que el auge de la demanda de minerales puede traducirse en oportunidades transformadoras para muchos países africanos. Sin embargo, para desbloquear este potencial se requieren altos niveles de financiación y experiencia técnica, dos factores que históricamente han limitado la capacidad de agregar valor a las materias primas.

En este sentido, el continente debe evitar repetir los patrones extractivos del pasado. Para ello, es clave fomentar asociaciones equitativas con empresas de Estados Unidos, Europa y otras regiones, no solo para extraer, sino también para procesar y manufacturar localmente. De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que los minerales críticos podrían representar hasta un 12 % del PIB africano para mediados de siglo, siempre que se logren los niveles adecuados de inversión.

Mina de fosfato en la fábrica de Boucraa de la Compañía Nacional de Fosfatos de Marruecos (OCP) situada en las provincias del sur, a 100 km al suroeste de la ciudad de El Aaiún - REUTERS/YOUSSEF BOUDLAL

Un ejemplo de esta nueva orientación es la decisión del gobierno de Zimbabue, que en 2022 prohibió la exportación de litio crudo y condicionó su venta a la inversión extranjera en infraestructuras de fabricación de baterías. Este tipo de políticas buscan asegurar que los países africanos no solo exporten materias primas, sino que se beneficien de los procesos de transformación industrial.

Según el Foro Económico Mundial, si África consiguiera capturar incluso una pequeña porción del mercado global de fabricación de baterías, podría generar entre 500.000 y un millón de empleos, contribuyendo significativamente a reducir el desempleo y la migración de talento.

Además, la expansión de actividades industriales en el continente aumentará la demanda energética, lo que a su vez podría atraer nuevas inversiones extranjeras en energías renovables, como la solar, eólica o hidroeléctrica, fortaleciendo aún más la cadena de valor.

Minas - PHOTO/PIXABAY

Si bien algunos países ya cuentan con actividades mineras activas, muchos otros necesitan urgentemente inversiones privadas que les permitan desarrollar sus industrias extractivas y de procesamiento. Para lograr una transformación real, los nuevos proyectos deben diseñarse con responsabilidad, transparencia y equidad, de modo que los países africanos obtengan beneficios tangibles a cambio de suministrar al mundo los minerales que sustentan la transformación verde.

Como concluye Bradstock, garantizar el acceso justo a estas oportunidades requiere un modelo de desarrollo sostenible que supere la lógica extractiva histórica y evite caer en un nuevo colonialismo verde. Los acuerdos de libre comercio, el fortalecimiento de las capacidades locales y la inversión en valor agregado son pasos imprescindibles para asegurar que África no solo sea el proveedor de la nueva economía global, sino también una beneficiaria directa de su crecimiento.